sábado, 15 de abril de 2017

TELÉFONOS

Acostumbrados a la inmediatez, nos resulta hoy complicado comprender el shock profundo que debieron experimentar los primeros usuarios del teléfono. Voces incorpóreas, irreales, susurrando al oído mensajes entrecortados por pitidos, zumbidos y deficiencias en la línea. Voces que pretendían ser próximas o conocidas pero que, separadas del físico que habitualmente les acompaña, provenientes de un auricular, parecen producto de la magia más fantasmal. 

Visto así, no es extraño que el teléfono haya sido vehículo de presentimientos inquietantes. En la década de los treinta Salvador Dalí convirtió al teléfono en uno de sus temas predilectos. Desde su particular óptica, el auricular no podía tener más que reminiscencias fálicas. Si se tiene en cuenta que Dalí solía relacionar todo lo sexual con lo gastronómico (los surrealistas eran defensores del "amor antropófago", el deseo de los amantes de devorarse mutuamente), queda clara la "interpretación" de su teléfono langosta. Pero también realizó dos cuadros en los que el teléfono tiene un componente premonitorio negativo: El enigma de Hitler  y Violetas imperiales. Ambos tienen en común la aparición de teléfonos sacados de contexto, rotos, dispuestos sobre platos de cocina, frente a paisajes grises y poco hospitalarios. Algunos hablan de premoniciones de la guerra mundial. Lo que sí es cierto que el primero le supuso su expulsión del grupo surrealista. 

Teléfono-langosta, Salvador Dalí, 1936

El enigma de Hitler, Salvador Dalí, 1939

Violetas imperiales, Salvador Dalí, 1938

En el cine el teléfono ha sido un instrumento clave en el cine de suspense y terror. Así sucede en I tre volti della paura, la película de episodios rodada por Mario Bava en 1963. El primer episodio, titulado concretamente Il Telefono, muestra a una mujer soltera y desenvuelta que de golpe y porrazo es acosada por insistentes llamadas telefónicas amenazantes. Este episodio de Bava tiene habilidad para crear un crescendo dramático, explotando todas las posibilidades de un espacio reducido y una mujer asediada por amenazas imprecisas. El teléfono es un motivo muy querido por Bava, pues volverá a aparecer en el último plano de Sei donne per l'assassino. 

Las tres caras del miedo (Mario Bava, 1963)

Seis mujeres para el asesino (Mario Bava, 1964)
El teléfono es el vehículo que introduce la amenaza externa en la paz del hogar, con la intención de crear una situación asfixiante. Pero el apartamento todavía permite cierta libertad de movimientos que no se da, por ejemplo, en la cabina telefónica. Así se da en el mediometraje de Antonio Mercero La cabina, pero por supuesto también en su precedente de Los pájaros, de Alfred Hitchcock. En este último caso el teléfono no importa; lo que se busca es el espacio claustrofóbico, atacado por todos lados por fuerzas incomprensibles.


Los pájaros (Alfred Hitchcock, 1963)
Aunque quizá la escena más perturbadora relacionada con un teléfono se encuentre en Lost Highway de David Lynch, la película del genio norteamericano sobre los desdoblamientos y las posibilidades no llevadas a término. Bill Pullman interpreta a un saxofonista de éxito; comparte su vida con una bella mujer (Patricia Arquette) y tiene una hermosa casa en las afueras de Los Angeles. Todo parecería rodado si Lynch no fuese introduciendo ese banda sonora suya tan particular, formada por una especie de zumbido constante, a modo de bajo continuo que anuncia que algo va a quebrarse en la superficie de la realidad para dar paso a otra cosa bien distinta. El elemento perturbador que se introduce en esta vida del saxofonista, aparentemente ordenada, son los celos, ejemplificados en la figura de un extraño personaje, pálido y sin cejas (Robert Blake), al que Pullman se encuentra en una fiesta. Cuando el personaje aparece, desciende el volumen de la música y cambia imperceptiblemente de tono. El tipo dice que ya se conocen, que se conocieron en su casa (en la del saxofonista), en la que de hecho se encuentra ahora mismo. "Eso es una gilipollez", señala Pullman. "Llámame, llama a tu casa" responde el inquietante tipo pálido, ofreciéndole un teléfono móvil. Pullman llama a su propia casa y, en efecto, al otro lado de la línea se oye la voz metálica del individuo ("te dije que estaba aquí"), mientras no ha dejado de observarle ni un instante.


Carretera perdida (David Lynch, 1997)

Más allá del terror, el teléfono también ha sido vehículo para amplificar la tendencia al cotilleo que es tan inherente al cine. A una vida ajena no solo se accede observando detrás de los visillos, con algún prismático u objetivo fotográfico de largo alcance, sino también escuchando. Así aparece en Rouge de Krzysztof Kieslowski, en la que Jean-Louis Trintignant interpreta a un juez retirado que espía a sus vecinos controlando sus llamadas telefónicas. La que sería en un principio una actitud deleznable, suscita compasión y un rescoldo de amor en la joven interpretada por la siempre bella Irene Jacob. Ese mismo tema, pero con excusa "histórica", se repite en Das Leben der Anderen, en la que el genial Ulrich Mühe interpreta a un policía de la Stasi que tiene a cargo las escuchas de la casa de un reputado escritor teatral de la RDA.

Tres colores: rojo (Krzysztof Kieslowski, 1994)


La vida de los otros, Florian Henckel von Donnersmark, 2006

En el ámbito del drama, el teléfono ha servido para establecer una distancia entre los amantes. La conversación telefónica sustituye, con su frialdad, al encuentro amoroso. Así sucede en Identificazione di una donna, la minusvalorada película de Antonioni, en la que los encuentros sexuales son efusivos mientras que las conversaciones telefónicas establecen fronteras insalvables. En Taxi Driver, el solitario taxista interpretado por Robert De Niro intenta acercarse a una mujer con un estilo bastante poco convencional. La escena en la que llama desde un teléfono público, en la que la cámara se desliga por un momento del personaje para encuadrar un lóbrego pasillo, refuerza la idea de distanciamiento, soledad y fracaso. También el distanciamiento es la nota predominante en la escena crucial de Paris, Texas de Wim Wenders, en la que no solo un teléfono, sino también un cristal-espejo y una profesión separan a los que un día fueron amantes. 


Identificación de una mujer (Michelangelo Antonioni, 1982)
Taxi driver (Martin Scorsese, 1976)
Paris, Texas (Wim Wenders, 1984)


Por último, el teléfono también ha dado lugar a malentendidos, siendo uno de los medios para crear gags cómicos. Así sucede en Dr. Strangelove, la comedia sobre la guerra fría creada por Stanley Kubrick, que gira precisamente en torno al teléfono rojo entre Estados Unidos y la Unión Soviética en los años de máxima alarma nuclear. También en Le discret charme de la bourgeoisie de Luis Buñuel, el mensaje del ministro, interpretado por Michel Piccoli, es apenas audible por el paso de un avión. Cuando le piden que lo repita, por esas extrañas leyes del surrealismo el avión vuelve a pasar, ocultando de nuevo su mensaje.


Dr. Strangelove (Stanley Kubrick, 1966)



El discreto encanto de la burguesía (Luis Buñuel, 1972)

En el cine de Nanni Moretti también los teléfonos aparecen puntualmente, con la intención de crear situaciones entre el absurdo y la comedia.   En Caro diario crea a propósito del teléfono uno de esos gags tan del estilo de Moretti, en el que un  grupo de personas acaban realizando todos la misma acción. En su periplo por las islas Eolias, Moretti se detiene en una en la que los niños son los primeros que descuelgan el teléfono al recibir una llamada en casa, y lo monopolizan, obligando a sus interlocutores a hacer un repaso exhaustivo a todas las onomatopeyas de animales habidas y por haber. También en Abril utiliza el teléfono como instrumento para volcar en él sus patéticos temores ante la paternidad. Y anteriormente, en Ecce Bombo, una película de su juventud, el director romano ejecutaba una absurda conversación telefónica en la que mostraba sus dudas acerca de salir o no salir, encontrar gente o quedarse solo.  Estas dos últimas escenas comparten un elemento muy propio del cine de Moretti, y para el que el teléfono es un recurso óptimo: el deseo de no compartir la escena con ningún interprete más.


Ecce Bombo (Nanni Moretti, 1977)

Abril (Nanni Moretti, 1997)

Abril (Nanni Moretti, 1997)
Estas son algunas pequeñas muestras de los teléfonos en el cine. Como objetos imprescindibles para la comunicación a distancia han tenido un protagonismo especial en un arte hablado como es el cine, induciendo a engaños y malentendidos, siendo vehículos de conversaciones trascendentes o infundiendo temores relacionados con la ausencia física del interlocutor.

El conformista (Bernardo Bertolucci, 1970)

Metrópolis (Fritz Lang, 1927)

Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959)

Mulholland drive (David Lynch, 2002)

Jo, qué noche (Martin Scorsese, 1984)

Chungking Express (Wong Kar-Wai, 1994)

Neon Genesis Evangelion, cap.1 (Hideki Anno, 1995)

Cuento de verano (Eric Rohmer, 1996)

Happy together (Wong Kar Wai, 1997)

Ocho y medio (Federico Fellini, 1963)



Beautiful Boy (Felix van Groeningen, 2018)



Tranquility base hotel & casino (videoclip), Ben Chappell & Aaron Brown, 2018


La ley del deseo (Pedro Almodóvar, 1987)

Dolls (Takeshi Kitano, 2002)

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