martes, 26 de noviembre de 2013

BIANCA, DE NANNI MORETTI (1984)

"-¿Se divierte mucho? Usted se divierte mucho, ¿no es cierto? 
- Bastante. 
- Es muy cómodo para usted, incluso fácil. Viene aquí, tranquilo, sin problemas, da la clase y después se va. ¿Y en qué cosa se distingue de los que tienen treinta años más que usted? 
- En nada, creo...
- No le interesa todo lo que está fuera de su habitación, lo que sucede en el mundo, qué vida hace la gente...Usted se ocupa solo de sí mismo. No tiene esperanzas, no tiene ilusiones, no tiene pasiones. Usted es un árido, su vida es inútil, y yo le desprecio." 



Una joven Laura Morante, en el rol de alumna, reprendía de este modo a su profesor de literatura en Sogni d'oro (1981), interpretado por Moretti. Antes de recibir la reprimenda, que suscita en el profesor sensaciones ambivalentes de ridículo y deseo sexual, se había dedicado a expulsar de clase a la mitad de sus alumnos por las más inverosímiles razones. El tema de la escuela, y más en concreto, el tema del profesor, es un argumento muy del gusto del primer Moretti. Aparece brevemente en Io sono un autarchico (1976)  y en Ecce Bombo (1978), tiene un mayor desarrollo en Sogni d'oro (en las pesadillas del director de cine protagonista, que sueña ser profesor de secundaria), y culmina en Bianca. No hay que olvidar que los padres de Moretti eran ambos profesores.

Bianca es una comedia sobre la escuela y la figura del profesor, una historia de amor y de incomunicación, y un giallo alla italiana (género policiaco), todo en uno. Michele Apicella es un profesor de matemáticas recién llegado a la escuela "Marilyn Monroe", un innovador centro educativo que quiere recuperar el espíritu anterior a 1968. Allí se encontrará con la atractiva profesora de francés, Bianca, con la que iniciará, contra su propia voluntad, una relación amorosa. De este modo, Moretti ironiza sobre la escuela, ofreciendo al mismo tiempo un retrato de un profesor soltero, obsesivo y voyeur, que muestra sus reservas a aceptar una vida en pareja, que en el fondo anhela, por miedo a la decepción de una posible ruptura posterior. A pesar de su fuerte carga caricaturesca, la película deja un poso notable de melancolía, pues el personaje principal de Moretti vive encerrado y malgasta terriblemente su tiempo entre un trabajo que le aburre y un mundo exterior que no comprende, lo que le lleva a agudizar sus instintos psicópatas. La película en el fondo nos muestra el contraste entre un individuo solitario y controlador,  y la vida en abstracto que se resiste a amoldarse a sus deseos de normalidad y mediocridad.

La obsesión de Michele Apicella (Nanni Moretti) por Bianca (Laura Morante) es más fuerte que todas sus obsesiones anteriores.

Moretti se sirve del primer día de Michele Apicella en la escuela "Marilyn Monroe" para satirizar sobre la educación y la sociedad italiana de principios de los ochenta. En este instituto de nombre tan particular a los alumnos no se les forma, sino que simplemente se les informa. Los alumnos se comportan como adultos, examinando y juzgando a sus profesores.  Una pareja llega incluso a prometerse matrimonio. Los profesores, en cambio, son tratados como niños: son conducidos en autobús al colegio, se van de excursión, disponen de todo tipo de divertimentos en la sala de profesores e incluso de un psicólogo en exclusiva para "il corpo insegnante". En la caricatura que Moretti nos ofrece de la educación, los niños ya lo saben todo, de modo que los profesores devienen peleles inútiles, que o bien enseñan tonterías (como el profesor de historia, que enseña a los alumnos la vida de Gino Paoli), o bien hacen pagar a los alumnos con sufrimiento su propio resentimiento (como el propio Apicella y su sesión de "gimnastica"). El profesor de literatura, que lee en clase los sonetos que ha compuesto a su mujer, "versi senza pretese" (versos sin pretensiones), recibe los insultos y vituperios de sus alumnos, que exigen al vivaracho director que lo expulse del centro.

La sala de profesores, con scalextric, máquinas tragaperras, y fotografía de Mick Jagger con la equipación azzurra


La fotografía de Dino Zoff con la copa del mundo de fútbol preside la clase (y los nuevos tiempos)


En su primera clase el propio Michele es "sometido" por sus alumnos a un ejercicio "fuori programma" sobre la numerología del grabado "La Melancolía" de Durero.  En este caso se nos muestra un primer plano de la nuca de Michele delante de la pizarra, respirando aliviado cuando el timbre indica el final de la clase, y por tanto, el final del examen al que le someten sus alumnos.

Michele examinado por sus alumnos


La Marilyn Monroe no es solo un ejemplo de una nueva escuela, sino también de una nueva sociedad que parece querer prescindir de la escuela. Un nuevo tipo de sociedad en el que los valores han cambiado, en el que la democratización de la información y la exaltación de la juventud han hecho de la escuela algo innecesario. Y mucho más la figura del profesor, o cuanto menos, la del amargado profesor tradicional. Los roles entre alumno y profesor se han intercambiado porque la sociedad exige frescura y juventud, y la escuela debe adaptarse a las exigencias de los nuevos tiempos. La visión de Moretti constanta el cambio: alumnos seguros de sí mismos frente a profesores frágiles. La escuela ya no es represiva, pero tampoco en ella bulle la cultura (los únicos cultos son los alumnos). En las charlas que organiza el propio director de la escuela se habla de 1968 como el año en el que se probó "el final del mundo", apostando por una vuelta a la cultura apolítica de los dorados años cincuenta y sesenta, una cultura de los años felices ejemplificada por la Dino Ferrari, la Juventus de Omar Sivori, Gino Paoli, Claudia Cardinale o la propia Marilyn Monroe. Es el discurso nostálgico imperante, un discurso que necesita de la repetición y encadenamiento de ciertos símbolos, bellos pero carentes de significado. para olvidar los compromisos políticos, las razones históricas y sociales, así como los anni di piombo inmediatemente precedentes. La escuela debe ofrecer al exterior, al igual que la sociedad, una imagen perfecta de felicidad total, de normalidad, de diversión y éxito.

El profesor de historia se sirve de un juke-box para amenizar las clases

Más allá de la caricatura de la escuela moderna, la película muestra más interés en ofrecer un retrato de una personalidad singular y enferma, la de Michele Apicella. Michele es un profesor joven pero tradicional. Viste de traje, a poder ser gris o azul, y anhela la normalidad, incluso la mediocridad. Esa es su meta, pasar desapercibido. Es el individuo gris por antonomasia. Pero para entrar en el "reino de la normalidad" necesita una pareja, e incluso formar una familia, cosa que de momento no tiene, y que problablemente nunca tendrá, pues su problema radica precisamente en que no le gusta la gente.  Espía la vída de sus vecinos, alumnos y escasos amigos intentando disfrutar parte de la felicidad que viven en primera persona, o los somete a auténticos interrogatorios sobre sus vidas privadas. Ya que su propia vida carece de aliciente, con su indiscreción Michele intenta comprobar si la vida de los demás se ajusta a su idea elevada de la felicidad absoluta, en la que no caben las parejas que se rompen o que no tienen hijos.

Michele asiste a las cenas familiares en casa de sus alumnos. En esta escena se produce una de las battute más recordadas del film: la comparación que Michele hace entre la tarta Mont Blanc, los cannoli alla siciliana y la Sacher Torte.

En un primer momento vemos a Michele introduciéndose con descaro en la vida de sus vecinos, una joven pareja con desaveniencias. No puede tolerar que discutan, y la cosa empeora cuando descubre que la chica es infiel. También asistimos a varios intentos de acercarse al sexo opuesto por parte de Michele, a cada cual más patético. Igualmente, se entromete en la ruptura de unos amigos, intentando evitarla. Incluso se toma la libertad de inmiscuirse en la inicipiente y primerizo amor de dos alumnos. En el fondo, no podemos dejar de sentir simpatía por este maniático protagonista, que en soledad se aburre mortalmente y por eso se entromete en la vida de los demás, pero que aparentemente no muestra interés en "mejorar" su propia situación de soledad.

La entrada de Bianca en su vida perturba notablemente sus hábitos de curioso empedernido. Bianca le permite huir del enloquecido ambiente de la escuela, pues parece la única normal allí, la única cuerda. La atracción que siente por ella le impulsa a tantear el "riesgo" que supone para su mundo inalterable iniciar una relación. Pero no llega a sentirse cómodo con ella: como le comenta en la cama, es un individuo "no acostumbrado a la felicidad". La presencia de Bianca le impone cambiar de hábitos, incluso aquellos más desquiciados y psicopáticos. Tiene que elegir entre arriesgarse a vivir en pareja, o "defenderse" del dolor de un posible fracaso futuro, como llega a expresar. Es decir, entre vivir o rechazar la vida en pareja sin llegar a experimentarla.  

Bianca no participa en las actividades del centro escolar.En realidad es la única persona normal de la película.

Un neurótico y controlador Michele reprocha a Bianca sus relaciones anteriores. Le recrimina el hecho de que sus ex-novios puedan pensar todavía en ella.

Con esta película, Moretti abandona en parte la estructura episódica de sus tres primeras películas (Io sono un autarchico, Ecce Bombo y Sogni d'oro), ofreciendo un guión más profundo, con cierta progresión dramática. La película no abandona los gag y los comentario irónicos (la battuta) característicos de su cine, pero intenta integrarlos en las escenas. Aunque su Michele Apicella comparte obsesiones con los otros protagonistas (con el mismo nombre) de sus películas anteriores, en este caso su personaje tiene más complejidad, y muestra aspectos más oscuros del ser humano. Quizá el elemento de giallo parece metido con calzador en la película, pero tras varios visionados se comprende que en realidad Moretti nos ha querido mostrar, con la ambivalencia que tiene la comedia, el retrato de un asesino en potencia. Por otro lado, se intenta profundizar en personajes secundarios, con un éxito desigual.

La utilización del plano fijo, de movimientos de cámara imperceptibles y funcionales, y del sonido directo característico del director romano, dotan a la película de un particular sentido naturalista que perderá en  su película posterior, la poética y casi abstracta Palombella rossa (1988), la farsa sobre el final del comunismo. Algunos planos de Bianca remiten a Truffaut, como aquel de los andares de las mujeres ("ogni camminata, una concezione del mondo") y otros a Rear Window de Hitchcock. De hecho, su personaje comparte muchas características con los hitchcockianos.

Michele espía desde su terraza a los vecinos, como el fotógrafo de Hitchcock.
Al llegar al nuevo piso, Michele "desinfecta" el cuarto de baño.
Bianca intenta por tanto sacar a la luz, sin salirse de los límites de la comedia, el lado oscuro que subyace no solo bajo la apariencia pulcra de un individuo soltero, sino también bajo una sociedad que intenta pasar página sobre su pasado inmediato recurriendo al glamour nostálgico. El personaje de Michele Apicella, convertido en misátropo o serial killer, es un síntoma de una Italia que trata de camuflar sus masacres recientes mediante una pátina de normalidad, y un ejemplo para reflexionar en torno al difícil equilibrio existente entre el deseo de compañía y el deseo de soledad. 

jueves, 10 de enero de 2013

EL JOVEN TÖRLESS, DE VOLKER SCHLÖNDORFF (1966)

El joven Törless (Der junge Törless, Volker Schlöndorff 1966), es una película de aprendizaje, como la novela de la que es adaptación cinematográfica, Las tribulaciones del estudiante Törless (Die Verwirrungen des Zöglings Törless, 1906), la opera prima del escritor austríaco Robert Musil . En esta novela semiautobiográfica, Musil colocaba en la figura del alterego Törless sus experiencias en la academia militar de Hranice.


Törless es un adolescente internado en una academia militar. Tal institución es un vetusto edificio situado en una localidad alejada del centro del Imperio: en ella se educan los hijos de la alta burguesía austro-húngara. Desde el primer momento, se aprecia que Törless es un muchacho inteligente, taciturno y soñador, que aparentemente echa en falta a sus padres y se aburre mortalmente en las clases. Frecuenta la compañía de dos alumnos astutos y crueles, Reiting y Beineberg. El primero se siente fascinado por la violencia de un modo primario (en una escena inicial mata a una mosca con su pluma), el segundo de un modo más "intelectual". Por Beineberg Törless siente aversión y atracción, como si fuese una fuente de peligros pero también un ángel protector. Precisamente con Beineberg irá de visita a la humilde casa de la prostituta Bozena. Este encuentro será algo incómodo para Törless, al compararse la propia Bozena, a fin de escandalizar al muchacho, con su madre.


Reiting y Beineberg encontrarán en Basini, un chico débil y que intenta ganarse a toda costa el aprecio de los demás, una víctima propicia para sus juegos. Reiting descubrirá que Basini es el que se oculta tras el robo de una cantidad de dinero perteneciente a Beineberg. De esta forma, tanto Reiting como Beineberg decidirán someterlo a vigilancia en vez de acusarlo ante la dirección del centro para, llegados a cierto punto, comenzar a ensañarse con él. Törless asistirá a las vejaciones a las que se somete a Basini, en un inicio atraído por la dialéctica creada entre verdugo y víctima, pero cada vez más asquedado por la brutalidad de sus amigos y atraído por la suerte de Basini, al que intentará comprender y del que se sentirá cada vez más cercano.   


Es esta, por tanto, una de las tantas película que muestra el tránsito muchas veces doloroso, o cuanto menos dubitativo, de la pubertad al cenagoso mundo adulto. Estas historias ganan enteros cuando reproducen ciertos ambientes. El ambiente corrector de un instituto de prestigio, con sus uniformes, sus estricta normativa  y la atractiva transgresión de ésta, es más propicio, más literario si se quiere, para que crezcan en él historias de este tipo. Solo hace falta repasar un poco la lista, que comenzaría con Los cuatrocientos golpes de Truffaut y podría terminar en Submarine de Richard Ayoade, pasando por Adiós, muchachos de Louis Malle y El club de los poetas muertos de Peter Weir, sin olvidarnos de Academia Rushmore de Wes Anderson. El colegio o instituto público ha dado históricamente menos juego: solo el más reciente cine francófono ha sabido aprovechar toda la carga explosiva que reside en estas instituciones (La clase, Profesor Lazhar, En la casa...).  

Pero la historia de Törless de Schlöndorff, tomada casi al pie de la letra de la del genial Musil, entronca con una larga tradición germánica: la novela de formación o Bildungsroman. Estas novelas se caracterizan por el descubrimiento del mundo por parte del adolescente: un descubrimiento que, desde el lado de la vida, va ligado a contrariadades, impulsos, ilusiones y desengaños, y desde el lado opuesto, o cuanto menos distante, de la reflexión, va acompañado del entusiasmo de las ideas y de algún que otro aprendizaje moral.  El descubrimiento del amor, la iniciación sexual, las primeras responsabilidades, el combate contra lo establecido y la duda que genera la discordancia entre el sujeto y el mundo...vamos, lo de siempre. La opera prima de Musil viene a ser un eslabón más en una larga cadena, pero un eslabón determinante, en cuanto que introduce en el mundo ya de por sí confuso de la adolescencia la ambivalente atracción por lo inconcebible, lo violento y lo prohibido. Aparecen así las dinámicas de crueldad-humillación, sojuzgamiento-servilismo, atecendentes del booling, y que tanto juego han dado en el cine alemán. La iniciación en la crueldad no es otra cosa que el tema clave de La cinta blanca de Haneke, y también de la cinta más recóndita Teenage Angst de Thomas Stuber (2008), que parece aludir al Törless musiliano directamente. Ese mismo juego sádico puede apreciarse en Ping-pong de Matthias Lutthart (2008), e incluso la reflexión sobre el adoctrinamiento y el servilismo adolescente (pero también extrapolable a nivel nacional) alcanza su culmen en La ola de Dennis Gansel. La película de Schlöndorff supone una inspiración de todos estos films en cuanto que introduce por primera vez la concomitancia entre educación reaccionaria, violencia y totalitarismo. La novela, en cambio, no es tanto una reflexión sobre la educación, ni mucho menos una advertencia contra los peligros del totalitarismo (en 1906 Musil poco sabía de cómo iban a ir las cosas a posteriori). Más bien supone un análisis de las desorientaciones en el crecimiento hacia la edad adulta, la libertad de pensamiento de la adolescencia, y también sus abismos, tentaciones y desórdenes.    

Robert Musil en sus años en la academia militar.
La película sortea algos charcos en los que se sumerge la novela, de una mayor densidad. En la novela se trata el tema de la homosexualidad adolescente: Törless interpreta en inicio como una fuente de dudas y tormentos interiores sus impulsos hacia Basini, interiorizándolos y naturalizándolos a posteriori; en la película, las "tribulaciones" homosexuales de Törless se insinúan con mucha elegancia, sin mostrarse claramente.  También en las relaciones con la prostituta Bozena la película introduce un aspecto nuevo: Bozena adquirirá un papel más maternal al dar amparo a Törless en su huida, cosa que no sucede en la novela. En ésta, el recuerdo del contacto de Törless con la prostituta es en todo momento un recuerdo vergonzante, pero también alumbrador, pues supone el descubrimiento para Törless de la posibilidad de otro mundo.


Pero quizá donde más alternativas plantea la película es en el trasfondo filosófico. Schlöndorff altera casi imperceptiblemente algunos diálogos, para introducir en ellos una reflexión sobre la génesis del nazismo que lógicamente no estaba presente en el libro. Beineberg encarna una y otra vez estos pensamientos, una especie de simplifación pre-SS de la filosofía nietzschiana, aludiendo a la violencia sistemática como una forma de acceso a un nível superior, previo despojamiento de la compasión humana. Reiting encarnaría en cambio la vertiente simplona del nazismo, sustentada en la brutalidad por la brutalidad. El discurso de Törless ante los profesores al final de la película muestra cómo éste ha comprendido que tras las vejaciones y la violencia no hay nada "sobrenatural", que no hay nada misterioso en los papeles del verdugo y la víctima, nada que hable de la condición humana, ningún tema literario, ni ninguna idea que pueda servir de coartada, sino que sucede sin más, como algo natural, inquietantemente natural, y por tanto posible. En una significativa y anacrónica alusión al presente de Alemania, Schlöndorff pone en boca de Törless que "no hay un muro que separe un mundo malo de un mundo bueno, sino una continuidad del uno al otro" (en clara alusión a la construcción del muro en 1961, separando el mundo"bueno" del "malo"). Törless concluye diciendo que lo único que se puede sacar en claro es que la brutalidad y la violencia puede darse en cualquier momento, y es necesario saberlo y estar prevenido. 



En la novela, el discurso final de Törless, si bien alude a la dialéctica de lo bueno y lo malo y su a veces indistinguibilidad, no está preñado de referencias históricas. Señala más bien que habita algo natural en lo inconcebible (algo inquietantemente natural en el contraste entre Bozena y su madre, o en la violencia a la que someten a Basini, o en sus propios impulsos homosexuales), de igual forma que hay algo animado en lo inanimado, y bajo todo pensamiento e idea late un sentimiento. Para ello es necesario ver el mundo quizá con dos ojos: uno dirigido a la claridad, otro dirigido a la oscuridad. Musil pone en boca de Törless sus propias contradicciones internas, y la inutilidad de buscar justificaciones literarias a ciertos impulsos oscuros: "Ahora todo ha pasado. Sé que me equivoqué. Ya no temo nada. Sé que las cosas son las cosas y que siempre seguirán siendo ellas mismas, y que yo las veré ora de una manera, ora de otra. Ora con los ojos del entendimiento, ora con los otros...Y ya no intentaré compararlas, cotejarlas..."



Los cambios introducidos por Schlöndorff en este aspecto vienen motivados por la voluntad de los artistas del Nuevo Cine Alemán de no eludir el tema del pasado inmediatamente reciente. Uno de los principios rectores del Nuevo Cine Alemán era la voluntad de afrontar el pasado nazi de cara, mostrándolo ya fuese metafóricamente, ya fuese directamente. Serán sintomáticos los intentos de Fassbinder o del propio Schlöndorff en este terreno. De esta forma, deposita en la novela de Musil pequeñas dosis de pre-nacionalsocialismo, de igual forma que tiempo después Haneke hará de La cinta blanca un estudio de los orígenes de la violencia en grupo de muchachos, que tiempo después presumiblemente formarían parte del movimiento nazi, o cuanto menos de sus simpatizantes.


Por último, señalar que la película de Schlöndorff tiene ese aire espontáneo y soñador, como el de una inocente fábula de tiempos remotos, que tenían las películas de su época, inspiradas en las nuevas sendas, tanto temáticas como formales, abiertas por la nouvelle vague. Con pocos recursos y una voluntad intimista logra captar la atención del espectador desde el principio. La narración se reduce a sus puntos climáticos, con algún que otro plano de un contemplativo Törless frente a la naturaleza. Schlöndorff logra dar intensidad a cada escena, a cada movimiento de cámara, sin que por ello pase por alto el abocetamiento - pero también la intensidad - que tiene toda primera película, o toda película juvenil. Con más crudeza y menos ironía recuerda a películas como Trenes rigurosamente vigilados del checo Menzel, o a las películas de Louis Malle (productor de la película). Con todo, a pesar de las pequeñas omisiones y los sutiles cambios operados sobre la novela de Robert Musil, la adaptación de Schlöndorff le hace sobradamente justicia, adaptándola en espíritu, y sirviéndose de la interesante actuación del joven alemán Mathieu Carrière en el papel de Törless para conseguirlo.