sábado, 26 de febrero de 2022

LO DE UCRANIA

No tengo la fórmula secreta para desvelar la causa primordial del conflicto. No sé cuál es. Tampoco sé cuáles serán sus consecuencias. Inicialmente yo era de los que compartía la visión de que los Estados Unidos y la OTAN estaban forzando la máquina, intentando cercar a Rusia con la connivencia de un gobierno surgido de los rescoldos del movimiento fascistoide del Euromaidán, un gobierno agresivo e intolerante con la población rusa. Joe Biden estaba buscando una nueva provocación, volviendo a las andadas de la política desestabilizadora de la anterior administración demócrata, el nefasto legado de Hillary Clinton. La posible invasión se la estaban inventando, simplemente.

Esto era lo que pensaba, de lo que estaba convencido. Pero el discurso de Vladimir Putin del pasado lunes dio un nuevo cariz a la situación. En ese delirante discurso, de una duración my castrista y un espíritu algo borbónico, Putin ponía en duda la legitimidad de la existencia de un estado ucraniano soberano, atribuyendo su origen a arbitrarias decisiones administrativas de los bolcheviques, refrendadas por Stalin y Khrushchov. Con agresividad negaba de un plumazo la posible existencia de un estado que, con sus injusticias y sus errores, sus corruptelas y sus miserias, lleva existiendo treinta años en Europa. 

Los actos del jueves me pillaron de sorpresa, en la cama como a todos, siendo la constatación de que el delirio se convertía en realidad. Más allá de la escasa simpatía que me despertaba el gobierno ucraniano, la acción de Rusia era principalmente una agresión injustificada, la propia de una nación imperialista, destinada a destruir un estado ya asentado en Europa. 

La guerra, iniciada por la irresponsabilidad homicida de Putin, va a alargarse irremediablemente por la voluntad del gobierno ucraniano de resistir a toda costa, armando al pueblo. Pero, ¿queda otra opción? Resultan vomitivas las imágenes de la líder de la revolución naranja empuñando un fusil, pero ¿es legítimo aceptar sin más la desaparición de un estado, simplemente por el argumento de que es “artificial”? Todo parece llamar al heroísmo (ya se sabe, el No pasarán), pero tengo mis reservas. Me gustaría creer en la imagen creada por la propaganda, que vende la defensa del país como una lucha desigual de voluntarios contra el imperialismo (¡me recuerda tanto a Pérez Reverte ensalzando a los croatas!), pero bien sé que la gente normal intentará sobrellevar la situación lo mejor que pueda, escabulléndose si es posible, y solo las ratas, los fanáticos y los asesinos acabarán imponiéndose en el seno de ese ejército de voluntarios. 

La guerra acabará convirtiéndose en una carnicería, a menos que sea corta. No tengo ni la menor idea de cuánto durará. La propaganda actual se empeña en decir que el avance ruso se ha estancado: puede ser. La Unión Europea ha esperado unos días con frialdad para ver si en realidad "merecía la pena" implicarse un poco. Ahora parace que el momento de la soledad de Ucrania va a ser más corto de lo que se esperaba, ya que la rendición no ha sido inmediata, y muchos han olido la posibilidad de hacer negocio. Al desagradable viejo que gobierna en Washington se le han erizado las orejas. Y de nuevo será  la población civil la que quede atrapada en un fuego cruzado de nacionalismos que se niegan recíprocamente la existencia, espoleado por la escoria habitual que se ve animada en situaciones de este tipo. Porque de eso, y de no otra cosa, va esta guerra, más allá de lecturas geopolíticas de tablero de ajedrez y sesudos hilos de twitter: la cosa va de dos nacionalismos que niegan mutuamente su existencia, dos nacionalismos que han crecido entre vecinos a fuego lento (los peores), con apelaciones nebulosas a la historia, con sus etnias, sus batallitas y sus sitios escogidos. La típica basura de siempre. Y uno de esos dos nacionalismos, el más poderoso, el que está encabezado por un líder que parece haber dado un paso bastante decidido hacia la demencia (pues en la autocracia ya se situaba), es el que ha tomado la iniciativa. A pesar de sus apelaciones a la desnazificación, en su cabeza está la recuperación de unos límites de Rusia que mucho recuerdan al Lebensraum o a la Gran Serbia de antaño. Para ello no ha dudado emprender toda una Blitzkrieg que recuerda tanto a los peores momentos de Europa.