Llevaba casi un año entero quejándome, de forma un tanto rancia y perezosa, al estilo de Boyero, de no encontrar películas de mi agrado en el cine. Pero ahora se han estrenado, de un plumazo, tres películas seguidas de maestros consagrados y en parte admirados (un poco menos Koreeda, del que apenas he visto dos películas más). En realidad las pocas películas que suelo ver en el cine me acaban gustando: es lo que tiene el magnetismo de la pantalla grande. De hecho, de las vistas desde septiembre de 2021 solo unas pocas se me han hecho bola (The French dispatch de Wes Anderson y Decision to leave de Park Chan Wok, en exceso manieristas, y también Tre piani de Moretti). Han sido más los arrepentimientos; películas que dejé pasar, como Druk o la reciente Le otto montagne, y que luego he tenido que conformarme con apreciar en la tele. Y como dice Erice, una buena película demanda la sala de cine, y no la pantalla de televisión. Una buena película pide a gritos su exhibición pública: en dos de los tres casos que ahora comentaré, hubo aplausos, quizá también un poco motivados por el fenómeno fan.
Aviso, para que no haya desilusiones ni cabreos, que mis comentarios contienen varios spoilers. Así que, si te interesa lo que he dicho sobre El sol del futuro, Cerrar los ojos y Monstruo, ¡primero ve a verlas, que todavía están en el cine!
Las sinopsis están sacadas tal cual de la página de filmaffinity (la pereza...), a la que pido perdón por el descarado copia-y-pega.
Il sol dell'avvenire (El sol del futuro, Nanni Moretti)
Sinopsis: Giovanni (Nanni Moretti), un conocido cineasta italiano, se prepara para rodar una nueva película. Pero entre su pareja en crisis, su productor francés al borde de la quiebra y su hija que no le hace caso, ¡todo se ha puesto en su contra! Siempre en el límite, Giovanni va a tener que replantearse su forma de hacer las cosas, si quiere conducir a todo su pequeño mundo a un futuro brillante.
Después del punto bajo que significó Tre piani en la filmografía de Moretti, o cuanto menos en mi relación con su cine, agradezco que en esta película haya decidido volver a su vertiente más autoficcional y episódica, aquella que le abrió al gran público europeo en los noventa. De entrada se le presumía un poco más cascado para sus bromas de amargado cascarrabias. ¿Ver de nuevo a un tipo de setenta años hacer las mismas bromas y comentarios jocosos que hacía cuando tenía treinta, ya fuera sobre le pantofole o sobre las películas de los demás? Podría parecer demasiado, pero contra todo pronóstico todavía se le ha visto en forma en algunas escenas, de una frescura y actualidad sorprendentes (como su mordaz escena sobre Netflix). La parte central del film, ese film dentro del film que nuevamente vuelve a dar vueltas entorno a la historia del partido comunista italiano, no me dijo mucho, la verdad; encontré más emoción en otras escenas, sobre todo en aquellas que ponen en relación su historia personal, revisitada, y la música italiana. O su brillante digresión sobre la violencia en el cine, larga y magistral, con cita a Kieslowski de por medio, en la que Moretti manifiesta una toma de posición humanista en el cine. Podría decir que estas escenas, sobre todo la que se desarrolla en el cine con Lontano, lontano de Luigi Tenco en el audio y La dolce vita en la pantalla, figuran entre lo mejor de su cine, aunando melancolía y aceptación del paso del tiempo. En fin, se trata de una película desigual, como sus grandes obras, construida a modo de amalgama de viñetas dispersas con las que roza, de tanto en tanto, altas cimas. Como admirador de su cine hasta el punto de haber visto TODAS sus películas, la parata finale, tan a modo de 8 y 1/2, me conmovió, por lo que supone de despedida y de homenaje a sus actores y actrices.
Cerrar los ojos (Víctor Erice)
Sinopsis: Un célebre actor español, Julio Arenas, desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue su íntimo amigo, el director Miguel Garay.
La vuelta al cine de Erice tenía algo de acontecimiento ineludible, de cita íntima que no se podía dejar pasar y la película ha estado a la altura de las expectativas. Quizá alguien se haya sorprendido al encontrar a un Erice más proclive a la exposición verbal que a la imagen simbólica, pero otros directores también han recorrido ese camino (Bilge Ceylan, por ejemplo). Y también es ciertamente bello encontrar una película en la que las palabras se recitan con una cadencia tan suave, como si los silencios que las separan tuviesen auténtico peso. Sin embargo, la parte final, la catarsis esperada en la sala de cine, no me acabó de conmover, quizá porque las imágenes filmadas y proyectadas de esa película dentro de la película me resultaron demasiado acartonadas y sobrexpuestas. Comprendí lo que tenían de autohomenaje a películas propias inconclusas, pero me resultaron un tanto vacías. Aun así, es una especie de Cinema Paradiso, pero en bien. En cambio, hubo otros momentos en los que sí me sentí completamente inmerso en la trama; momentos que, por lo que he leído, a muchos les han resultado los más planos y menos estimables. Me dejé llevar con gusto por la querencia de Erice por las cajas de recuerdos, con esas escenas de visita al trastero en el que se amontonan olvidados los objetos de una vida: esas escenas me llegaron hondo, porque aludieron a mi vertiente acumuladora de trastos y amante de los recuerdos. También me gustó la idea del viaje al sur, y no solo por lo que tiene de homenaje a su media película no realizada. Fue un momento luminoso que me sorprendió (¿y qué hay más bello que ser sorprendido?). Me gustó esa Almería en la que alterego de Erice se refugia, esa trastienda alejada del mundo: me pareció una muy hermosa forma de vida, con mucho de apartarse del ruido, buscando la sencillez y el contacto directo con las cosas. También latía en esas escenas una referencia a la propia búsqueda de anonimato y silencio por parte de Erice, a su propia desaparición, en busca de una originalidad perdida, expresada en ese momento mágico en el que se canta la canción de Río Bravo en ese camping/campamento improvisado. Y lo que también me atrapó fueron las interpretaciones, en especial las de Manolo Solo y de José Coronado: nunca hubiese dicho que estos actores acabarían sumergiéndome en una película tan profunda y densa, y a la par tan superficial y humilde, en el buen sentido de las palabras.
Kaibutsu (Monstruo, Koreeda Hirokazu)
Sinopsis: Cuando su joven hijo Minato empieza a comportarse de forma extraña, su madre siente que algo va mal. Al descubrir que el responsable de todo ello es un profesor, irrumpe en la escuela exigiendo saber qué está pasando. Pero a medida que la historia se desarrolla a través de los ojos de la madre, el profesor y el niño, la verdad va saliendo a la luz, poco a poco...
He salido algo noqueado de la visión de esta película, con un poso de amargura y esperanza a partes iguales, aunque más de lo segundo. Algunos la han calificado de tramposa, al jugar mucho con el guion y sus elipsis, sobre todo en sus dos primeras partes, en las que se hurta información al espectador, quizá con la intención de confundirlo. Pero hay que decir que esas lagunas de las dos primeras partes en realidad reflejan muy bien las dificultades de comprensión que muchas veces padecen los adultos al querer descubrir los problemas de los niños. Inciden de forma notable en la percepción parcial y muchas veces prejuiciosa de los problemas ajenos, condicionada por apriorismos y rumores. E igualmente, esos atajos son aceptados (yo los acepto de buen grado) si luego me regalan como espectador una parte final tan luminosa, tan humana, tan excelsa, una parte que te lleva a lugares tan elevados y hermosos, y que está dominada por la esperanza y el BIEN a pesar del presumible trágico final. Es verdad que la película juega con las percepciones del espectador, llegando en un punto a asemejarse a Jagten y en otro, el final, a Close; pero su último tramo, también centrado en una amistad e incipiente amor entre dos niños, está tratado con más empatía y tacto hacia el espectador, e incluso con algo más de fantasía, que en la película de Lukas Dhont. (Tengo que reconocer que la película de Dhont me causó una pesadilla terrible después de verla y por ello le guardo un poco de rencor). Me alegra haber encontrado una película así en el cine japonés, que ponga bajo la luz tantos problemas soterrados y actuales (los rumores, el bullying, la homofobia, el maltrato en el seno familiar), además con tanta delicadeza e incluso pudor. En ese sentido, le permito a la película que me mangonee, que haga conmigo lo que quiera, incluso con una música en algunos puntos en exceso sentimental (aun estando firmada por el genial Ryuchi Sakamoto, recientemente fallecido).
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