martes, 26 de agosto de 2025

QUEER (LUCA GUADAGNINO, 2024)

El cine de Guadagnino me pone un tanto en guardia, a la defensiva. Sus películas son bellos envoltorios, bastante huecos en su meollo. Sus últimas películas no me habían convencido en absoluto, y el entusiasmo que me generaron algunas anteriores se ha ido enfriando con el paso de los años, hasta aborrecerlas por completo. Sin embargo, quería ver esta adaptación de la novela Queer, de William S. Burroughs; más por el escritor que por la dirección. Las críticas no han sido muy positivas, como si Guadagnino hubiera pasado de moda. Por ir un poco a contracorriente, tengo que reconocer que, salvo algunas objeciones importantes, me ha parecido una película interesante, quizá una de las mejores del director. 

La adaptación de una novela.


¿De qué va Queer? William Lee, alter-ego de William S. Burroughs,  es un escritor alcohólico y heroinómano, expatriado en Ciudad de México a principios de los años 50. Sus únicas fuentes de distracción parecen ser la bebida, la droga, las pistolas y los jóvenes con los que a veces se va a la cama. Su solitaria vida se ve alterada cuando conoce a Eugene Allerton, un joven ex-soldado, con el que intentará desesperadamente conseguir una conexión más íntima.


Los patéticos acercamientos iniciales de un maduro borracho.

La mayor parte de la acción, durante la primera parte de la película, tiene lugar en los bares de México.


Así pues, de nuevo una historia sobre el deseo, con un viejo y un jovencito como protagonistas. La novela de Burroughs es claramente autobiográfica, contando en ella su relación con el joven Allegert Lewis Marker, 16 años más joven que él. Guadagnino introduce algunas modificaciones en el personaje de Lee, interpretado por Daniel Craig. Las actitudes racistas, las ideas anticomunistas y las tendencias nada ocultas de depredador sexual de menores del personaje de Lee en la novela aparecen en la película claramente mitigadas, o incluso borradas, a fin de dulcificar la imagen del personaje y hacer la película más digerible.  

Por añadir un poco de contexto, sobre todo en lo que se refiere a la gestación de la novela, Burroughs la escribió en México en 1951, mientras esperaba la resolución del juicio por el asesinato de su mujer. Burroughs estaba casado con Joan Vollmer, escritora y toxicómana como él, con la que tuvo un hijo. Después de un problema de drogas en Nueva Orleans, cruzaron la frontera y se asentaron en México. Burroughs tuvo que dejar por un tiempo la heroína, con lo cual, en pleno proceso de abstinencia, renació su apetito sexual, que había estado durante un tiempo adormecido por la droga. De este modo, inició una relación con Allegert Lewis Marker, joven que no lo aceptaba plenamente. Los dos se marcharon a Sudamérica, buscando el yagé o ayahuasca (como en la película). Al parecer, Vollmer se burlaba de la homosexualidad de su marido. Tras el viaje a Sudamérica, de vuelta en Ciudad de México, en una fiesta en casa con amigos y demasiado alcohol y droga en el cuerpo, Burroughs propuso a su mujer hacer lo de Guillermo Tell. Vollmer, de tendencias algo suicidas, aceptó y colocó sobre su cabeza un vaso para que su marido hiciera diana (Burroughs era un obsesivo de las armas). La situación acabó con Vollmer muerta de un tiro en la frente. Burroughs se puso a escribir entonces Queer, para dedicársela a Marker, mientras su hermano y su abogado mexicano sobornaban a testigos y miembros del tribunal, a fin de que Burroughs saliera de rositas. Es necesario añadir que la familia de Burroughs era acomodada, gracias a la empresa de maquinaria agrícola del abuelo: de hecho, Burroughs vivía sin trabajar. Finalmente Burroughs eludió su condena, alegando que la pistola se disparó sola, y colocó a su hijo con sus padres, en Estados Unidos. Nada de lo relacionado con Joan Vollmer aparece ficcionado en Queer, siendo toda esta historia del asesinato de su mujer el agujero negro en torno al cual orbita la pequeña novela. Ello no quita que Burroughs fuera un gran escritor. Autodestructivo, vicioso y cabrón, pero gran artista, como tantos otros. Aunque, eso sí, demasiadas red flags. 

William S. Burroughs en México, a principios de los 50. 




William S. Burroughs y Allegert L. Marker.

Joan Vollmer.

En cuanto a la película, ¿qué tiene de bueno y qué de malo, según un criterio exclusivamente personal? (Atención, a partir de ahora spoilers). 

Daniel Craig es sorprendentemente creíble en el papel de Lee / Burroughs, y su actuación es una de las mejores cosas de la película (nunca me hubiese imaginado escribiendo esto). Dota al personaje de una ternura de la que Burroughs quizá careció en la realidad. Consigue que el espectador empatice con un personaje inseguro, que bien podría ser un asesino en serie, compartiendo sus deseos de cariño y también su loco entusiasmo por la búsqueda de la droga definitiva, la ayahuasca. Por contra, Drew Starkey aporta una interpretación más neutra en el papel de Allerton, el joven estudiante, una actitud propia de un agente pasivo, que solo mira y acepta, o funciona a modo de público de Lee. Hay mucho de eso en la novela, con lo cual no acaba de desentonar, pero cabe la sospecha de que Guadagnino ha escogido a ese actor en concreto para explotar su físico, un poco al modo de Sorrentino con Celeste della Porta. 

En la novela, se dice que Allerton vestía de forma descuidada y sucia. No lo parece. Su imagen se basa en las fotografías del personaje real que lo inspiró.

Queer es también una historia de posesión...

...y de una vida de drogadicción.

La película es bastante erótica, sin caer en lo pornográfico, aunque a veces se lo proponga. Esta carnalidad contrasta con la novela, en la que Burroughs elide pudorosamente la descripción de los encuentros sexuales (en cambio, no tienen ningún pudor las interminables peroratas de Lee, en las que da rienda suelta a todo tipo de fantasías sexuales, rayando siempre lo amoral y delictivo). Las fantasías alucinatorias están bastante conseguidas, sobre todo la provocada por la ayahuasca (invención de los creadores de la película, pues no aparece en el libro). Guadagnino la concibe como una especie de ballet de la nueva carne, quizá en un homenaje a Cronenberg, otro director que adaptó a Burroughs. La penúltima escena, algo lyncheana, también está muy bien, y ojalá la película hubiese terminado ahí, ahorrando al espectador una escena final de envejecimiento del personaje. 

Encuentros sexuales, pero sin una duración excesiva. No, no es como Los años nuevos.


En cuanto a los elementos de la puesta en escena, Guadagnino vuelve a poner mucha atención en el vestuario y los objetos. Esa ambientación de los interiores es uno de los elementos más conseguidos de la película. Estos interiores siempre son algo abstractos, con elementos turbios soterrados. Destacan los decorados del Ship Ahoy y el de la casa de Lee. Los exteriores son una combinación de decorados y miniaturas (recurso también empleado por Wes Anderson), conscientemente falsos, quizá para reforzar la idea de que los personajes deambulan por un espacio inestable y artificial, como los personajes de Querelle. Una serie de canciones pop, muchas veces de elección algo cuestionable, acompañan a la banda sonora original (muy buena, por cierto) e inciden en la sensación de distancia y extrañamiento.

Plano largo de la preparación del chute, uno de los más logrados de la película.


Los grandes defectos de la película los he encontrado en sus intentos frustrados de crear momentos cómicos, sobre todo con el personaje de la bióloga norteamericana (Guadagnino no es Sorrentino, ni Tarantino, ni Panos Cosmatos, capaces de caer de pie cuando se lanzan a lo ridículo e hiperbólico). Al mismo tiempo, no me ha gustado el final sentimental, mostrando a Lee / Burroughs como un viejecito que añora los amores del pasado.

El viaje a la selva, en busca de la ayahuasca.

Una escena final de alucinación recrea el elefante en la habitación del que no habla la novela Queer.

Aun así, con sus pequeños defectos y los guiños constantes de Guadagnino a su pasado como publicista, la película recoge el tema central de la novela de Burroughs. En realidad, tanto la novela como la película tratan de la voluntad de desaparecer, ya sea mediante el alcohol, la droga, o el deseo: la necesidad de trascender los límites de uno mismo, mezclándose con otro. De hecho, muchas veces los personajes se transparentan o declaran ser incorpóreos. Igualmente, la película habla del peligro que comporta cierto amour fou, con posesión y rechazo, con la posibilidad última, algo peligrosa, de disolución de las propias personalidades en una unidad nueva.

Los personajes viendo Orfeo de Jean Cocteau (algo que también pasa en la novela), una película sobre cruzar al otro lado del espejo. 

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