Dormir es la única posibilidad de acceder al mundo alternativo de los sueños y por ello, en algunos momentos de la vida, cuando el estrés campa a sus anchas, es preferible dormir a estar despierto. Otras tantas veces también puede decirse que el sueño produce sensaciones de felicidad que duplican las vividas. Durante el sueño la mente produce imágenes, alumbradoras unas veces, perturbadoras otras tantas, de las que el arte siempre se ha servido. Pero también el sueño puede considerarse un vacío sin imágenes, un tiempo abismal, no vivido, que sin embargo nos permite seguir vivos en cuanto que supone una pausa necesaria en nuestras ajetreadas existencias.
No vengo hoy a hablar del mundo de los sueños y de las poderosas imágenes que han pasado de las mentes dormidas de los artistas a sus creaciones sobre el lienzo, la piedra, el papel o el celuloide. Ese es un terreno demasiado amplio. Vengo a hablar de la imagen del durmiente, del acto simple de dormir. Dormir como forma de acceder a visiones oníricas, la contemplación silenciosa del que duerme y el sueño reparador.
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Muchacha durmiendo, Domenico Fetti, 1622 | |
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Chungking Express (Wong Kar-Wai, 1994)
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Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1989)
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Neon Genesis Evangelion, ep.9 (Hideki Anno, 1995
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Personal shopper (Olivier Assayas, 2016)
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Call me by your name (Luca Guadagnino, 2017)
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El espejo (Andrei Tarkovski, 1974)
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Dune (Denis Villeneuve, 2021)
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La invasión de los ultracuerpos (Philip Kaufman, 1978) |
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Arrebato (Iván Zulueta, 1979)
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Teniente corrupto (Abel Ferrara, 1992)
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Los siete samurais (Akira Kurosawa, 1954)
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Fundido en negro (Vernon Zimmerman, 1980) |
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Coronel Redl (Itsvan Szabo, 1985) |
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Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999)
El decamerón (Pier Paolo Pasolini, 1972)
El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962)
Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979) |
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| Stromboli (Roberto Rossellini, 1950)
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Musa durmiente, Constantin Brancusi, 1910
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En primer lugar me centraré en la imagen del durmiente a punto de soñar. El arte religioso ha tenido a su alcance episodios de la "historia sagrada" en los que el sueño es la puerta de acceso a la visión superior. A pesar del elemento irreal que ello comporta, artistas prosaicos como Piero della Francesca o José Ribera prefirieron centrarse en la figura que duerme y sueña, relegando el elemento sobrenatural a un segundo término en sus respectivos
El sueño de Constantino y
El sueño de Jacob. El emperador de Piero della Francesca, más bizantino que romano, duerme plácidamente, tapado hasta el cuello en su tienda cónica. Es una imagen apacible y conmovedora. Solo el atrevido escorzo del ángel, irradiando su luz particular sobre el emperador, supone un desequilibrio en una obra estática y silenciosa. En el caso de Ribera, el durmiente es todavía más plácido y monumental. Recostado en mitad de la naturaleza, con un tronco caído como almohada, es la viva imagen de un pastor descansando. La escalera de su visión onírica se confunde en la lejanía con la forma de las nubes.
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El sueño de Constantino, frescos de San Francesco di Arezzo, Piero della Francesca, 1452 - 1466 |
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El sueño de San Martín, Capilla de San Martín, Asís, Simone Martini, 1312 - 1317 |
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El sueño de Jacob, José Ribera, 1639
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San Pedro, Oración en el huerto, Francisco Salzillo, 1752 |
En el cine tenemos algunos casos muy interesantes de durmientes en el momento del sueño. Los burgueses de Buñuel encadenan sueños dentro de sueños, aunque no vemos su placidez antes de la visión, sino el desasosiego del despertar a la realidad. Más en la línea de los cuadros del pasado está el sueño de
El color de la granada de Paradjanov, una película grandiosa construida a partir de
tableaux vivants de fuerte carga simbólica. La película es una especie de edades del hombre a través de la figura del poeta armenio Sayat Nova: los episodios en los que se subdivide la película son la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. La infancia es el periodo de las sensaciones, los colores, los sonidos. La adolescencia, la del amor vanidoso, la poesía y las rupturas dolorosas. La madurez es una edad gris de sacrificios y trabajos rituales. La vejez, el retorno a la poesía y la ligereza. Precisamente en la edad adulta, el poeta maduro, convertido en monje, acosado por tareas ingratas y por su desapego hacia el mundo, sueña con su infancia.
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El color de la granada (Sergei Paradjanov, 1968)
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La placidez puede alcanzar una profundidad destructuva, como sucede en
El hombre elefante de David Lynch, en el que el sueño y sus imágenes sugestivas y cándidas - la voz cálida de una madre total, las imágenes un tanto extrañas del teatro, el firmamento, etc. - son un preludio de la oscuridad total. Poco antes de dormir sin los suficientes almohadones como para sobrevivir, el hombre elefante, un hombre culto y refinado aunque deforme, contempla la estampa de un niño durmiendo que tiene en su habitación. Al contemplarla decide él también dormir para siempre, después de una magnífica noche en el teatro y una vez contemplada su magnífica maqueta de la catedral, pues sabe que su vida ha alcanzado una cima difícilmente superable. Pocos finales ha dado el cine tan conmovedores. Es decir, decide entregarse a un sueño profundo y abismal, sin retorno, en el momento álgido. No en vano en la mitología griega Hypnos, el sueño, y Thanatos, la muerte, eran hermanos.
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El hombre elefante (David Lynch, 1980) |
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La muerte de Sarpedón, crátera de Eufronio, circa 515 a. C. |
Pero el sueño no solo conduce a imágenes beatíficas, sino que también puede alejarnos del sosiego conduciéndonos a los territorios de las pesadillas. Los románticos fueron los primeros en explorar ese camino, que tanto juego dio posteriormente a los surrealistas y, por consiguiente, a los cineastas influidos por este movimiento en el siglo XX. Pero no sólo dormir anticipa al sueño y la pesadilla, sino también al viaje. En
La Jetée, inusual mediometraje de ciencia-ficción de Chris Marker, el sueño es un cauce para los viajes temporales.
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Detalle de El sueño de la razón produce monstruos, Francisco de Goya, 1799 |
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La pesadilla, Johann Heinrich Füssli, 1781 |
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La jetée (Chris Marker, 1961) |
En segundo lugar, otra imagen recurrente es la del amante contemplando el sueño de la pareja. Una imagen atractiva, en la que el amante despierto observa al durmiente como si quisiese comprender la relación existente entre la personalidad que se ama y el cuerpo que la cobija. En el cuadro neoclásico de Pierre-Narcisse Guérin, Isis, la mensajera de los dioses, contempla el sueño de Morfeo. En este caso el pintor parece más interesado en recrear la belleza de los cuerpos jóvenes que el propio acto de dormir. En cambio, en
La muerte de Procris de Piero di Cosimo se fija un modelo de contemplación silenciosa y melancólica del cuerpo yaciente, en este caso muerto. En la pintura de Piero di Cosimo, un fauno contempla el último hálito de vida de la joven Procris, asesinada por error por su amante Céfalo. El mito no aparece representado al completo; el pintor italiano decidió representar esta contemplación serena y un tanto impasible ante el cuerpo inerte, convirtiéndose en un modelo bastante influyente de la contemplación del cuerpo dormido/muerto. No hay más que ver la contemplación también melancólica de Louis Garrel a su amante dormida Clotilde Hesme en
Les amants réguliers de Philippe Garrel. Una escena que, por cierto, muestra a la joven durmiendo dentro del propio sueño del joven.
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Morfeo e Iris, Pierre-Narcisse Guérin, 1811 |
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La muerte de Procris, Piero di Cosimo, c.1486 - 1510 |
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Les amants réguliers (Philippe Garrel, 2005)
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Este tipo de imagen (la amada contemplada por el amante) está construida habitualmente desde una perspectiva masculina, desde la óptica del artista hombre, y roza levemente el tema de la amada entendida como objeto. El
Casanova de Fellini, tan habituado a cosificar a la mujer que incluso en su "colección" se le cuela una muñeca, cae en el esquema de contemplar a la amada durmiendo en el único momento en el que se deja llevar por un arranque sentimental y siente algo parecido al amor. De una forma más sofisticada - y en parte cursi -, la trapecista de
El cielo sobre Berlín es observada por la invisible presencia del ángel enamorado, interpretado por Bruno Ganz. En el colmo de la perversión, el siempre machista Hitchcock llega a sugerir en
Vertigo al espectador, en una meditada elipsis, que James Stewart desnuda a Kim Novak mientras ésta se encuentra inconsciente.
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Casanova (Federico Fellini, 1976) |
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El cielo sobre Berlín (Wim Wenders, 1987)
Identificazione di una donna (Michelangelo Antonioni,1982) |
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Vertigo (Alfred Hitchcock, 1958) |
Una versión sofisticada de esta contemplación del durmiente se da en
Arrebato, la solitaria obra maestra de Iván Zulueta. En ella, no es el hombre el que contempla el descanso de la mujer ni viceversa; en cambio es la cámara la que contempla al joven durmiente. En esa contemplación, que es más bien registro, la cámara va eliminando fotogramas como si en realidad quitase al retratado horas de sueño, horas de vida. La película parece decirnos que el cine se introduce hasta en los sueños, como una droga más, y en ese sentido, permite ascender a alturas insospechadas al mismo tiempo que recorta el tiempo de vida.
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Arrebato (Iván Zulueta, 1979) |
Por último nos queda hablar del descanso reparador, el sueño como meta final de una dura jornada. O de un atracón. Los holgazanes del país de Jauja de Pieter Brueghel duermen después de haberse hinchado a comer; el campesino y el noble duermen una pesada siesta, mientras que el estudiante sueña despierto. Su esfuerzo no ha sido otro que abrirse paso a través de una nube comestible hasta el país en el que las aves caen solas al plato, los cerdos corretean con un cuchillo atravesado en el lomo y los tejados de las casas se decoran con tartas. Distinto es el sueño reparador de Jack Nicholson en
El resplandor: un sueño largo y placentero, sin imágenes, casi una hibernación, que supone una transformación radical en el personaje. Una especie de incubación de la maldad. Jack Nicholson se especializará tanto en este tipo de "sueños largos" que una escena casi calcada se repite en la desigual
Lobo.
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En el país de Jauja, Pieter Bruehel, 1567 |
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El resplandor (Stanley Kubrick, 1980)
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Este tipo de sueños largos o hibernaciones ha adquirido importancia en el cine de ciencia-ficción, medie metamorfosis o no. En especial en un cine tan invernal como el de Stanley Kubrick. Ahí están los científicos en hibernación de
2001, una odisea en el espacio, a los que el criminal ordenador HAL liquida de un plumazo. O el tripulante de la nave Nostromo de
Alien, el octavo pasajero, que tiene que convivir, en una especie de sueño inducido, con la ingrata presencia del alien pegado a la cara.
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2001, una odisea en el espacio (Stanley Kubrick, 1968) |
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Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) |
Buñuel decía en sus memorias que le gustaba acostarse pronto para esperar a que llegasen los sueños. No sé a vosotros, queridos lectores, pero la redacción de este breve artículo me ha relajado tanto que me han entrado unas tremendas ganas de dormir...