jueves, 26 de octubre de 2023

40 AÑOS

 Hace diez años realicé, con motivo de mi trigésimo aniversario, una selección rápida y poco reflexionada de 30 objetos culturales o lugares que habían marcado mi vida, por decirlo de un modo un tanto pedante y grandilocuente. Ahora, cumplidos los cuarenta, me dispongo a hacer lo mismo, por aquello de mantener las tradiciones creadas a lo largo de una vida. Repito la elaboración de la lista con la única norma autoimpuesta de no repetir ningún elemento que apareciese en la antigua lista de los 30, seleccionando esta vez, con la misma premura y falta de reflexión, 40 objetos culturales, lugares y acontecimientos que me han llamado la atención de alguna u otra forma, sin que ello signifique, ni mucho menos, que sean los mejores, los imprescindibles, los más importantes, ni los más nada. Es más, quizá mañana, en otras circunstancias, podría elaborar una lista completamente diferente. Así que tómese esta lista por lo que es: un mero divertimento fútil, sin pretensiones canónicas, y sí con mucho de efímero.  


5. libros

1. Rascacielos (J.G. Ballard, 1975). Este librito debe ser interpretado como una gran broma. Gélida, eso sí. La prosa precisa y burlona de Ballard describe con gran frialdad el proceso de degeneración física de un rascacielos de reciente construcción. Con el paso de lo días, los vecinos dejan en suspenso todo límite moral o cultural, desatándose una lucha tribal entre clanes, con una clara lectura social: la clase baja de los pisos inferiores, representada por el salvaje Wilder, la clase media representada por el acomodaticio Laing y la clase alta de los pisos superiores y del ático, representada por el distante Royal.





2. Guerra y guerra (László Krasznahorkai, 1999). Un inadaptado e ingenuo archivero de un pueblo perdido de Hungría descubre un deslumbrante manuscrito, tomando la decisión de compartirlo con el mundo. Para ello considera oportuno abandonar toda su vida y viajar a Nueva York, a la capital cultural mundial, para pasar a limpio el manuscrito en internet. Ese misterioso manuscrito, contado siempre en boca de Korin el archivero, es un canto a la belleza del mundo antes de los momentos de destrucción. 





3. Confesiones de una máscara (Yukio Mishima, 1949). Un bildungsroman sobre la ambivalencia y la indefinición sexual de un joven de buena familia en unos tiempos bastante convulsos para Japón. La historia es un trasunto de la vida del propio autor, dolido por ser declarado no apto para la guerra (sí, era un facha) y contrariado por sus deseos homosexuales y su gusto por la violencia. Es uno de esos libros que, como los anteriores, tiene una prosa para paladear, además de una dosis equilibrada de lirismo y cinismo. 




4. The Sonnets (William Shakespare, publicados en 1609, escritos seguramente entre 1593 y 1597). Invoco ahora a la gran figura sin discusiones de la literatura mundial, o cuanto menos anglosajona, con una de sus obras no tan conocidas, al menos no tanto como sus piezas teatrales. No soy yo un especial amante de la literatura anglosajona y mucho menos de ese idioma, pero estas piezas de Shakespeare destacan por su modernidad prosaica, por la capacidad para crear potentes imágenes, por su sentido del humor e incluso por la reiteración un tanto tediosa de algunos temas. Incluso estos sonetos tienen personajes, enigmáticos y esquivos, solo creados a partir de la voz del poeta: un triángulo amoroso, de rivalidades y pasiones, formado por el Fair Youth, la Dark Lady y el Rival Poet



5. La extracción de la piedra de la locura. Otros poemas (Alejandra Pizarnik, 1968 - 1971). Y finalizo la parte de la literatura con otro libro de poesía. Poesía y relato corto, para ser sinceros. Cuánta oscuridad, cuantas tinieblas, cuántas noches de pesadilla loca, con lobos y muñecas martirizadas, hay en los versos y en los cuentos de Pizarnik, sobre todo en ese estremecedor relato sangriento sobre Madame Bathory, que habría hecho las delicias del mismísimo Sade. 









5. obras de arte

6. Ajuar funerario de tumba KV62, perteneciente a Tutankamón (1334 - 1325 a.C.). Tengo que reconocer que nunca fui un gran admirador del arte egipcio hasta que lo vi en directo: y más que por el lujo exótico que se le asocia, todo ese oropel vomitivo que tanto ha explotado Hollywood y sus idólatras, lo que más me llamó la atención del arte egipcio fue su clasicismo. Está todo el arte occidental resumido y condensado en los tres largos milenios de civilización egipcia. Así que, a la hora de elegir, me quedo con todo lo relacionado con Tutankamón: no por el misterio que desprende su figura, sino por el revoltijo de objetos que encontró Carter al abrir su tumba. Me encanta ese desorden, la acumulación desbordante y psicótica que hay detrás de todo ello. La máscara, el sarcófago, las joyas, la silla, los juegos de mesa, el chacal, los guardianes, los carros: todos ellos objetos deslumbrantes y cotidianos de un mundo perdido.




7. De Staalmeesters (Rembrandt van Rijn, 1662). ¿Nos están realmente mirando? Siempre me lo pregunto. He tenido la oportunidad de ver esta obra en dos ocasiones, y en ambas me he quedado pensativo, paralizado, como si esos personajes retratados por Rembrandt, los síndicos de los pañeros, me observasen (e incluso me recriminasen algo con la mirada) desde su mundo ya perdido. Las obras de Rembrandt siempre nos interrogan. Hay pocas pinturas que capten tan bien un instante efímero como esta. 




8. La boda campesina (Pieter Brueghel el Viejo, 1568). Las Bodas de Canaán flamencas, con el humor característico de Brueghel, así como con su dominio de la composición y el color. Podría escoger cualquier obra de Brueghel, puesto que son obras en las que demorarse en sus  innumerables detalles (el fondo abarrotado del pajar, la cara de lelo del novio, la rebanada de pan con mantequilla, ya mordida, sobre el regazo de la niña en primer término...). Sin embargo, la miríada de detalles no apabulla, sino que está contrastada por la rotundidad, por el peso casi clásico, de sus figuras. Brueghel hizo de sus vulgares paisanos precedentes cómicos de aquellas esculturas soviéticas de campesinos épicos.  





9. El friso de Beethoven (Gustav Klimt, 1902). Este ciclo responde a una época, marcada por el simbolismo y la misoginia. La obra es un reflejo de los delirios de grandeza de la época, así como el anhelo de una tímida liberación sexual, ensombrecida por pesadillas sifilíticas. Destacan las líneas sinuosas, la palidez y delgadez de los cuerpos femeninos, los toques dorados y, sobre todo, la brutal bestia, mitad mono, mitad serpiente emplumada, rodeada de cadáveres. Esa figura del mono bestial siempre me ha cautivado, me considero un ferviente admirador de esa bestia. 






10. Invasion (Martha Rosler, 2008). Vi esta obra hace unos años en el IVAM, en concreto en 2019, un año en el que, aparte de trabajar yo justo al lado (pudiendo ir al museo en los tiempos muertos), se dio la casualidad que hubo una concatenación deslumbrante de exposiciones. Esta obra me llamó poderosamente la atención, y curiosamente no he investigado nada más desde entonces sobre ella, ni de la autora ni de su origen. (En realidad la he rescatado esta misma mañana de uno de los folletos que conservo de aquel día y la he puesto para, en primer lugar, poner una mujer, y en segundo, poner una obra de una artista que ni siquiera yo conozco y cuyo nombre no recordaba hasta que lo he vuelto a leer). 






5. discos



11. Tenco (Luigi Tenco, 1966). Siempre me he sentido atraído por la canción melódica italiana, de la que quizá Tenco sea su ángel triste y su poeta maldito. En este disco se compendian sus mejores canciones y en los diferentes registros de su voz se aprecia todo lo que podría haber dado de sí, de no haberse quitado la vida de un tiro en la cabeza, solamente un año después. El mood de Tenco oscila de la melancolía de algunas canciones (Lontano, lontano; Un giorno dopo l'altro), no exentas de lucidez, a la rabia e indignación ante las injusticias de otras, en consonancia con la moda de la época. El quiebro final de la voz de Come tanti altri está cargado de oscuridad.







12. Tranquility Base Hotel & Casino (Arctic Monkeys, 2018). Este disco, en el que está todo bien (la música, la voz, el diseño), me recuerda al futuro. O más bien a la visión que se tenía del futuro en el pasado, como en 2001, una odisea en el espacio. Durante un tiempo lo escuché demasiado al ir al trabajo y quizá por eso hoy lo tengo algo olvidado, pero me fascina esa mezcla rara entre viaje a la luna, baladas de crooner y descripción de un hotel. Está claro que es obra de alguien inspirado en su infancia-adolescencia por el llamado efecto 2000, aquella fascinación expectante por el nuevo milenio, que se prometía plagado de viajes al espacio y modernidades setenteras, y que luego, a la hora de la verdad, no nos deparó ni un mísero fallo informático global.  




13. Giubbe rosse (Franco Battiato, 1989). Es difícil escoger solo un disco en la prolífica carrera de Battiato, en la que abundan las letras fascinantes, casi siempre a mitad camino entre la poesía, la mixtura de referencias cultas y referencias pop y la enumeración de recuerdos, al modo de un Amarcord musical. En cada uno de los discos del Maestro, sobre todo los que van de 1979 a 1991, hay dos o tres canciones geniales. Me quedo finalmente con este de versiones en directo, ya que recopila algunas de sus piezas más icónicas (Voglio vederti danzare, Centro di gravità permamente), incluyendo además esa magnífica obra titulada Mesopotamia, que no figura en ninguno de sus discos de estudio, pero que contiene uno de sus versos más sublimes, a modo de pregunta sin respuesta: Che cosa resterà di me, del transito terrestre, di tutte le impressione che avuto in questa vita?.  






14. Unidad de desplazamiento (Los Planetas, 2000). Cuando se habla del conjunto granadino, los entendidos suelen hacer referencia a Una semana en el motor de un autobús como su disco principal. No les falta razón, ya que se trata de un disco genial a su manera, a pesar de ser una defensa de la vida politoxicómana. Sin embargo, he escogido su siguiente disco, ya que fue el primero que escuché de ellos. Cuenta con ese gran himno a la cotidianeidad (y a la drogadicción) que es Un buen día, con referencia incluida a Mendieta, y algunas de sus mejores piezas de su vertiente místico-politoxicómana, como En tierras altas. Otro de sus momentos más intensos es Santos que yo te pinté, en el que se fusiona su vertiente más sanjuandelacruciana con la pasivo-agresiva tan habitual (y denunciable) del grupo. Me gusta además la pieza instrumental que abre el disco, Flotando sobre loscos, que introduce al oyente en un territorio inestable, brumoso y complejo. 





15.  Duat (Cuchillo, 2010). Este disco lo recuerdo de un breve periodo oscuro de mi vida, no demasiado intenso en cuanto a tinieblas, todo sea dicho. El disco está muy bien, es breve y prácticamente todo instrumental: tiene buenos momentos, no como el siguiente disco del grupo catalán, que ya me gustó un poco menos, aunque fuese más solar y divertido. Este toma el título del inframundo egipcio, ese reino de las tinieblas en el que el dios solar tiene que abrirse paso a machetazos (es un decir). Tiene la pastosidad de una pesadilla acuosa que no se disipa del todo, dejando un olor a terreno brumoso en el que es difícil caminar, con destellos de luz que recuerdan un poco a Popol Vuh, aquel grupo de krautrock alemán que acompañaba con su música a las películas setenteras de Werner Herzog. 






5. películas

16. Lazzaro felice (Alice Rohrwacher, 2018). En este ejemplo de neorrealismo mágico actual se compendian algunos de los grandes temas del cine italiano de siempre: las relaciones sociales, lo rural, el interés por los vagabundos, la representación de la bondad incontaminada, el engaño, la fantasía... A veces es difícil empatizar con el candor excesivo de Lazzaro, que raya la idiotez, también con la verborrea embaucadora de Tancredo, pero estos detalles otorgan la distancia necesaria para hacer de esta obra una fábula y un reflejo poético del mundo, que a veces recuerda a aquellas películas de Pasolini con Totò. 






17. Bad Lieutenant (Abel Ferrara, 1992). Siempre que veo esta película me pregunto cómo el personaje principal puede seguir con vida después de una ingesta tan brutal y continuada de todo tipo de drogas. Cocaína, heroína, crack, ludopatía desenfrenada, un poco de sexo turbio e incluso un asalto sexual con abuso de poder de por medio...Harvey Keitel está en estado de gracia, sin filtros, completamente expuesto, y me encanta por ello. Pero lo que realmente más me gusta de la película es el seguimiento de los partidos de la final de béisbol (en serio).






18. Love exposure (Sion Sono, 2008). Es una película larga, que ha sido superada en muchos aspectos (ay, esa denunciable sexualización constante de las jovencitas en el mundo japonés), pero es difícil no quedar atrapado por la maraña de temáticas dispares que mezcla con asombrosa naturalidad (amor adolescente, la visión irónica de la confesión y del pecado, el mundo del hentai japonés, catolicismo y sectas, travestismo, violencia tarantiniana y un poco de comedia de enredo). Reconozco que es una peli de frikis, quizá excesivamente. Pero me gusta ese constante juego entre el pudor, el voyeurismo  (es difícil olvidar al príncipe de los pervertidos) y la constante ambigüedad sexual.
 




19. Aftersun (Charlotte Wells, 2022). Es película intensa (intensita incluso, dados los tiempos que corren), pero también sincera y autobiográfica. Me gusta que renuncie a efectismos y a dramatismos excesivos, y que en muchas ocasiones sea una película de ver la vida pasar. Pero ese discurrir está marcado por el doloroso contraste entre la vitalidad y curiosidad de la niña y los bajones depresivos de su padre. Para rematar, es una película con grandes hallazgos visuales. Tengo que reconocer que es una película sobrecogedora.




20. Only yesterday (Isao Takahata, 1991). Es pensar en Takahata e inmediatamente siento como si algo se me hubiera metido. en los ojos. Está en una cima inalcanzable para mí en cuanto a bondad y humanismo... Pero antes que la dolorosa La tumba de las luciérnagas, una de esas películas de un solo visionado (por lo devastadora que es), me quedo con este cuento de aceptación y maduración, y rememoración de los sinsabores y aprendizajes dolorosos de la infancia, realizado con una sensibilidad exquisita y una capacidad para remover los sentimientos internos (al menos los míos) muy efectiva.  





5. programas de la tele 

21. Intro de Bola de Drac (Akira Toriyama, emitido en Canal 9 a partir de 1991). Ahora no la reponen al considerar inadecuada la sexualización constante de los personajes femeninos, y me parece buena decisión. Pero su intro es difícil de olvidar para un niño crecido en los noventa, dado el magnífico y dinámico dibujo de Akira Toriyama, así como la pegadiza canción en valenciano.




22. The Simpsons (solo la edad de oro, temporadas entre 1991 y 1998 aproximadamente). Uno se da cuenta de que se hace viejo cuando las referencias a los Simpsons, aquellas de la edad de oro, son incomprensibles para las nuevas generaciones. Cuántos personajes inolvidables, cuántas citas cinéfilas, cuantos momentos random que vienen a la cabeza. Es una pena que una serie así haya tenido una decadencia tan prolongada. Recuerdo todavía el primer capítulo que vi, allá por 1992, Viva la vendimia. En aquel capítulo, un estudiante de intercambio albanés fotografía toda la central nuclear, gracias a la ineptitud de Homer, mientras Bart viaja a Francia, donde lo explotan unos borrachos franceses.  




23. ¡Qué grande es el cine! (emitido entre 1995 y 2005). Quizá muchas de las opiniones de la tertulia del programa me resulten hoy un tanto anticuadas e incómodas, y nunca compartí la fascinación del grupo por el cine clásico (de Joguar Jocs), pero era un placer escuchar a Garci con su lista de acontecimientos de cada año y a Miguel Marías con su voz profunda, su pipa y sus siempre certeras y concisas observaciones. También a Lamet con su voz nasal y sus loas a Antonioni. Allí debía oler a cerrado, con tanto hombre y tanto cigarro, pero la verdad es que aprendí mucho de cine con ese programa.




24. El día después (en su versión con Nacho Lewin y Michael Robinson, entre 1992 y 1993). De este programa sobre fútbol recuerdo sobre todo un especial sobre los grandes futbolistas de todos los tiempos (Di Stefano, Pelé, Cruyff y Maradona) que grabamos en casa en VHS. Lo podría hoy citar de memoria. También recuerdo con mucha intensidad la sección de Lo que el ojo no ve, que era motivo de conversación al día siguiente en clase, así como la maqueta del estadio de Atocha. Y cómo no, al añorado Michael Robinson.




25. Retransmisiones del Giro de Italia en Telecinco (1993, 1994 y 1995). Los comentarios en el plató de J.J. Santos eran insoportables y patrioteros, al igual que los incisos técnicos de Oswaldo Menéndez y Jaime Ugarte. Eran los años de la indurainmanía, e incluso un niño como yo se daba cuenta de la parcialidad un poco forofa de los comentaristas. ¡Pero era el Giro, era Italia en primavera, en directo, en las tardes de junio cuando no había que ir ya a la escuela! Eran Argentin, Ugrumov, Berzin, Pantani y todos los demás, en los años buenos de Telecinco, cuando también daban los Caballeros del Zodiaco: una inolvidable experiencia.





5. lugares

26. Sala Nova del Palau de la Generalitat, València (1540 - 1593). Todo el Palau de la Generalitat me gusta y aprecio notablemente que se abriese al público desde 2015. Durante mucho tiempo constituía un recuerdo de la infancia, de una de aquellas visitas escolares, pero desde 2015 entro siempre que veo sus puertas abiertas (temo que lo vuelvan a cerrar al público en cualquier momento). Sin duda es la Sala Nova lo que más me gusta. Todo en ella es hermoso: el pavimento, la cerámica del zócalo, el artesonado y, sobre todo, sus pinturas de los tres estamentos del reino foral de València, el braç militar, el braç eclesiàstic y los representantes de las ciudades, sobre la quatribarrada




27. Biblioteca Pública de València, antiguo hospital (1547). Antiguo hospital psiquiátrico, uno de los más antiguos de Europa, no figura en la lista por ese detalle. Ni siquiera por su arquitectura, aunque cuente con un bonito espacio cupulado central. Actualmente es una biblioteca, una de las más grandes de la ciudad, ubicada en el centro, y uno de mis lugares preferidos, refugio de estudiantes, vagabundos y jubilados, pero también espacio de tranquilidad y lectura en una ciudad que muchas veces le da la espalda a la calma y al sosiego. 




28. Ouden Haven y Kubuswoningen, Rotterdam. Solo he estado en una ocasión en esta ciudad, pero me pareció un viaje al escenario de La naranja mecánica. Al poco de llegar a la ciudad, tuve la sensación de encontrarme en un centro comercial al aire libre, bastante soso; pero a medida que nuestro paseo progresaba, fui descubriendo lugares insólitos: el estrafalario mercado, a modo de túnel, con unos dibujos gigantescos de frutas; las viviendas cubo, todo un viaje al futuro imaginado en los setenta, y, sobre todo, el reducido puerto antiguo, un mezcla extraña de modernidad y tradición, un lugar de especial magnetismo y calma en el que disfrutar del atardecer con una buena cerveza. 





29. Museo del Prado. Es un lugar en el que me siento cómodo, aunque me moleste un tanto la solemnidad que lo rodea. Es un lugar en el que, a pesar de sus multitudes y de todos los actos que intentan asociarlo de forma grandilocuente a la marca España, puedo sentirme solo y en paz, completamente arropado. En él, en sucesivas visitas he encontrado un lugar en el que demorarme en la contemplación de ciertos cuadros, que no han tenido cabida en la sección correspondiente: El jardín de las delicias de El Bosco y todas las pinturas negras de Goya. 




30. Koppenberg. He puesto muy poco de mi obsesión por el ciclismo en esta lista. Tengo que resbalar y caer de alguna forma en esta filia mía, que me arrebata tanto tiempo. Mi segundo viaje a Flandes, realizado hace unos años, no tuvo más objeto que visitar algunos lugares señalados del Tour de Flandes así como dos museos de ciclismo. Pero más allá de eso, en la cima del Koppenberg (apenas una colina) hallé una sensación de paz difícilmente descriptible. De no haber sido así, el Koppenberg no habría aparecido en esta lista. Sentí algo parecido a la sensación de duración de la que hablaba Peter Handke. La luz dorada de un atardecer de verano penetraba tímidamente entre los árboles e iluminaba el prado contiguo, donde pacía una vaca silenciosa, mientras un ligero viento mecía suavemente las ramas: lo describo y me siento otra vez allí.




5. personajes de cómic

31. Ocatarinetabelachitchix, personaje corso de Astérix y Obélix (Astérix en Córcega, Uderzo & Goscinny, 1973). De Astérix y Obélix siempre me gustaron sus caricaturas nacionales. Era la forma con la que la dupla de Uderzo y Goscinny creaban cierto sentimiento europeísta entre los niños a través de los estereotipos: el niño español, orgulloso a más no poder, que a la mínima no respira; Petitsuix el helvecio, jovial y amante del queso; los bretones, que hablan extraño y juegan con una calabaza...De todos ellos me quedo con el personaje corso Ocatarinetabelachitchix, líder de clan de mirada penetrante, con la navaja siempre preparada cuando desafían su honor y amante de los quesos apestosos. 




32. Ryuk, el shinigami de Death Note (Tsugumi Oba y Takeshi Obata, 2003 - 2006). Este manga se centra, en sus primeros volúmenes, en la rivalidad intelectual entre Light Yagami, el estudiante justiciero, y L, el detective en la sombra. Pero más que en ellos prefiero centrarme en Ryuk, la criatura del averno que deja caer el cuaderno de muerte en el mundo de los vivos para matar su aburrimiento. Observa con placer cómo se va enrevesando la trama y cómo cada vez se lía más gorda. Más allá del cinismo psicópata de Light Yagami (que también atrae lo suyo) y de la perspicacia de L, la socarronería de Ryuk es de lo mejor del manga. 




33. Gaston Lagaffe, personaje de André Franquin entre 1957 y 1990. Podría haber elegido cualquier dibujo de Ibáñez, pero prefiero su referente auténtico. Gaston es un personaje que me gusta, quizá el que me es más afín de todos los aquí representados: perezoso e ingenioso a partes iguales, su vida consiste en inventar artilugios para poder dormir un poco más durante su horario de oficina, algo por lo que yo vendería mi alma al diablo. Tiene también una vertiente protowoke, pacifista y ecologista, que lo hace casi un pionero: ¿cómo no amarlo?




34. Pompeo, de Los últimos días de Pompeo (Andrea Pazienza, 1987). El personaje más representativo de la obra de Pazienza es Zanardi, un tipo descreído y malvado, un auténtico delincuente y casi un depredador sexual. La pericia artística de Pazienza siempre es sobresaliente, pero Zanardi es un personaje demasiado oscuro, demasiado ambiguo moralmente para que me atraiga (es un auténtico hijo de puta con el que es muy complicado empatizar). Seguramente el propio Pazienza, un genio del dibujo, tuviese también él esa vertiente hijodeputesca. Me quedo por tanto con Pompeo, un personaje algo más amable, politoxicómano como el propio Pazienza, del que es un poco un autorretrato. 




35. Sakamichi Onada, Shunsuke Imaizumi y Shoukichi Naruko, personajes principales de Yowamushi Pedal, creado por Wataru Watanabe (a partir de 2008). Esta manga de ciclismo ha sido una fuente de inspiración innegable, pues un poco de forma inconsciente, me inspiré en los personajes de Imaizumi (el moreno serio) y Naruko (el pelirrojo extrovertido) para mis Pisa y Serra. El personaje de Onada, protagonista de la serie, es un poco menos atractivo: una especie de Nobita en bicicleta. 




5 periodos (con sus acontecimientos)

36. Periodo 1983 - 1991




"¡Que te pego, leche!" (03/05/1989).
Estreno en España de Teenage Mutant Ninja Turtles, seguramente la primera película que vi en el cine y de la que no recuerdo absolutamente nada (30/11/1990). 
Dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente, por el caso Guerra (enero 1991). En esa época era fan acérrimo de el Guerra
Independencia de Eslovenia y Croacia (25/06/1991). Comienzan a aparecer nuevos países en Europa como setas. 
Boris Yeltsin se sube a un tanque, no entiendo muy bien lo que pasa (20/08/1991).


37. Periodo 1991 - 1999



Se acaba la URSS (26/12/1991). Hasta el momento había sido también un fan acérrimo de Gorbachov (me gustaba pensar que en la mancha de su calva se reproducía el mapa de la URSS en rojo). 
Sitio de Sarajevo (abril 1992 - febrero 1996), la primera guerra que veo por la tele. Supongo que iba con los bosnios. 
El arquero acierta en el pebetero en la inauguración de Barcelona '92 (25/07/1992). Es el verano de Curro y Cobi. Mis padres me llevaron a Barcelona y luego a Sevilla. Recuerdo ver en directo a Javier Sotomayor, el saltador de altura cubano, y a los ex-soviéticos (la efímera CEI), que competían de verde oscuro como Equipo Unificado. Comencé a pensar en Catalunya como una civilización superior porque tenían Cacaolat y no Choleck. En Sevilla recuerdo ser acribillado por múltiples mosquitos. Me fascinó el pabellón de Japón (mucho tiempo después descubriría que era obra de Tadao Ando) (julio-agosto 1992).
Separación pacífica de República Checa y Eslovaquia. Más países en el mapa. (01/01/1993) 
Voladura del puente de Mostar (09/11/1993). 
La propaganda electoral de los doberman. Gana Aznar (marzo de 1996). 
Jesús Gil se lía a hostias con los del Compostela (08/03/1996). En clase nos aprendemos el diálogo de la pelea de memoria.   
Rebelión en Albania. En la tele se ve mucho descontrol por las calles (enero - agosto 1997).
Liberación de Ortega Lara, con chandal granate y barba larguísima. Sacan en la tele el zulo. Abandono mis fantasías infantiles de interés y obsesión por los escondites y los espacios reducidos (01/07/1997).
Concentración en el pueblo, en pleno veraneo, contra el secuestro de Miguel Ángel Blanco (13/07/1997). 
Vera y Barrionuevo entran en la cárcel (10/09/1998). 
Bombardeos de USA y Reino Unido en Irak, en clase de 2º de BUP especulamos sobre las profecías de Nostradamus y el fin del mundo (diciembre de 1998).
Bombardeos de la OTAN sobre Belgrado (marzo-junio 1999). 


38. Periodo 1999 - 2007



El "efecto 2000" no es para tanto (paso de 1999 a 2000).
ETA asesina a Ernest Lluch (21/11/2000). 
El día que todo el mundo recuerda dónde estaba (y precisamente la mayor parte estábamos viendo la tele) (11/09/2001).
La boda hortera de la hija de Aznar (05/09/2002). 
"Unos hilillos de plastilina" (05/12/2002).
Movilizaciones contra la guerra de Irak (enero - marzo 2003).
La foto de las Azores (16/03/2003).
Ejecución de Sadam Hussein (30/12/2003).
El otro día en el que todo el mundo, al menos en España, recuerda dónde estaba (11/03/2004).
Fidel Castro se mete un hostión al finalizar un discurso (21/10/2004). 
Accidente en el metro de València, en la línea 1 (que solía coger mucho en aquellos días) poco antes de la parada de Jesús. Hay 43 fallecidos, a cuyas familias se intentará comprar su silencio (03/07/2006).


39. Periodo 2007 - 2015


"Ni en desiertos remotos ni en lejanas colinas" (07/11/2007).
"¿Por qué no te callas?" (10/11/2007).
El chupito de veneno con el que se suicida Slobodan Praljak (29/11/2007).
Asesinato de Alexis Grigoropoulos (06/12/2008).
Protestas en Irán por la manipulación electoral (junio 2009). Recuerdo leer artículos sobre el tema en el periódico. 
Agresión a Berlusconi con una miniuatura del Duomo (13/12/2009).
Detención de Bernie Madoff (12/12/2008).
Estado de alarma por la huelga de controladores, yo me quedo en tierra (04/12/2010).
Dimisión de Hosni Mubarak (11/02/2011).
Strauss-Kahn detenido en Nueva York por violador (14/05/2011).
Linchamiento a Muamar al Gadafi (20/10/2011).
"Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir" (18/04/2012).
"Què coi és la udef? (11/01/2013). 
Atentado contra los dibujantes de Charlie Hebdo y una tienda kosher en París (07/01/2015).
"El caloret faller!" (25/02/2015). 
"¡Qué hostia!...¡qué hostia!" (05/05/2015)



40. Periodo 2015 - 2023




Atentado de la sala Bataclan (13/11/2015).
Una alumna me informa en mitad de clase de que se ha muerto Rita Barberá (23/11/2016).
"Cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el beneficio político el suyo" (13/06/2017). 
DUI el día de mi cumpleaños (27/10/2017).
"Thin and handsome" (12/06/2018).
Salida de Franco del Valle de los Caídos (24/10/2019). 
"Esto es un adoquín" (05/11/2019).
"Uno o dos casos aislados" (20/01/2020). 
"Stop the count!" (05/11/2020).
Los redneck toman el Congreso de los Estados Unidos (06/01/2021). 
Me despierto con las imágenes en el móvil de las columnas de tanques rusas invadiendo Ucrania (24/02/2022). 
En el discurso de anexión de las repúblicas de Lugansk, Donetsk, Zaporiya y Jerson, Putin aprovecha para meter su cuñita homófoba (30/08/2022).
Ataque por sorpresa de Hamas en territorio israelí, con múltiples asesinatos y toma de rehenes (07/10/2023). 

(Esta entrada debería haberse publicado en los primeros minutos del día viernes 27 de octubre, pero por precipitación mía, ha sido publicada en los últimos minutos del jueves 26 de octubre. No pasa nada. Habrá que esperar otros diez años para hacerlo bien).

viernes, 20 de octubre de 2023

ALGUNAS PELÍCULAS VISTAS, NO EN EL CINE (DE AGOSTO A OCTUBRE)

Sigo con mi diario de espectador, en este caso de espectador de sofá, mantita y tele. Recojo a continuación algunas impresiones, nada exhaustivas, sobre algunas películas vistas en los últimos meses.

Sinopsis extraídas de filmaffinity (algunas de ellas modificadas).

Algunos comentarios pueden contener spoilers, no me hago responsable.

Rio Bravo (Howard Hawks, 1959)

Sinopsis: El sheriff Chance encarcela por asesinato al hermano de un poderoso terrateniente que intentará liberarlo por todos los medios. Para impedirlo, Chance cuenta con la colaboración de dos ayudantes: un alcohólico y un viejo tullido, a los que se une un joven y hábil pistolero llamado Colorado. Todos ellos se encierran en la oficina del sheriff para impedir que el preso pueda ser liberado antes de que llegue la autoridad estatal. 

No suelo ser un gran consumidor de cine clásico, y mucho menos de westerns, género por el que jamás me he sentido atraído, pero con el cine de Howard Hawks suelo hacer una salvedad. Es un cineasta que me cae bien, aun representando valores puramente conservadores norteamericanos. Esta película era de esas que tenía pendientes y, tras ver Cerrar los ojos, en la que se cita una escena concreta de la película de Hawks, creí llegado el momento oportuno de ponerme con ella. No me ha defraudado. Es la típica película para lucimiento de John Wayne, cierto, pero admiro la capacidad de Hawks para cambiar de género, manteniendo al mismo tiempo unas constantes temáticas en todas sus películas: la llamada de la aventura, los toques puntuales de humor, el flirteo y el valor individual siempre reforzado por el compañerismo. Son elementos, cómo no, nada ajenos al cine clásico norteamericano en general, pero que quizá en Hawks encuentran a su mejor exponente. En conclusión, me pareció una buena película, respetable aun teniendo en cuenta mis reticencias hacia el género y la época. Cómo no, termina con un tremendo tiroteo sin muertos, muy a lo Scarface, pero quizá algo más festivo. Destaco principalmente el buen uso del color y la iluminación muy sugerente de las pocas escenas nocturnas. 



Running on empty (Sidney Lumet, 1988)

Sinopsis: Un matrimonio esconde un oscuro pasado. Durante su juventud en los años 60 fueron militantes de un grupo radical violento. Un atentado bomba, que causó un herido grave, los ha obligado a vivir clandestinamente y a cambiar continuamente de domicilio y de nombres para evitar ser localizados por el FBI. Con ellos van sus dos hijos, cursando el mayor el último año de bachillerato. 

Admiro el cine de Sidney Lumet, lo reconozco. Habré visto cinco o seis películas suyas, y es un cineasta al que he ido apreciando con el paso de los años, por su estilo llano y artesanal, su puesta en escena invisible, su interés por los actores y las actrices y por su compromiso social y político, nunca ocultado. En esta película realiza una reflexión, una vez pasados los años, de los jóvenes radicalizados de los años 60 y 70, en lucha contra su gobierno por la guerra del Vietnam, al mismo tiempo que analiza un núcleo familiar. Uno inusual, casi insólito, el formado por dos prófugos de la justicia junto con sus dos hijos. Ello da pie a unir varios temas, de forma muy sugestiva: el replanteamiento de la antigua lucha, por parte de los padres, junto al crecimiento del hijo mayor, que quiere encontrar su propio camino y en él da con su primer amor. En algunos momentos, en los más logrados, la película recuerda a Pastoral americana, novela posterior de Philip Roth. En otros, quizá los más manidos, la cinta adopta la temática característica de una película de tarde. Incluso podría decirse que la única redención para salir de la vida en continua huida parece ser el talento del hijo, un virtuoso del piano formado de forma casi autodidacta: una excepcionalidad que le permite encontrar su destino, lo que remite a la moraleja típica del cine norteamericano, basada en el do it yourself y el éxito individual. De todas formas, lo que más me ha atraído de esta película, aparte de las formidables interpretaciones de todo el reparto, ha sido la puesta en escena. Lumet resuelve escenas breves con planos-secuencia apenas subrayados, a diferencia de tantos directores que recurren a esa estrategia para darse pote. También recurre mucho al plano general, sobre todo en la primera parte de la película, permitiendo que el espectador centre su mirada, de forma democrática, en aquello que más le interese. Hay alguna escena muy conseguida en ese apartado, como la del baile durante el cumpleaños de la madre. Sin embargo, el tono relamido ochentero puede dar a la película, en ciertas ocasiones, ese aire de telefilm del que he hablado antes. Su final abrupto es para mí una virtud: Lumet no se detiene dándole vueltas al tema, lo resuelve y a otra cosa. 




Ovosodo (Paolo Virzì, 1997)

Sinopsis: Piero es un adolescente que vive en un barrio obrero de Livorno (Toscana) con su madrasta y un hermano con trastorno de desarrollo intelectual. A primera vista no parece fácil que salga de ese ambiente. Sin embargo, su profesora de italiano intenta ayudarlo para que salga adelante: es ella quien lo anima a leer, prestándole las primeras novelas, y lo impulsa también a matricularse para estudiar el bachillerato. 

Titulada como Los años dorados en castellano, llegué a esta película un poco por azar. En un libro italiano que tengo sobre localizaciones de películas, encontré el cartel de esta y me llamó la atención: un cartel cutre, propio de una comedia mala, pero efectivo. La película no deja de ser una commedia all'italiana a la que le falta en muchas ocasiones el elemento que debería ser consustancial al género: la gracia. Es una película de aprendizaje, con algunas interpretaciones un poco forzadas y llevadas al límite, en las que al espectador español se le pueden escapar algunas cosas, como por ejemplo la exageración del acento toscano de algún que otro personaje. También se hacen bromas a costa de la contradictoria filiación al PCI de algunos personajes: no en vano, el PCI fue fundado en Livorno, ciudad que es un personaje más de la película. Yendo propiamente a lo cinematográfico, Ovosodo es una de esas películas que recurre a la voz en off para hacer avanzar la trama, ya que de otra forma sería bastante más complicado encontrar cierta fluidez. Recurre igualmente a referencias que son más bien citas en exceso obvias, como por ejemplo la escena que calca la de la estanquera de Amarcord. Sin embargo, hay otras cosas que se observan con cierta simpatía. Sobre todo me gustaron aquellas escenas interpretadas por el Piero mediano, un niño que comienza a ganarse un capital elaborando redacciones para sus compañeros de clase. También caricaturiza muy bien la película al hijo-de-papá de las rastas, que a la postre se convertirá en el mejor amigo del protagonista, y que trazará con este una trayectoria divergente, la propia de dos personas surgidas de ambientes sociales opuestos. En ese sentido es una película que se deja ver, pues predomina el tono amable, de confesión personal y generacional, pero también hay que reconocer que no deja una huella demasiado perdurable. 



Nadie sabe (Hirokazu Koreeda, 2004)

Sinopsis: Dos niños y dos niñas, nacidos y nacidas de diferentes padres, viven felices con su padre en un apartamento de Tokio, aunque nunca han sido escolarizados. Un buen día, la madre desaparece, dejando algo de dinero y una nota en la que encarga al hijo mayor que se ocupe de su hermano y de sus hermanas. Condenados a una dura vida que nadie conoce, se verán obligados a organizar su pequeño mundo según sus reglas, en plena supervivencia. Sin embargo, el contacto con el mundo exterior hace que se derrumbe el frágil equilibrio que habían alcanzado.  

La película de Koreeda exige de un espectador capaz de asumir con entereza los golpes bajos emocionales. Es necesario haber tenido un buen día para digerir la dureza que Koreeda lanza al espectador, aunque adopte muchas veces el tono de una fábula. A pesar de la dureza de la película, si uno busca el caso real en el que se inspira, se dará cuenta de que Koreeda dulcificó un poco la historia, eliminando aquellos elementos más escabrosos, que la hubiesen convertido en algo difícilmente observable. Ya cuesta. Es una película larga, y de hecho a mí me costó un poco entrar en ella. Sin embargo, llegado un determinado punto, es difícil abandonarla: los niños, sumergidos en una espiral de desventuras, comienzan un camino cuesta abajo irremediable. Todavía no se aprecia en esta película la romantización de la pobreza que tratará en Un asunto de familia. En ese sentido, en Nadie sabe todavía no se ve un cineasta tan interesado en captar la atención del público internacional. Formalmente es una película sin efectismos, con esos planos detalle y esos planos vacíos tan característicos del cine japonés. A nivel personal, tengo que reconocer que me atraen notablemente esas películas que plantean una degradación paulatina, ya sea física o ambiental, de los personajes. Me fui sintiendo cada vez más cómodo en ese ambiente irrespirable de vivienda abandonada y lucha básica por la supervivencia. Sí, reconozco que es una tara mía. El final es demoledor y sobrecogedor, y resulta muy complicado evitar las lágrimas. Es difícil transmitir en palabras el punto de quiebra absoluto al que Koreeda conduce al espectador, dándole como atenuante una última escena esperanzadora, en la que se tiene la sensación de que la vida, a pesar de todo, continua.



Moonlight (Barry Jenkins, 2016)

Sinopsis: Chiron es un joven afroamericano con una difícil infancia y adolescencia, que crece en una zona conflictiva de Miami. A medida que pasan los años, el joven se descubre a sí mismo intentando sobrevivir en diferentes situaciones. Durante todo ese tiempo, Chiron tendrá que hacer frente a la drogadicción de su madre y al violento ambiente de su colegio y de su barrio.

Decidí ver esta película al ser escogida en la última lista de Sight and Sound de mejores cien películas de todos los tiempos. Quizá el reconocimiento sea un tanto excesivo, sin parecerme por ello una mala película, ni mucho menos. El tiempo dirá. En el momento de su estreno pasé un poco de ella, precisamente por haberle otorgado el Oscar, un elemento para mí contraproducente. Ahora la puedo valorar con más serenidad. No se equivocaron los de la academia, ya que es una película muy interesante para haber salido del retórico y acartonado cine actual norteamericano. Aprecio que no se detenga a narrar con pelos y señales toda la vida de Chiron, el joven homosexual y afroamericano que protagoniza la cinta (con tres intérpretes diferentes). De forma acertada, se plantea una película a modo de tríptico, con tres escenas emblemáticas que permiten al espectador rellenar los huecos entre parte y parte, completándolos a su manera. Sin ser una película especialmente efectista a nivel visual, consigue algunas escenas interesantes, como la del aprendizaje a nadar o incluso la del viaje, en la última parte, desde Atlanta a Miami, al son del Cucurrucucú paloma de Caetano Veloso, en clara referencia a Happy Together de Wong Kar Wai. De hecho, todo el tramo final es muy deudor de la estética y de los temas visuales del director de Hong Kong: el bar-cafetería parece extraído de alguna de sus películas, con sus neones, sus conversaciones por teléfono o el jukebox. Es una película ligera y densa al mismo tiempo, simple y profunda, lo que es todo un logro. Además, su progresiva intensidad dramática, siempre contenida, va de la mano de un espíritu humanista siempre de agradecer en el cine. 



Las ocho montañas (Felix van Groeningen & Charlote Vandermeersch, 2022)

Sinopsis: Pietro es un chico de ciudad, Bruno es el último niño de una localidad olvidada de montaña. Con el paso de los años, Bruno se mantiene fiel a la montaña, mientras Pietro viene y va. Sus experiencias le harán enfrentarse al amor y a la pérdida, recordándoles sus orígenes y abriendo paso al destino.

Me arrepiento bastante de no haber visto esta película en el cine. Hice demasiado caso a ciertas críticas negativas, y por ello la dejé pasar. El aprendizaje que saco de todo ello es que debo dejar de tener en cuenta el criterio de los cuatro o cinco especialistas de los periódicos nacionales, dejándome llevar más por mi instinto. También es verdad que las dos películas que había visto anteriormente de van Groeningen, Alabama Monroe y Beautiful Boy, no me habían gustado especialmente, resultándome más bien películas de envoltorio bonito y cierta presunción de dureza en lo temático. Esta creo que es un paso adelante en la carrera de van Groeningen, que firma la película con su mujer, cosa que quizá haya influido de forma positiva en el resultado. Así lo quiero creer. Sigue siendo, claro está, una película de envoltorio bonito, que trata de extraer todo el jugo mágico y espiritual de las montañas, pero en esta ocasión no me parece mal que así sea. También sabe captar el lado tierno de la relación de los niños, que luego, en la edad adulta, pierda frescura y, según muchos, química, quizá porque se espera más extroversión de dos italianos, dado el tópico. Es una relación silenciosa la que une a los dos personajes, siempre con la presencia del padre ausente como nexo de unión, e incluso de competición entre ambos. Me gusta la idea, seguramente extraída de la novela en la que se inspira, de encontrar el propio camino, aun siendo radical o alejado de los parajes habituales. Tiene cierto rollito oriental, que personalmente no me molesta, pero que entiendo que para sensibilidades más descreídas y prosaicas levante más de alguna sospecha. La playlist escogida para musicar la película podría ser mejorable, al ser demasiado mainstream, pero agradezco que no tenga tanta presencia como en películas anteriores (es ese un pequeño defectillo de las películas de van Groeningen). En fin, es una película en la que me sentí cómodo y que me resultó inspiradora.