En ciertas ocasiones, algunos temas flotan en el ambiente, pudiendo ser tratados por películas alejadas geográficamente, pero que conviven en el tiempo. Cosas del Zeitgeist, diríamos de ponernos pedantes. Yendo a ejemplos concretos, es lo que sucede con Arrebato y Fade to black, dos películas de 1979-1980, una española y otra norteamericana, que convergen en un mismo tema: la cinefilia destructiva. La pasión desmesurada por el cine, un medio paralelo a la vida, acaba abocando a los personajes de ambas cintas a un callejón oscuro y destructivo; en un caso para ellos mismos, en el otro para los demás.
Vampirismo. |
En Arrebato, la vida del director de cine José Sirgado (Eusebio Poncela) está abocada al estancamiento debido a la falta de motivación que encuentra en su profesión y a una relación sentimental en la que se ha inmiscuido con poderosa fuerza la heroína. La llamada de auxilio de su amigo Pedro P. (Will More), a través de una cinta de super-8, será un acicate para dar el definitivo salto al vacío, en una fusión final de tonos litúrgicos con el medio cinematográfico. En Fade to Black, Eric Binford (Dennis Christopher) es un joven cinéfilo que vive sojuzgado por una tía excesivamente estricta. Comparte con Pedro P. una avidez por el cine rayana en la adicción, que le impide dormir y rendir en su trabajo. Como repuesta, no recibe más que reprimendas y abusos por su carácter despistado y asocial. El encuentro con una joven de asombroso parecido con Marilyn Monroe le hará confundir de forma irremediable su propia vida con el mundo del cine. Una cita frustrada con la chica le llevará a iniciar un proceso de venganza contra todos aquellos que se han burlado de él.
Las películas de los demás. |
Ambas películas comparten su bajo presupuesto, así como la arbitraria etiqueta de películas "independientes" y "de culto". Pero lejos de mi ánimo comparar la calidad de ambas cintas. La de Zulueta es considerada hoy en día por la crítica como una de las mejores películas españolas de todos los tiempos, algo que no siempre fue así. A este éxito crítico más o menos reciente han contribuido no solo su temática y el tratamiento singular y algo estrafalario de la misma, sino sobre todo su estructura alambicada, propia de un sueño dentro de otro sueño, y su naturalidad para no ofrecer ni una sola imagen banal. Es una película insólita en el panorama español, pues prescinde con elegancia del contexto político-social, de un peso abrumador en la época, para sumergirse en territorios no explorados con anterioridad y tampoco con posterioridad. En cambio, la película de Vernon Zimmerman podría catalogarse fácilmente de película menor, obra de puro entretenimiento. Es una película que no alcanza todas las expectativas que suscita, al mantenerse demasiado apegada a sus referentes y al combinar de forma desigual varios elementos de difícil encaje (thriller psicológico, broma cinéfila, slasher). Sin entrar en la poca verosimilitud de algunas partes (¿dónde consigue Eric Binford el attrezzo tan elaborado para sus crímenes?), hay varias escenas que rozan la vergüenza ajena, además de ofrecer personajes y subtramas completamente irrelevantes. Arrebato roza levemente las
superficies del cine de explotación, para crear por sí misma un género
propio y abrir nuevos caminos en el cine español (la irreverencia pop de
Almodóvar bebe de Arrebato, por ejemplo). Fade to Black se inscribe conscientemente en el género slasher, en el que aflora, de forma involuntaria, cierto sentido del humor. Se agradece que ninguna de las dos propuestas se tome a sí misma demasiado en serio.
Miradas que acechan. |
El punto en común de ambas películas es la cinefilia. Una cinefilia vivida como una adicción incurable, como una enfermedad que toma posesión de los cuerpos de los personajes para llevarlos a un punto extremo, ese fundido en negro al que alude el título de la película de Zimmerman y que también está presente en Arrebato en forma de fotogramas rojos y cámaras con vida propia. Un punto de no retorno que no es otra cosa que la desaparición. Con su aparente falta de pretensiones, ambas cintas toman la temperatura al mundo del cine en un momento concreto, al final de una década convulsa. Parten de la nostalgia por el cine de los estudios, pero adoptan cierta pose irónica ante la imposibilidad de su retorno. Comparten además un descreimiento hacia el vanguardismo y el cine comprometido. En Arrebato no hay esa celebración de la cámara que se daba en la vanguardia, en El hombre de la cámara por ejemplo, en la que el nuevo medio cinematográfico era visto de forma positiva como un ojo omnisciente que controla, registra y manipula toda la realidad. En Arrebato la cámara es un vampiro que devora el tiempo y el cine un medio que acaba agotando a quien se acerca a él. En Arrebato, la metáfora del cine es la droga, y viceversa. En Fade to Black, el ritmo frenético del adicto al cine ("tres películas al día durante todo un año") y su afán coleccionista sirven de patrón posterior para los asesinatos en serie.
El paseo de la fama. |
Al unir droga y cine, Zulueta convoca a sus dos adicciones personales. Son dos sustancias que parasitan a los personajes, absorbiéndoles la vida. A estas dos patas habría que añadir una tercera: la voluntad de no crecer, de mantenerse apegado a la infancia. Estos tres elementos, cine, droga y peterpanismo, tienen como objetivo final flexibilizar el tiempo, contraerlo o estirarlo. Por su parte, en Fade to black se establece un paralelismo entre la cinefilia y la violencia, a través de la figura, tan norteamericana, del serial killer. De hecho, la referencia clara para crear el personaje de Eric Binford es el Norman Bates de Psicosis (la relación dócil con la autoritaria e inválida "tía-madre", la casa, los ademanes del propio personaje, a la par infantiles y dogmáticos, etc.).
Ante el espejo. |
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