sábado, 22 de diciembre de 2012

IDENTIFICACIÓN DE UNA MUJER, DE MICHELANGELO ANTONIONI (1982)

Es esta una película imperfecta. En algunos sitios ya ni la nombran al enumerar las películas de Antonioni, como si su filmografía se acabase con El reportero (1974), y hubiese sufrido el derrame mucho antes de 1983. Pero no es así: esta película, con todas sus aristas, es una película plenamente de Antonioni, de un Antonioni del que se decía que ya no sabía hacer obras maestras, de un Antonioni que supuestamente había perdido el hilo. Un Antonioni desconcertante. Los críticos empezaron ya a considerarlo así desde Zabriskie Point (1970); hoy, menos mal, ya se empieza a valorar El reportero como una gran película, aunque Identificación de una mujer todavía no posea el beneplácito de la crítica. En su momento fue premiada en Cannes, pero hoy ni dios se acuerda de esta película. Quizá se deba a sus múltiples motivos para el desconcierto: una música electrónica mala y que no encaja con las imágenes, unas pinceladas tan breves como inútiles a la realidad social, unos personajes insufribles, como de telefilm, un final bizarro cuanto menos...Elementos que, por otro lado, ya estaban presentes en la filmografía anterior de Antonioni, solo que en este caso "pasados de moda". Imperfecciones a mi modo de ver simpáticas - soy indulgente con Antonioni -, y que hacen más humana y más personal su propuesta, al mismo tiempo que hacen relucir con más fuerza los aciertos: la composición de los planos, algunas escenas magistralmente rodadas de principio a fin, el tratamiento del color, las elegantes escenas explícitas de sexo, el empleo simbólico de las ventanas...Ciertamente, si se compara esta película con otras coetáneas, por ejemplo con El dinero (1983) de Robert Bresson, no entiendo por qué una sí es reconocida y otra no, cuando los elementos discordantes de ambas tienen su origen más en los "nuevos tiempos" de los ochenta que en la maestría de los directores.



Entremos en materia. Como en las películas de Antonioni de los sesenta, la trama se reduce a unas pinceladas casi anecdóticas, aunque en este caso no tanto. Identificación de una mujer cuenta la historia de un director de cine, Niccolò Farra (interpretado por Tomás Milián, actor italo-cubano especializado hasta el momento en spaghetti western y comedias romanas). Recientemente divorciado, este director busca tanto los elementos para una nueva historia, centrada en una mujer, como una mujer para su propia vida. Al inicio de la película, Niccolò ya ha iniciado una relación con una joven aristócrata, Mavi. Niccolò sufre amenazas de un personaje anónimo (llamadas por la noche, seguimiento por parte de extraños) para que deje de ver a Mavi. Ésta, llegado cierto punto, desaparecerá sin dejar rastro. Casi como en L'avventura. Niccolò encontrará muy pronto otra mujer, Ida, una joven actriz. Pero en este caso, también la relación acabará fracasando. 


No es baladí el hecho de que el personaje masculino sea director de cine. En películas anteriores, Antonioni siempre había escogido personajes masculinos que miran (un aquitecto en L'avventura, un escritor en La notte, un fotógrafo en Blow up, un periodista en El reportero). En este caso escoge un personaje que mira igualmente, pero que al mismo tiempo es un alter ego del propio Antonioni. Siempre sus personajes masculinos habían sido inconstantes y narcisistas. En la Tetralogía ya lo eran, pero matizados por la mirada de la mujer protagonista. En Blow up, Zabriskie point y El reportero ya aparece como protagonista esa virilidad desdibujada, que cuando parece haber encontrado el objeto de placer, lo abandona para buscar otra cosa, como si la felicidad estuviese siempre en otro lado. En este caso, Niccolò también es inconstante y narcisista, es demasiado directo y va por el mundo con su pinta de macho italiano cualquiera, pero también Antonioni lo observa con más indulgencia: tiene ideas propias, posee una visión del mundo, quizá confeccionada mediante retazos pero una visión al fin y al cabo. Posee una mirada propia. Aunque Antonioni intentase desvincularse de una posible identificación con su personaje, pueden encontrarse en éste resumidas de forma más evidente sus inquietudes personales que en otros personajes anteriores. Antonioni trata a este personaje con una mayor empatía que a otros personajes masculinos, observados con más distancia y frialdad: incluso lo trata con más cariño y condescendencia que a los personajes femeninos de la Tetralogía. Sin temor a equivocarme, diría que el personaje de Niccolò Farra es la creación más personal de todo el cine de Antonioni, menos dominada por las imposiciones formales y plásticas de su  estilo, con más vida dentro de cada encuadre.




El tema de la película es el tema de Antonioni por excelencia: la imposibilidad de comunión total en las relaciones entre mujeres y hombres. El personaje masculino es un individuo "empeñado en sobrevivir", como dice en determinado momento: busca en la mujer antes un bote salvavidas que un individuo del que aprender y con el que interactuar. Los personajes femeninos, especialmente Mavi, tampoco parecen buscar otra cosa. La mujer, vista desde fuera a diferencia de en la Tetralogía, es un individuo enigmático pero que, en el fondo, tampoco se diferencia del hombre cuando se libera. Las relaciones están cargadas de tensión, y no suele haber complicidad más allá del encuentro sexual. Incluso éstos, rodados de forma muy explícita por Antonioni, están cargados de una subterránea violencia reprimida. La relación amorosa por tanto no resulta más que un autoengaño, que oculta una unión entre extraños: el desinfectante letmotiv antoniniano.



De nuevo, con especial maestría, Antonioni hace del paisaje un personaje. La escena de la niebla es sintómatica de la desorientación de Niccolò y Mavi, y de las sospechas y temores acumulados que acaban explotando en un estallido de sinceridad que dinamita la relación desde dentro. La escena de la laguna entre Niccolò y Ida los muestra, en cambio, como personajes rodeados de una nada absorbente, de un silencio inquietante. Aun estando encuadrados en primer plano, aparecen como individuos rodeados de un vacío que acabará por aniquilarlos, a pesar del amor que puedan profesarse. El tratamiento del color, y todas las escenas con ventanas de por medio - ya sea para observar al amado en la calle desde el interior de una casa, o para observar la naturaleza - son, como siempre en Antonioni, magistrales. 



Los dos personajes femeninos no pueden ser más contrapuestos. Mavi pertenece a una familia aristocrática. Es fría y sexualmente activa, y coincide con Niccolò en su particular narcisismo. Es lo suficientemente lúcida como para no usar de forma inconsecuente la expresión "te quiero", es una persona complicada pero, al mismo tiempo, no tiene secretos con Niccolò. Acaba desapareciendo. En cambio Ida es una joven actriz que vive en una casa humilde, en continuo contacto con la naturaleza o con lo salvaje (los caballos). Es más natural y más expresiva y menos fría que Mavi. Reconoce su enamoramiento - algo que parece desbordarle -, pero, al mismo tiempo, tiene secretos inconfesables. 


 
Por último, Antonioni parece no encontrarse "a suo agio" (en su salsa) en la Roma de los ochenta. Después de sus viajes por Londres (Blow up), Estados Unidos (Zabriskie point), África, España (El reportero) y China, la vuelta a Italia no puede ser más traumática. Antonioni, como también el Fellini de los ochenta, reconoce los signos evidentes de decadencia de su país. Ya no hay ninguna fascinación en esa Roma ochentera. La aristocracia, retratada en L'avventura y La noche con cierta elegancia, aparece aquí rancia, vulgar y suspicaz. Roma está plagada de curas, compradores compulsivos, jeringuillas, camellos y revolotea en el ambiente todavía la confrontación de los años de plomo. Igualmente, en los interiores domésticos siempre aparece ocupando un espacio privilegiado el televisor. Esta mirada es más crítica que indulgente, pues si bien en determinado momento Niccolò señala que "mientras se habla la vida se desarrolla fuera, y los discursos se quedan anticuados", Antonioni no se siente ya identificado con el exterior: es incapaz de detectar "lo moderno" porque ya no lo ve por ningún lado. Quizá a nivel musical Antonioni pretendiese mantenerse a la última con la elección de una música electrónica hoy ya completamente desfasada, y de unas canciones pop italianas que restan rigor a la película. Se demuestra aquí un esfuerzo contranatura de entendimiento con el exterior: precisamente en un director que había señalado en el pasado que prefería no utilizar música, sino sonidos.

La idea del fracaso y de la inconsistencia de la vida sobrevuela toda la película. Antonioni tenía todavía algo que decir, aunque quizá no lo expresase en todo momento con la brillantez y la elegancia de épocas anteriores: su película roza a veces la vulgaridad, por momentos se hace incluso demasiado evidente. La película tiene un tono finto (falso) muy atractivo. Pero aun así, considero que debe ser valorada como una película muy personal del maestro ferrarense, quizá la más personal: lo que había dicho hasta el momento lo dice aquí de una manera más directa y clara, quizá más popular, con el ánimo de llegar a más gente aun a riesgo de traicionar el alto estilo, pero lo dice, cueste lo que cueste, exponiéndose, sin trucos de por medio. Y lo que dice precisamente no es un mensaje muy positivo, sino más bien melancólico. Esta película es casi un testamento. La película es dura a su manera: parece decirnos finalmente que ante una realidad descorazonadora que solo fabrica fracasos, más vale refugiarse en la fantascienza (la ciencia-ficción) y en sueños imposibles. 



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