Acostumbrados a la inmediatez, nos resulta hoy complicado comprender el shock
profundo que debieron experimentar los primeros usuarios del teléfono. Voces
incorpóreas, irreales, susurrando al oído mensajes entrecortados por pitidos,
zumbidos y deficiencias en la línea. Voces que pretendían ser próximas o
conocidas pero que, separadas del físico que habitualmente les acompaña,
provenientes de un auricular, parecen producto de la magia más
fantasmal.
Visto así, no es extraño que el teléfono haya sido vehículo de presentimientos
inquietantes. En la década de los treinta Salvador Dalí convirtió al teléfono
en uno de sus temas predilectos. Desde su particular óptica, el auricular no
podía tener más que reminiscencias fálicas. Si se tiene en cuenta que Dalí
solía relacionar todo lo sexual con lo gastronómico (los surrealistas eran
defensores del "amor antropófago", el deseo de los amantes de devorarse
mutuamente), queda clara la "interpretación" de su teléfono langosta. Pero
también realizó dos cuadros en los que el teléfono tiene un componente
premonitorio negativo: El enigma de Hitler y
Violetas imperiales. Ambos tienen en común la aparición de teléfonos
sacados de contexto, rotos, dispuestos sobre platos de cocina, frente a
paisajes grises y poco hospitalarios. Algunos hablan de premoniciones de la
guerra mundial. Lo que sí es cierto que el primero le supuso su expulsión del
grupo surrealista.
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Teléfono-langosta, Salvador Dalí, 1936
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El enigma de Hitler, Salvador Dalí, 1939
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Violetas imperiales, Salvador Dalí, 1938
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En el cine el teléfono ha sido un instrumento clave en el cine de suspense y
terror. Así sucede en
I tre volti della paura, la película de episodios
rodada por Mario Bava en 1963. El primer episodio, titulado concretamente
Il Telefono, muestra a una mujer soltera y desenvuelta que de golpe y
porrazo es acosada por insistentes llamadas telefónicas amenazantes. Este
episodio de Bava tiene habilidad para crear un
crescendo dramático,
explotando todas las posibilidades de un espacio reducido y una mujer asediada
por amenazas imprecisas. El teléfono es un motivo muy querido por Bava, pues
volverá a aparecer en el último plano de
Sei donne per l'assassino.
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Las tres caras del miedo (Mario Bava, 1963)
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Seis mujeres para el asesino (Mario Bava, 1964)
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El teléfono es el vehículo que introduce la amenaza externa en la paz del
hogar, con la intención de crear una situación asfixiante. Pero el apartamento
todavía permite cierta libertad de movimientos que no se da, por ejemplo, en
la cabina telefónica. Así se da en el mediometraje de Antonio Mercero
La cabina, pero por supuesto también en su precedente de
Los pájaros, de Alfred Hitchcock. En este último caso el teléfono no
importa; lo que se busca es el espacio claustrofóbico, atacado por todos lados
por fuerzas incomprensibles.
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Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963)
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Aunque quizá la escena más perturbadora relacionada con un teléfono se
encuentre en
Lost Highway de David Lynch, la película del genio
norteamericano sobre los desdoblamientos y las posibilidades no llevadas a
término. Bill Pullman interpreta a un saxofonista de éxito; comparte su vida
con una bella mujer (Patricia Arquette) y tiene una hermosa casa en las
afueras de Los Angeles. Todo parecería rodado si Lynch no fuese introduciendo
ese banda sonora suya tan particular, formada por una especie de zumbido
constante, a modo de bajo continuo que anuncia que algo va a quebrarse en la
superficie de la realidad para dar paso a otra cosa bien distinta. El elemento
perturbador que se introduce en esta vida del saxofonista, aparentemente
ordenada, son los celos, ejemplificados en la figura de un extraño personaje,
pálido y sin cejas (Robert Blake), al que Pullman se encuentra en una fiesta.
Cuando el personaje aparece, desciende el volumen de la música y cambia
imperceptiblemente de tono. El tipo dice que ya se conocen, que se conocieron
en su casa (en la del saxofonista), en la que de hecho se encuentra ahora
mismo. "Eso es una gilipollez", señala Pullman. "Llámame, llama a tu casa"
responde el inquietante tipo pálido, ofreciéndole un teléfono móvil. Pullman
llama a su propia casa y, en efecto, al otro lado de la línea se oye la voz
metálica del individuo ("te dije que estaba aquí"), mientras no ha dejado de
observarle ni un instante.
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Carretera perdida (David Lynch, 1997)
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Más allá del terror, el teléfono también ha sido vehículo para amplificar la
tendencia al cotilleo que es tan inherente al cine. A una vida ajena no solo
se accede observando detrás de los visillos, con algún prismático u objetivo
fotográfico de largo alcance, sino también escuchando. Así aparece en
Rouge de Krzysztof Kieslowski, en la que Jean-Louis Trintignant
interpreta a un juez retirado que espía a sus vecinos controlando sus llamadas
telefónicas. La que sería en un principio una actitud deleznable, suscita
compasión y un rescoldo de amor en la joven interpretada por la siempre bella
Irene Jacob. Ese mismo tema, pero con excusa "histórica", se repite en
Das Leben der Anderen, en la que el genial Ulrich Mühe interpreta a un
policía de la Stasi que tiene a cargo las escuchas de la casa de un reputado
escritor teatral de la RDA.
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Tres colores: rojo (Krzysztof Kieslowski, 1994)
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La vida de los otros, Florian Henckel von Donnersmark,
2006
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En el ámbito del drama, el teléfono ha servido para establecer una distancia
entre los amantes. La conversación telefónica sustituye, con su frialdad, al
encuentro amoroso. Así sucede en Identificazione di una donna, la
minusvalorada película de Antonioni, en la que los encuentros sexuales son
efusivos mientras que las conversaciones telefónicas establecen fronteras
insalvables. En Taxi Driver, el solitario taxista interpretado por
Robert De Niro intenta acercarse a una mujer con un estilo bastante poco
convencional. La escena en la que llama desde un teléfono público, en la que
la cámara se desliga por un momento del personaje para encuadrar un lóbrego
pasillo, refuerza la idea de distanciamiento, soledad y fracaso. También el
distanciamiento es la nota predominante en la escena crucial de
Paris, Texas de Wim Wenders, en la que no solo un teléfono, sino
también un cristal-espejo y una profesión separan a los que un día fueron
amantes.
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Identificación de una mujer (Michelangelo Antonioni, 1982)
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Taxi driver (Martin Scorsese, 1976)
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Paris, Texas (Wim Wenders, 1984)
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Por último, el teléfono también ha dado lugar a malentendidos, siendo uno de
los medios para crear gags cómicos. Así sucede en
Dr. Strangelove, la
comedia sobre la guerra fría creada por Stanley Kubrick, que gira precisamente
en torno al teléfono rojo entre Estados Unidos y la Unión Soviética en los
años de máxima alarma nuclear. También en
Le discret charme de la bourgeoisie de Luis Buñuel, el mensaje del
ministro, interpretado por Michel Piccoli, es apenas audible por el paso de un
avión. Cuando le piden que lo repita, por esas extrañas leyes del surrealismo
el avión vuelve a pasar, ocultando de nuevo su mensaje.
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Dr. Strangelove (Stanley Kubrick, 1966)
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El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel, 1972)
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En el cine de Nanni Moretti también los teléfonos aparecen puntualmente, con
la intención de crear situaciones entre el absurdo y la comedia. En
Caro diario crea a propósito del teléfono uno de esos gags tan del
estilo de Moretti, en el que un grupo de personas acaban realizando
todos la misma acción. En su periplo por las islas Eolias, Moretti se detiene
en una en la que los niños son los primeros que descuelgan el teléfono al
recibir una llamada en casa, y lo monopolizan, obligando a sus interlocutores
a hacer un repaso exhaustivo a todas las onomatopeyas de animales habidas y
por haber. También en
Abril utiliza el teléfono como instrumento para
volcar en él sus patéticos temores ante la paternidad. Y anteriormente, en
Ecce Bombo, una película de su juventud, el director romano ejecutaba
una absurda conversación telefónica en la que mostraba sus dudas acerca de
salir o no salir, encontrar gente o quedarse solo. Estas dos últimas
escenas comparten un elemento muy propio del cine de Moretti, y para el que el
teléfono es un recurso óptimo: el deseo de no compartir la escena con ningún
interprete más.
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Ecce Bombo (Nanni Moretti, 1977)
Abril (Nanni Moretti, 1997)
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Abril (Nanni Moretti, 1997)
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Estas son algunas pequeñas muestras de los teléfonos en el cine. Como objetos
imprescindibles para la comunicación a distancia han tenido un protagonismo
especial en un arte hablado como es el cine, induciendo a engaños y
malentendidos, siendo vehículos de conversaciones trascendentes o infundiendo
temores relacionados con la ausencia física del interlocutor.
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El conformista (Bernardo Bertolucci, 1970)
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Metrópolis (Fritz Lang, 1927)
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Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959)
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Mulholland drive (David Lynch, 2002)
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Jo, qué noche (Martin Scorsese, 1984) |
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Chungking Express (Wong Kar-Wai, 1994)
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Neon Genesis Evangelion, cap.1 (Hideki Anno, 1995)
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Cuento de verano (Eric Rohmer, 1996)
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Happy together (Wong Kar Wai, 1997)
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Ocho y medio (Federico Fellini, 1963)
Beautiful Boy (Felix van Groeningen, 2018)
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Tranquility base hotel & casino (videoclip), Ben Chappell &
Aaron Brown, 2018
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La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1987)
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Dolls (Takeshi Kitano, 2002)
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