domingo, 28 de junio de 2020

MIS CINEASTAS PREFERIDOS (SEGUNDA PARTE)

Hace un tiempo escribí la primera parte de mis cineastas favoritos, nombrando tan sólo a cineastas fallecidos. ¿Quién escoger de entre los cineastas en activo para completar un top 10? Difícil tarea. Es más fácil juzgar y admirar a cineastas con trayectorias completadas, que a aquellos otros cuyas obras están todavía en plena evolución. Con los cineastas actuales es fácil caer en la dinámica del amor-odio, pues a la fascinación de una película le puede suceder, unos años después, la decepción ante otra. En general podría decirse que, dado mi carácter, pongo más “peros” a los cineastas en activo, me generan más dudas.

En un artículo de hace ocho años (del cual este actual es una actualización) elegí a cinco cineastas contemporáneos, algunos de los cuales hoy en día aborrezco. Lo más cómodo sería volver a elegir a los mismos, con tal de no pensar mucho.

Nuri Bilge Ceylan (Estambul, 26/01/1959) aparecía en aquel listado de hace ocho años y podría decirse que es el único que se ha consolidado firmemente en mi apreciación personal. El cineasta turco me parece que es el que mejor ha heredado una cierta tendencia del cine de autor del pasado, más contemplativa, a medio camino entre Antonioni y Tarkovsky, incluso superando en algunos momentos a sus maestros. Su cine comenzó siendo esencialmente fotográfico (como en Tres monos), buscando en algunos casos el morbo innecesario (la violación de Los climas), para ir dando paso, poco a poco, a una mayor hondura y humanismo. Para ello ha recurrido a los diálogos para construir la progresión dramática de sus películas (con una cada vez mayor intervención de su mujer, Ebru Ceylan), sin renunciar por ello a su sensibilidad formal, caracterizada por escenas construidas a partir de la combinación de planos  de diferentes escalas y angulaciones, acompañados de una sugestiva ambietación sonora. Érase una vez en Anatolia me parece una de las cimas del cine contemporáneo. Sueño de invierno El peral silvestre también contienen escenas impresionantes, aunque tienen una mayor tendencia a “sentar cátedra” mediante el recurso a diálogos sesudos. Sus personajes, cínicos y amargados por fracasos pasados y falsas promesas, son tratados aun así con indulgencia y sutil ironía.



Mi apreciación sobre Wes Anderson (Houston, 01/05/1969) ha ido cambiando con el paso del tiempo. Si bien en un inicio me parecía un director con un nutrido mundo visual, reconocible desde el primer plano, hoy en día le achaco cierta tendencia hacia la superficialidad decorativa. Lleva varias películas explotando su universo de guardarropía vintage, plagado de falsos intelectuales con spleen y adultos con infancias desatendidas. Para mi gusto, alcanzó su cima en Viaje a Darjeeling; posteriormente ha ganado en minuciosidad plástica, pero sus películas se han resumido a peripecias intrascendentes, con bellos envoltorios. Aun así ha mantenido el interés por esos personajes inmaduros e infantilizados, para los que los fracasos y tragedias pasadas son un accesorio de vestuario que disimular con una sonrisa forzada. The Grand Hotel Budapest fue su consagración entre el gran público: para mi gusto, le sobran persecuciones y le falta trastienda a los personajes, aunque sea una de sus mejores películas, especialmente por su estructura de cajas chinas. Por desgracia, su cine parece tener ya poca evolución. 



Me cuesta mucho más escribir de los otros tres directores que coloqué entonces en aquel listado apresurado: Michel Gondry, Christophe Honoré y Fatih Akin. De los primeros apenas he visto películas desde finales de la década anterior. Gondry, a día de hoy, me cansa enormemente.  La última película de Honoré en las carteleras españolas ha sido la interesante Vivir deprisa, amar despacio, una película de temática atrevida que, sin embargo, no se diferencia en gran cosa del cine de Ozon (aunque con un punto mayor de malicia). Por último, de Fatih Akin podría decir que, si bien hizo hasta hace diez años películas muy intensas e imperfectas, generacionales casi, la trayectoria posterior ha demostrado que fue un bluf. Hoy diría que han sido sustituidos por otros (aunque Honoré sea el más salvable de los tres).

Nanni Moretti (Brunico, 10/08/1953) se ha convertido con el paso del tiempo en un director con una voz cada vez más cercana. Por extrañas circunstancias, he acabado viendo casi todas sus películas, incluso aquellas de su primera etapa previa a Caro diario. Me fascina el vitalismo de Caro diario Abril, la escena de la danza en el set de rodaje de El caimán, e incluso el distanciamiento irónico y el hosco fanatismo de su primera etapa, a pesar de algunas escenas irritantes y algunas directamente plagiadas (todo el segmento de los médicos de Caro Diario, fusilado al Allen de Hannah y sus hermanas). Las escenas del instituto y de la televisión de su irregular Sogni d'oro figuran entre mis preferidas. También toda la parte inicial de Caro Diario y algunos segmentos de Abril. Su cine es formalmente accesible, con una puesta en escena invisible, de forma que su “neoclasicismo” a veces puede confundirse con cierta inanidad formal, lo que añadido a cierto histrionismo interpretativo (en especial de Silvio Orlando), lo que dota a sus películas de cierta pátina de telefilm de sobremesa. Esto es apreciable fundamentalmente en sus últimas películas, más decantadas hacia el melodrama. Pero en su gusto por la digresión, por la combinación de elementos discordantes, por la fidelidad a sus filias personales, por su humor soft y por su marcado sentido metalingüístico, es plenamente moderno. 


A partir de Una paloma se posó sobre una rama a reflexionar sobre la existencia, otro cineasta que incluiría en esta lista sería Roy Andersson (Gotemburgo, 31/03/1943). Sus películas muestran un universo construido y recluido en sí mismo, en el relucen toda una serie de elementos que estimulan mi interés: el juego constante con colores apagados (a la manera del color de las películas de Ozu o de Tati), una desesperanza que motiva la risa congelada y la ironía, escenas en las que prima el absurdo, interés por los detalles anodinos que proporcionan alegría a la vida, anacronismos históricos, planos generales que invitan al espectador a escoger dónde mirar... Es un cineasta con un estilo propio llevado a sus últimas consecuencias, marcado claramente por la artificialidad. A partir de la sucesión de gags, de viñetas deslavazadas, hilvanadas con alguna que otra historia que crea una precaria continuidad, su cine es capaz de hablar del paso del tiempo y las esperanzas truncadas con un hondo humanismo, no exento de cierta crueldad. Su mejor película es La comedia de la vida, aunque la escena de la llegada del rey sueco Carlos XII en un anodino bar contemporáneo de Una paloma...es insuperable.


El último puesto lo dejo vacante. Hay varios cineastas que me gustan a día de hoy, pero que temo que me defraudarán mañana. No sabría decantarme por un director concreto para ocupar ese último puesto de "directores vivos". Posibles candidatos: Alice Rohrwacher, Marco Bellocchio, Abel Ferrara, László Nemes, Pawel Pawlikowski, Christophe Honoré, Víctor Erice...