Después de una breve incursión en el largometraje y en el cine de "altos vuelos", regreso a la esencia del apartado "rarezas": los cortometrajes, especialmente los cortometrajes bizarros, extraños, barrocos y algo surreales. Estas son las pequeñas dosis del antídoto necesario para desvincularse poco a poco de la abrumadora pesadez del entorno, sumergiéndonos así en esa otra esfera paralela a la de la realidad social, el compromiso y el trabajo: la esfera de la imaginación, la creación desmedida y la búsqueda de lo imposible a través del arte. Y después de este breve rodeo, que no pretende otra cosa que caldear el ambiente, entremos en materia.
Hoy traigo entre manos algo de animación; en este caso, animación checa. ¿Animación checa? De entrada, podemos asustarnos simplemente al leer la etiqueta de "animación checa". O incluso más, al leer la etiqueta de "animación checoeslovaca", que es de lo que realmente se trata. Pero en cuestiones de arte hay que dejarse los remilgos en casa, así como los temores y la vacilación ante el peligro del aburrimiento, y lanzarse de cabeza - con los ojos cerrados incluso - al abismo del arte de vanguardias. El arte de Jan Svankmajer así lo merece.
Svankmajer es un maestro de la stop-motion. Un artista ante todo barroco, que sabe que muchas veces lo artístico crece en el terreno resbaladizo que dista entre lo irónico y lo desagradable, entre lo sublime y lo ridículo. Así que me dejo de prolegómenos, y cuelgo aquí tres de sus cortometrajes: Historia Naturae - suite (1967), Dimensiones del diálogo (1982), y especialmente dedicado a los amantes del fútbol, Juegos viriles (1988). Recomendación especial: evitar verlos después de las comidas.
Hoy traigo entre manos algo de animación; en este caso, animación checa. ¿Animación checa? De entrada, podemos asustarnos simplemente al leer la etiqueta de "animación checa". O incluso más, al leer la etiqueta de "animación checoeslovaca", que es de lo que realmente se trata. Pero en cuestiones de arte hay que dejarse los remilgos en casa, así como los temores y la vacilación ante el peligro del aburrimiento, y lanzarse de cabeza - con los ojos cerrados incluso - al abismo del arte de vanguardias. El arte de Jan Svankmajer así lo merece.
Svankmajer es un maestro de la stop-motion. Un artista ante todo barroco, que sabe que muchas veces lo artístico crece en el terreno resbaladizo que dista entre lo irónico y lo desagradable, entre lo sublime y lo ridículo. Así que me dejo de prolegómenos, y cuelgo aquí tres de sus cortometrajes: Historia Naturae - suite (1967), Dimensiones del diálogo (1982), y especialmente dedicado a los amantes del fútbol, Juegos viriles (1988). Recomendación especial: evitar verlos después de las comidas.
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