Versión revisada del artículo que publiqué en ¿Alguna idea? el 28/05/2014:
No existen planos más extraños que los cenitales, o a vista de pájaro. Nos obligan a adoptar un punto de vista inusual, casi imposible para el ciudadano de a pie. Pero se trata en todo caso planos absolutamente modernos, sin parangón previo en la historia de la cultura visual. En las antípodas de la frontalidad medieval o de los contrapicados de los rompimientos de gloria barrocos, los planos cenitales crean la sensación de “aplastar” las figuras contra el suelo. Expresan mejor que ningún otro tipo de plano la voluntad de control del artista, las pretensiones de omnisciencia y omnipotencia de todo creador, al reducir a los personajes a meros diseños del pavimento.
Han existido y existen maestros de este tipo de planos. El actual Wes Anderson recurre con asiduidad a la visión cenital para mostrarnos sus pormenorizados catálogos de objetos nostálgicos. Hitchcock en cambio empleaba este tipo de planos para mostrar la amenaza constante de lo incomprensible que se cierne sobre el ser humano, haciéndonos conscientes y partícipes emocionalmente de la fragilidad de la existencia.
En todo caso, se trata de planos distanciados y fríos, impersonales y abstractos, y por tanto modernos, que aun así no renuncian al efecto sorpresa. En este tipo de planos, los directores de fotografía y los cineastas se conceden el capricho de jugar con sus criaturas como si fuesen los pequeños y frágiles muñecos de sus juegos infantiles, tejiendo y destejiendo a su antojo sus vidas, sin renunciar al mismo tiempo a crear fabulosas composiciones cercanas a la abstracción. Y ya se sabe: en la abstracción siempre radica, aunque sea de forma subterránea, la intuición de que en la naturaleza existen “líneas maestras”, es decir, formas y colores que pueden deducirse de la realidad. En la abstracción siempre subyace la idea de que bajo el caos existe un orden inalterable de medidas y proporciones. Una idea semejante parece resumida en todos los planos cenitales cinematográficos, y en sus insólitos puntos de vista “divinos”.
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Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012) |
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El color de la granada (Sergei Paradjanov, 1968) |
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Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964) |
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Perfomance (Nicolas Roeg y Donald Cammell, 1970) |
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Arrebato (Iván Zulueta, 1979) |
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Bianca (Nanni Moretti, 1984) |
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El círculo rojo (Jean-Pierre Melville, 1970) |
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El tigre de Esnapur (Fritz Lang, 1959) |
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Dogville (Lars von Trier, 2003) |
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The Square (Ruben Östlund, 2017) |
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Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958) |
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Atrapa a un ladrón (Alfred Hitchcock, 1955)
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Aguirre, la cólera de Dios (Werner Herzog, 1971)
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Identificazione di una donna (Michelangelo Antonioni, 1982) |
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Posesión (Andrzej Zulawski, 1981)
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Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) |
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El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) |
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Suspiria (Dario Argento, 1977) |
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Taxi driver (Martin Scorsese, 1976) |
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North by northwest (Alfred Hitchcock, 1959)
Érase una vez en Anatolia (Nuri Bilge Ceylan, 2011) |
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Almanaque de otoño (Béla Tarr, 1985) |
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Ocho y medio (Federico Fellini, 1963) |
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Andrei Rublev (Andrei Tarkovski 1966) |
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El cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1987 |
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El niño de la luna (Agustí Villaronga, 1988) |
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El reportero (Michelangelo Antonioni, 1974)
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La ciudad de las mujeres (Federico Fellini, 1980) |
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Puedo escuchar el mar (Tomomi Mochizuki, 1993) |
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Happy together (Wong Kar Wai, 1997)
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La peor persona del mundo (Joaquim Trier, 2021)
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Recuerdos del ayer (Isao Takahata, 1991)
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La edad de la inocencia (Martin Scorsese, 1993)
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Drive my car (Ryusuke Hamaguchi, 2021)
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Frenesí (Alfred Hitchcock, 1972)
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The Royal Tenenbaums (Wes Anderson, 2001) |
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Monstruo (Hirokazu Koreeda, 2023) |
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Wake in fright (Ted Kotcheff, 1971) |
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Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990)
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