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viernes, 27 de diciembre de 2024

PELÍCULAS VISTAS EN LA TELE (SEGUNDA ENTREGA DE DICIEMBRE)

Como anunciaba en el anterior post, estoy pasando un tiempo de reposo. Afortunadamente estoy mejor que la anterior vez que escribí. Pero continuo con mi confinamiento (que siempre hay que ver desde un punto de vista positivo, pues me ha ahorrado las comidas familiares más multitudinarias). 

No he encontrado estos días grandes cosas que ver, pero aun así tengo ganas de dejar mi testimonio (más que mi crítica) sobre lo visto durante estos días. 

El teléfono del viento (Nobuhiro Suwa, 2020)

Sinopsis: Haru, de 17 años, emprende un largo viaje a través de Japón para buscar respuestas en una ciudad donde, en 2011, el devastador tsunami se llevó a su hermano y sus padres. Este viaje lleva a la joven, todavía atormentada por la pérdida, desde Hiroshima a Tokio, Fukushima y Otsuchi, donde una vez estuvo su hogar. En el camino se encuentra con otras personas y las historias de sus pérdidas (filmaffinity).  

Esta segunda película que he visto de Nobuhiro Suwa me ha parecido una gran película, centrada en los que se quedan, en los que siguen viviendo cuando solo quedan los despojos de una vida arrasada por una catástrofe. Aun así, al igual que en la anterior película que vi de este director, se alargan en exceso las escenas de desgarro y dolor, obligando a seguir mirando incluso cuando la idea se ha comprendido. El recorrido enlaza el recuerdo de Hiroshima con el de Fukushima, de forma algo obvia, pero que no podría ser de otra forma. En ese viaje, Haru (Serena Motola) irá encontrando vidas rotas, reconstruidas de forma precaria, como la del ex-trabajador de la central nuclear que vive en su coche (Hidetoshi Nishijima). Como aspecto positivo, y no esperado, las leves notas de preocupación social, sobre todo en lo que respecta a la población inmigrante en Japón. Lo mejor de todo: la película consigue transmitir una sensación de vida real en todo momento. 






Jurado #2 (Clint Eastwood, 2024)

Sinopsis: Justin Kemp, es un padre de familia que, mientras ejerce de jurado en un juicio por asesinato, se enfrente a un grave dilema moral que podría utilizar para influir en el veredicto del jurado y condenar - o liberar - al asesino equivocado. (IMDB)

Lo siento mucho, pero el cine de Clint Eastwood me deja siempre bastante frío. Reconozco sus méritos, en especial los de esta película. Soy consciente también de que el cine del veterano director norteamericano sea quizá de lo más profundo que se ha hecho en su país en los últimos veinte años. Sin embargo, no me atrae. Su corrección formal, la ausencia de florituras y su apego a un guion muy construido, elementos que para muchos otros serían un ejemplo de contención clásica, a mí me la hacen olvidable. Me recordó un tanto a 12 hombres sin piedad, con la que parece dialogar por momentos, como drama judicial que es. También por su excelente dirección de actores (Nicholas Hoult y Toni Collette, sobre todo), potenciando de forma muy efectiva el poder de las miradas. Quizá en un futuro sea capaz de valorarla con más sosiego (seguramente sea la mejor película que he visto en esta segunda tongada).  





The Listerners (Janicza Bravo, 2024)

Sinopsis: Claire, una profesora de inglés, comienza a oír un ruido que nadie más a su alrededor parece percibir. A pesar de acudir a varias consultas médicas, ningún profesional consigue descifrar las causas. Ese sonido, aparentemente inocuo, distorsiona gradualmente la vida cotidiana de Claire, hundiendo la relación con su marido e hija bajo el peso de su creciente obsesión. Pero un día descubre que hay más gente a su alrededor que también puede oír lo que llaman "The Hum" (el Zumbido), incluido uno de sus alumnos. 

Me acerqué a esta miniserie atraído por el tema, pensando que iba a tratar sobre la tinnitus, problema que por desgracia sufro en el oído izquierdo desde hace ya varios años. No iba sobre eso, luego explora otros temas (quizá demasiados), llegando al punto de convertirse en una cosa un poco loca, pero que en el fondo se deja ver y atrapa. Es una miniserie atrevida a nivel visual e interpretativo, dotada de una ambigüedad constante, que deja en ocasiones algo de mal cuerpo, al obligar al espectador a romper con esquemas mentales bien asentados (y bastante lógicos). Como elemento negativo, el maldito recurso al cliffhanger, tan propio de las series y al que esta se entrega sin tapujos. En resumen, tiene sus cosas sensacionalistas y conscientemente provocativas, pero se deja ver con naturalidad. A ello se añade una gran interpretación de Rebecca Hall, sobre la que recae en gran medida el peso de esta producción de la BBC. 






Volveréis (Jonás Trueba, 2024)

Sinopsis: Después de 15 años juntos, Ale y Alex tienen una idea que podría parecer absurda: organizar una fiesta para celebrar su ruptura. Este anuncio deja perplejos a sus seres queridos, pero ellos se mantienen firmes en la decisión de separarse. (filmaffinity)

He tenido que superar notables prejuicios hacia la familia Trueba antes de sentarme a ver esta película. Las críticas eran buenas, quizá excesivas, pero al final no acabo de compartirlas (era lógico, dados mis prejuicios). Se deja ver, aunque con pausas, pero aborrezco ese toque frívolo que tiene, propio de aprendiz de Truffaut que juega a pensar que Madrid es París. Me toca mucho las narices y me impide entrar en el juego. Hablaba el otro día del toque madrileñita de Los años nuevos, cosa que en esta película se sale de la escala. Siempre digo que me gusta el juego del metacine, pero esta vez me ha parecido un ejercicio odioso, una capa de pintura para dotar a la película de la profundidad de la que carece. A ello se añade una dirección de actores un tanto titubeante, a pesar del buen acabado visual de la película. Lo sé, estoy siendo destructivo, pero ya he avisado: me caen gordos los Trueba. Pero, contrariamente a lo que hubiese pensado en un inicio, lo mejor de toda la película son las breves apariciones de Fernando Trueba. De todas maneras, tengo la sensación de que esta película sería más disfrutable sin conocer nada de lo que la envuelve. 






lunes, 23 de diciembre de 2024

PELÍCULAS VISTAS EN LA TELE (QUÉ REMEDIO)

Por motivos de salud, ajenos a mi voluntad, voy a tener que pasar un tiempo en mi pabellón de reposo doméstico. Así pues voy a pisar poco los cines durante este tiempo navideño. Tampoco creo que vaya a perderme ninguna película trascendental o imprescindible. Si es buena, estará todavía en el cine a mi vuelta. Por tanto estoy aprovechando las plataformas (e internet) para ver cosas, para ampliar mi lista de películas (incluso miniseries) vistas en casa. Nunca he sido yo un purista de la experiencia cinematográfica en el cine, sea dicha la verdad. Comenzaré el repaso a lo visto en estos días. 

Amadeus (Milos Forman, 1984)

Sinopsis: La vida, el éxito y los problemas de Wolfgang Amadeus Mozart, contados por Antonio Salieri, el compositor contemporáneo que estaba tremendamente celoso de su talento y que afirmó haberle asesinado. (sinopsis extraída de IMDB)

Intérpretes: F. Murray Abraham, Tom Hulce. 

Esta película la vi hace tanto tiempo que apenas la recordaba. Vista hoy me ha parecido buenísima, ciertamente, equilibrando bastante la parte cómica y la dramática, consiguiendo que una gran superproducción pueda ser popular y sofisticada al mismo tiempo. Creo que el personaje de Salieri capta a la perfección el espíritu italiano: sonrisas a la cara, puñales por la espalda, sin perder por ello un ápice de carisma. Es más, antes que una película sobre Mozart, esta es una película sobre Salieri. Un Salieri inventado, por supuesto, en el que se resumen varios temas: la confrontación entre lo efímero del éxito mundano y la universalidad del éxito eterno; la admiración disfrazada de envidia, o a la inversa. En fin, la película no busca retorcidas formas de expresión, sino más bien una exposición clara, larga y accesible, a veces en exceso caricaturesca (para mí no es un defecto) del siglo XVIII. Un punto intermedio entre la pura invención satírica de Il Casanova di Fellini y la rigurosa reconstrucción historicista de Barry Lyndon.  





2/Duo (Nobuhiro Suwa, 1997)

Sinopsis: Yu, una empleada de una tienda de ropa, vive con Kei, un actor desempleado al que ella mantiene. Cuando un día él le pide matrimonio, el equilibrio de su relación parece estar irremediablemente perturbado. (sinopsis de IMDB).  

Intérpretes: Eri Yu, Hidetoshi Nishijima, Makiko Watanabe. 

Se trata de la primera película que veo de este director y me ha parecido en la línea del cine japonés en el tránsito del milenio. La forma de narrar es muy japonesa, con largos silencios y planos estáticos y vacíos, pero Suwa introduce algunas cosillas vanguardistas. Por ejemplo, introduce en mitad de una escena cortes de montaje en negro, largos, bien visibles, que rompen el ritmo e inducen a pensar que estamos viendo ficción. También hay entrevistas a los personajes, por parte de una voz en off que se esconde detrás de la cámara, quizá el director. 

El sentido de la película no me acabó de convencer. El personaje de Hidetoshi Nishijima es claramente un tipo tóxico, maltratador (al menos psicológico) y la pobre chica acaba hecha polvo de tanto aguantar a un holgazán mantenido, que intenta aferrarse a la idea de un matrimonio que realmente no desea por pura necesidad económica. Son desesperantes esas escenas largas de humillación, en las que no llega a percibirse una censura clara de tal actitud. Sí la hay, sin embargo, pero en exceso sutil. En varias ocasiones, en escenas de diálogo, la cámara se sitúa tras la nuca de Kei, sin que veamos su expresión facial, compartiendo tan solo el rostro de Yu. Así sucede en la escena en la que Kei pide matrimonio a Yu. En otras ocasiones, Kei queda fuera de plano, y solo vemos la reacción de Yu, como en la penúltima escena. En esos escasos momentos la cámara toma partido, aunque la conclusión de la película no pueda ser más decepcionante. 





Joker: Folie à Deux (Todd Philips, 2024)

Sinopsis: Tras crear el caos, Arthur Fleck ha sido internado en Arkham, a la espera de juicio por sus crímenes como Joker. Mientras lidia con su doble identidad, Arthur no solo se topa con el amor verdadero, sino que también descubre la música que siempre ha estado dentro de él. Secuela de Joker. (sinopsis extraída de filmaffinity). 

Intérpretes: Joaquin Phoenix, Lady Gaga, Brendan Gleeson, Catherine Keener. 

Nunca compartí el excesivo entusiasmo por la primera película de Joker. La vi en el cine, me gustó, pero tampoco me pareció la obra maestra absoluta de la que habló la crítica. Un tipo zumbado, olvidado por todos, incluso por los servicios sociales, acaba convirtiéndose en una especie de héroe de los nuevos tiempos tras un baño de sangre. Joaquin Phoenix lo borda, ya que le cuesta muy poco meterse en la piel de un loco. La película tenía reminiscencias de V de Vendetta (aunque con un acabado infinitamente mejor) y trataba el tema de la salud mental, aunque de forma muy americana (con muertos de por medio, claro está). La película era muy deudora de Taxi driver, con su matanza y su final ambiguo, y de El rey de la comedia. Los guiños eran tan evidentes que pareció que al director le supo mal e incluyó al propio Robert De Niro en el reparto, haciendo esta vez el papel que Jerry Lewis tenía en la película de 1983. En esta secuela, Todd Philips ha intentando desmontar el mito creado en la primera, lloviéndole un aluvión de críticas de fans descorazonados: en ese sentido, chapeau a su gesto. 

Me encanta que haya por fin una película norteamericana que defraude todas las expectativas de forma consciente, que tenga la voluntad de destruir las aspiraciones de unos espectadores ansiosos por encuadrar en mitos preexistentes toda historia nueva que ven. (Se nota que todo el universo Batman me la trae al pairo). La película suma un drama carcelario, una película de juicios y un musical: una extraña hibridación que no ha sido del gusto de todos. Muchos la han tildado de aburrida, pero en realidad se trata de un rebobinado de la anterior cinta. Ahora Arthur Fleck deja al personaje a un lado, renuncia a la fantasía (y al caos), y vuelve a su dimensión humana, sin maquillaje. Me parece fantástica la premisa. 

Otra cosa es la película en sí. Valoro muy positivamente que las canciones sean todas ellas reales, sacadas de antiguos musicales o de canciones de los 50-60, centradas casi siempre en el romance y el espectáculo. Pero, a nivel personal, la película me pareció un tanto monótona y sin gracia, falta de brillo, con esa tendencia a la monocromía tan propia de las series, y con Lady Gaga bastante desaprovechada. Mi veredicto: me encanta que haya fastidiado a los fanáticos como un grano en el culo, pero tampoco es una película para mí. Punto final. 





Los años nuevos (Rodrigo Sorogoyen, 2024)

Sinopsis: Ana cumple 30 años el día de año nuevo con la vida aún por resolver: vive en un piso compartido, no le gusta su trabajo, cambia a menudo de amigos...Óscar cumple 30 años el día de Nochevieja con la vida casi resuelta: médico vocacional, amigos fieles y una relación que va y viene. Justo cuando los dos llegan a la treintena se conocen, se enamoran y comienzan una relación que se alargará diez años. (sinopsis de filmaffinity). 

Intérpretes: Iria del Río, Francesco Carril, Pablo Gómez-Pando. 

En este caso se trata de una miniserie, pero con ínfulas cinematográficas. Como todo lo que pretende llenar y llenar horas, tiene sus momentos altos y sus momentos bajos. A veces la cámara tiene una presencia demasiado invasiva en la intimidad de los intérpretes, que me resulta un tanto incómoda (me estaré haciendo mayor). Otras tantas, la generación retratada, que en parte es la mía (quizá un pelín más joven), me resulta realmente insoportable, no sé si por cierto aire madrileñita que me cuesta cada día más digerir (me estaré haciendo también algo xenófobo). En fin, la serie tiene sus cosas que no me han acabado de gustar. Sin embargo, tiene algunos capítulos muy logrados. 

Para empezar, el quinto, el que correspondería al paso entre 2019 y 2020. La parejita va a Berlín y en una de las catedrales del techno se les va un poco la olla, después de la ingesta de drogas. Hay una escena un tanto inquietante, medio onírica, que rompe muy bien con la exigencia de registro generacional que se impone Sorogoyen en todo momento. Luego está el capítulo correspondiente a 2020 y 2021, con una huida de Óscar a Valencia. Es el capítulo más rocambolesco y más humanista: tengo que decir que me encantó. Como defectillo general, extensible a todo el cine de Sorogoyen, está su tendencia a alargar al máximo los momentos de tensión. En todos los capítulos hay una escenita. Cuando el recurso se convierte en esquema aburre un poco.

La estructura de la serie podría tomar como referencia a Boyhood, pero en realidad tiene en mente en todo momento a La meglio gioventù (a la que cita directamente). Ambas películas están centradas en el paso del tiempo y de las décadas, la italiana con un mayor peso de la Historia (así, con mayúsculas) en la evolución de los personajes. Boyhood se centra más, a modo de experimento, en el crecimiento real de los personajes. En ambas, la elipsis juega un papel determinante, como también lo hace en Los años nuevos. Intuir qué ha pasado entre año nuevo y año nuevo es lo interesante. El recurso estúpido al cliffhanger de las series queda aquí completamente inutilizado.  

Aún así, Los años nuevos tiene su buena dosis de culebrón, con idas y venidas, te quiero y no te quiero, enfados, indecisiones, terceras personas...vamos, lo de siempre. La vida, como dicen en cierto momento. Pero la referencia a La meglio gioventù va tan lejos que Ana (Iria del Río), sobre todo en los últimos capítulos, con el pelo corto, es clavada a Giulia (Sonia Bergamasco). Comparte además con esta película su formato televisivo y episódico. En resumen, me duele decirlo, pero me he sentido reflejado en muchas cosas. No en vano, es una serie generacional.  










   

martes, 5 de noviembre de 2024

ANORA (SEAN BAKER, 2024)

El otro día fui al cine, movido por la simple necesidad de pausar durante unas horas el dolor y la indignación ante la catástrofe sin precedentes que ha asolado a mi país, a la que se ha añadido la nefasta gestión posterior. Pocas veces he necesitado tanto el cine como válvula de escape. De modo que fui a ver Anora, de Sean Baker. Tengo que advertir que es la primera película que veo de este director, puesto que todavía no he visto The Florida Project, de la que solo oí en su momento cosas buenas. Esta nueva película de Baker venía bajo el envoltorio de toda una palma de oro en Cannes, además de haber recibido muchas alabanzas en las críticas que había leído. Quizá todo ello me hizo ponerme un poco a la defensiva, no acabando de entrar en ningún momento en la propuesta de la película. 

Para el que no sepa de qué va la película, la pienso destripar en breve. Anora, conocida como Anni, es una joven stripper de Brooklyn, que se convierte en cliente por una noche de un joven ruso, Ivan, hijo de un oligarca. El joven, todo un niñato rico, se queda con ganas de más y la contrata por una semana entera. Se dan a la gran vida de drogas, sexo y derroche de dinero, hasta que finalmente se casan en Las Vegas, puesto que el niñato necesita la ciudadanía norteamericana para escapar del control de sus padres, que lo quieren de vuelta en Rusia. El segundo tercio de la película se centra en la búsqueda del joven, que sale huyendo de su mansión ante la advertencia de que vienen sus padres, interviniendo en esta persecución dos matones armenios y uno ruso, todos ellos algo ridículos, además de la propia Anora.


La película se vende como tragicomedia, pero no llegó a hacerme gracia casi en ningún momento. Como mucho me hizo sonreír en alguna ocasión. La película en realidad se sustenta sobre una serie de clichés. Si bien pretende subvertir el esquema de Pretty Woman, imita el de Las noches de Cabiria. La trabajadora sexual, salvaje pero de buen corazón, que al final es maltratada por la realidad. La construcción de castillos en el aire que luego estallan como una pompa de jabón. Lo alto y lo bajo. La mentira del romance interclasista. En fin, algo ya visto. La película comienza a lo Showgirls de Verhoeven, mostrando la trastienda del club de striptease y las pequeñas rivalidades existentes entre las chicas. La mirada de Baker no me ha parecido muy diferente, en este apartado, a la del director neerlandés. A continuación, una vez conoce al pijo ruso, la película adquiere el tono de una película de adolescentes, una de esas de fiestón continuo, con un encadenado de escenas de sexo, drogas y desenfreno. Aun así, quizá esta sea la mejor parte, puesto que Mikey Madison crea un personaje apegado en casi todo momento a la realidad pecuniaria de su trabajo (aunque se esté enamorando soterradamente) y el joven ruso (Mark Eydelshteyn, que al menos es ruso de verdad) está bastante loco, como un niño caprichoso, acostumbrado a hacer lo que le da la gana. Incluso el montaje, que se va acelerando por momentos, haciendo de la sucesión de escenas de fiesta y sexo algo vertiginoso y sin sentido, tiene más interés en esta parte de la película. 


En cambio, la parte central se articula como una reiterativa persecución, a la que le sobran escenas y gritos. Para hacerse una idea, la mayor parte de los chistes se centran en la repetición de la palabra fuck. Hacen aparición tres matones, que intentan hacer cambiar de opinión a los jóvenes. Es interesante cómo Baker los retrata inicialmente como tipos duros, pero esa fachada se va derritiendo poco a poco, mostrando sus vulnerabilidades, aunque sin dejar de ser unos personajes un tanto esquemáticos, sobre todo los interpretados por la pareja de armenios (Karren Karagulian y Vache Tomavsyan). Para el otro personaje, el matón ruso silencioso (Yura Borisov), Baker reserva un papel que irá creciendo a medida que avance la película, de forma un tanto predecible. Al menos es de agradecer que la multiculturalidad reflejada en la película sea real. Toda esta parte central se me hizo algo larga, puesto que muchas situaciones se repiten, una y otra vez. 



En todo el tercio final, la película intenta desmontar el hechizo de la primera parte, recurriendo también a ciertos esquematismos. Este tercer acto quizá sea la parte más realista de la película. La escena final ha recibido muchas alabanzas: a esas alturas yo llegué un tanto cansado y también algo avisado por todas las señales que la película había ido diseminando. Lo sé, me está quedando una crítica muy de Boyero, pero intento ser sincero con mi experiencia como espectador. En realidad me gustó mucho más la escena previa en la que los personajes de Yura Borisov y Mikey Madison conversan de forma distendida, con la tele de fondo. Me pareció más natural y menos construida para ganar un festival.  


Desde el punto de vista visual, no me atrevería a emitir un juicio definitivo, después de un único visionado, por demás poco atento. Se opta por un formato apaisado, en el que muchas veces se intenta incluir bastante información en el encuadre (a la manera de un film slapstick, género con el que juega en determinado momento), permitiendo que el espectador centre su mirada en diferentes detalles. Pero tampoco se aprecia un interés por diluir la presencia de las figuras en el paisaje, por decirlo así, ni tampoco lo contrario, es decir, un seguimiento en primer plano de los personajes. Se recurre a veces al gran angular, que distorsiona ligeramente la imagen. Sí que se ha intentado jugar con los colores, predominando los tonos violáceos y azules, como si en todo momento los personajes estuvieran en el interior de un club nocturno. Esta luz de neón cambia en las escenas finales, conscientemente más sobrias, aunque algo más construidas, con la inclusión, casi por primera vez, de primeros planos, jugando con el sonido como no se había hecho con anterioridad, dando la impresión con ello de que la última escena sea un añadido que contradiga estilísticamente a lo anteriormente visto. La realidad vs la ficción, podría decirse. 




Así pues, en resumen, como elemento positivo destacaría que todos los intérpretes hacen buenas actuaciones, a veces rozando lo histriónico, aunque la película sea un tanto insustancial. Quizá el problema de la película fue mi dificultad para entrar en la vida de unos personajes que, en el fondo, no me resultaban muy interesantes, más allá de la pareja protagonista. Si la pretensión de la película era la de realizar un retrato realista y empático del mundo de las trabajadoras sexuales, no sé si realmente lo consigue. De la vida real de Anora, más allá de su trabajo, poco o nada sabemos, más allá de una escena de contexto inicial. Sí que hay un intento, quizá poco explotado, de acercarse a la amistad y la rivalidad de estas chicas, a modo de microcosmos. Pero, en realidad, el retrato que de esta joven se ofrece es el de una chica que se deja llevar por los acontecimientos, que es guiada por ellos, sumergiéndose en una peripecia de la que al final sale perdedora, sin posibilidad de escapar de su rol. No es un mensaje muy positivo, ni sobre todo muy empoderado, aunque pretenda pasar como tal. Aunque me haya sentido motivado para escribir una entrada sobre esta película, si tuviera que emitir un juicio conjunto ante este primer visionado diría que está un tanto sobrevalorada por crítica y premios. 




Quizá la tenga que ver en otras condiciones para valorarla de forma más justa y, en definitiva, disfrutarla más. 

viernes, 18 de octubre de 2024

UN DECORADO PARA RICOS

Unos días antes o después de ver Past Lives, volví a ver una película de Woody Allen con la que la que quería comparar, a propósito del apartado de Nueva York como tarjeta postal. Esta película, con la que no comparto ningún tipo de enamoramiento, es A rainy day in New York, película un tanto mediocre y más o menos reciente de Woody Allen. 

De entrada, confieso que nunca he sido un gran admirador de Woody Allen, cuyas películas siempre observo con cierta suspicacia. Algunas me han gustado, no lo niego, como Hannah y sus hermanas, y hubo una época en la que vi toda película que estrenaba. De aquellos años recuerdo Match Point El sueño de Casandra, que me acabaron gustando. Sus clásicos, Annie Hall y Manhattan, nunca me han dicho mucho. La película en cuestión, A rainy day in New York, la vi en el cine, después de mucho tiempo sin ver una película suya. También tengo que decir que no he vuelto a ver ninguna más. La película se estrenó a destiempo, debido a todos los escándalos que rodeaban y siguen rodeando al director, hecho que había provocado que los propios intérpretes abjurasen de su participación en la película. La vi precisamente por eso, un poco por el morbo, lo reconozco. Entonces ya me pareció bastante mala, aunque de visionado amable. Es decir, una película entretenida, sin más. Me reafirmo en esa impresión inicial.  

Profundizando un poco más, y en comparación con otras películas de Woody Allen, me ha llamado la atención la frialdad con la que queda retratada la ciudad de Nueva York. Parece un espacio abstracto, un lugar hecho para un rodaje, pero no para vivir en él. Cuando hizo esta película quizá Woody Allen estaba ya demasiado acostumbrado a hacer películas de encargo con finalidad turística, ya fuese en Barcelona, Roma o París. Esta película adolece de esos defectos: mostrar una ciudad sin más viandantes que los propios actores. El tono almibarado de la fotografía de Storaro tampoco ayuda, aunque su contribución sirva para resolver alguna escena en algún plano-secuencia casi imperceptible (los auténticamente buenos). 

La ciudad de Nueva York no solo parece un decorado, sino que únicamente parece habitada por ricos. Es como si la película hubiese sido concebida como un largo anuncio para magnates rusos o árabes, dispuestos a dejarse la pasta en la ciudad. Esa sensación de ciudad-muerta me recordó bastante a Eyes wide shut, esta sí rodada en decorados. Quizá esa ciudad sea realmente así, un escenario sin autenticidad debido a la turistificación, fenómeno del cual Woody Allen parece un agente bastante activo. 

Si nos centramos en la trama y los personajes, pocas cosas hay que destacar.  El personaje interpretado por Timothée Chalamet es un remedo de otros protagonizados por el propio Woody Allen, pero sin gracia. De hecho, Chalamet hace en ocasiones una especie de imitación de Woody Allen demasiado evidente. El personaje de Elle Fanning tiene algo más de gracia, aunque recibe toda la mirada misógina por parte de su creador. Si bien recaen en este personaje los principales momentos cómicos (un tanto simplones, de enredo), no deja de ser retratada como una chica del medio oeste bastante superficial y predecible. En cambio, el personaje masculino no recibe esa mirada, sino que más bien podría decirse que es una versión idealizada del propio Woody Allen. El personaje de Selena Gómez, más mordaz, es el único que parece propio de 2019, aunque también vive en un casoplón de niña rica. También es un tanto insoportable. Así pues, ante estos personajes puede decirse claramente que el intento de Woody Allen de acercarse a los jóvenes es claramente fallido. 

En resumidas cuentas, la película se puede ver en cuanto que tiene un guion ágil y bien estructurado, mérito de alguien con mucho oficio en la materia, aunque el resultado sea bastante pobre en cuanto a comicidad y profundidad, así como bastante misógino. Muchos chistes están anticuados o son claramente machistas, muchas escenas parecen solucionadas con desgana y los personajes son caricaturas supuestamente sofisticadas. La ciudad, que en tantas otras películas de Woody Allen parecía un personaje más de la trama, es en esta película un escenario muerto, nostálgico y para ricos. Como elementos positivos, algunos diálogos no están mal (aunque suenen ya a otras películas de Woody Allen) y la película tiene un buen ritmo, sin por ello evitar las largas tomas. En resumidas cuentas, el impacto leve pero turbio que deja esta película me hace pensar que el cine previo de Woody Allen fue también así, y solo la pátina de la moda lo encumbró en su momento. 



casoplón

hotelazo


café chic

universidad de niños ricos

museo


domingo, 29 de septiembre de 2024

SEGUNDO PREMIO

Me ha gustado Segundo Premio. La he visto de un tirón, sin parpadear ni sentir cansancio. En ello ha influido que me gustaban Los Planetas, sin llegar a ser un fan; conozco más o menos las canciones del disco (de hecho, lo tengo) e incluso leí un libro sobre su intrahistoria. También hubo una época en que fui muchas veces a Granada, más de las que me gustaría reconocer. Es una ciudad en la que fui feliz. Quizá sin ese contexto la película me hubiese dejado algo más frío. A diferencia de La estrella azul, de la que no me enteré que era un biopic hasta bien entrada la película, en este caso lo sabía desde el principio: y no me suelen gustar en exceso los biopics. En este caso, la película hace bien en centrarse tan solo en un momento de la banda, quizá su momento culminante, sin recurrir a esa aberrante necesidad de envejecer o rejuvenecer a los actores. 




Más allá de lo que retrata, sobre lo que volveré más tarde, querría hablar sobre la forma de la película. Desconozco bastante del cine de Isaki Lacuesta. Intenté ver hace tiempo una película suya, en la tele, pero la dejé de puro aburrimiento, sea dicha la verdad. La leyenda del tiempo se llamaba, como el disco de Camarón. Era una película alabada por la crítica de entonces, pero ahí se quedó mi relación con este director, con un abrupto zapping, de manera que no ha sido esa una de las motivaciones ni intereses para ver la película. Luego leí que Jonás Trueba estuvo en parte en la gestación del proyecto. Los Trueba me generan animadversión personal, así que tampoco ese podría haber sido (de haberlo sabido) un motivo de interés por la película. Pero el resultado no es malo, ni mucho menos. Es una película traviesa, que juega con la forma. Su puesta en escena me ha parecido a años luz de lo poco que recuerdo de aquella película de Lacuesta que dejé a mitad: hay más juego con el relato aquí, una imagen más construida, más barroca. Es una película que dialoga con otras que tratan sobre las drogas, la pérdida de la propia personalidad o su disolución y fusión con otra, en modo doppelgänger: tema este último que me fascinaba en su momento. Hay mucho de Trainspotting (esa levitación), de Arrebato (la bañera), incluso a Persona o Performance (los rostros fusionados), también de Orfeo de Jean Cocteau (el otro lado del espejo). He encontrado poco del cine austero, de corte bressoniano, al que parecía remitir entonces (si mal no recuerdo) aquella película que dejé a mitad.   






La película se estructura en una serie de secuencias, presentadas por un pequeño título, a modo de títulos de canciones (sin serlo en realidad). A modo de divertimento metalingüístico, a veces la voz en off avisa que lo que hemos visto en realidad no fue así, pero que forma parte de la leyenda. Ya digo, es una película traviesa. También algo fantasmagórica. Como buena película musical, dota de mucho tiempo a las canciones, interpretadas aquí por los actores (hecho que permite que las letras se entiendan mucho más que las auténticas). La tesis general de la película es lo que me ha interesado, como seguidor distanciado del grupo en el pasado. El punto de partida es una especie de triángulo amoroso, muy a lo Soñadores, entre Jota, Florent y May, la bajista que abandona el grupo. Una relación casta y pura, todo sea dicho, espiritual casi. Los personajes no verbalizan sus sentimientos, por mucho que pretendan comunicarse telepáticamente. La forma de expresar los lazos que los unen de forma indesligable es la música. La marcha de May deja un vacío, tras ella se abre la noche y la película se carga de oscuridad. La droga comienza a llevarse a Florent por caminos tortuosos (aunque la película, al igual que la música del grupo, romantice bastante su consumo). La única forma de que Jota y Florent vuelvan a encontrarse es la música. Hay una necesidad ahí, una conexión se diría, que trasciende la pura amistad. Más allá de los méritos cinematográficos de la película, que los tiene, ese punto de vista nuevo es lo que más me ha interesado, puesto que ofrece una imagen diferente de la que desprenden las letras pasivo-agresivas del grupo (sin duda, el punto que me impidió siempre conectar plenamente con su música). Así pues, a alguien que no sea realmente un seguidor del grupo, o al menos algo conocedor de ellos, no sé si le podrá interesar realmente lo que se cuente. Más allá del envoltorio, que no es más que la típica aventurilla de grupo musical, con sus grandes ambiciones, sus discusiones con la discográfica, sus flirteos con las drogas, a veces serios, y sus postureos de machitos heridos, lo más interesante es la vulnerabilidad que se intuye en los personajes: dos tipos que se necesitan, pero no saben cómo decirlo.  



(eso sí, ninguna referencia al pedazo de plagio de la canción que da título a la película)

sábado, 28 de septiembre de 2024

PAST LIVES

Finalmente me he decidido a volver a ver Vidas pasadas, la ópera prima de la directora coreano-canadiense Celine Song, siguiendo una idea lanzada en el anterior post. ¿Qué decir de esta película que no apuntase ya? Mi enamoramiento sigue en pie. Me ha seguido pareciendo una película fantástica, aunque quizá ahora, con este segundo visionado, he reparado en lo que tiene de tarjeta postal de Nueva York, de película promocional de una ciudad. La ciudad apenas aparece retratada en su cotidianeidad y sí en casi todas vistas turísticas, algo justificado por la trama del film. 



Aun así, la película no ha perdido su fuerza para mí, la forma en la que apela íntimamente a cosas vividas y a recuerdos borrados. Algunas críticas inciden en que la inmersión en los personajes podría ser mayor, pero yo creo que es más que suficiente para intuir todo lo que hay debajo. Quizá me esté dejando llevar por la emoción de lo nuevo, pero la película me ha seguido conmoviendo, algo que es plenamente subjetivo y no extrapolable a otro espectador. Esa sensación no solo la atribuyo a una historia interesante, emocionante per se, sino a la forma en la que está contada a través de las imágenes y los sonidos. Ahí es donde radican los aciertos de esta película. 



En cuanto a la imagen, en la película abunda las panorámicas que siguen el movimiento de un personaje, o que a veces se desligan de él para encuadrar algún objeto. Predominan igualmente los reencuadres, con marcos de ventanas o puertas introduciendo cuadros dentro del cuadro, espacios recortados a los que se asoman los personajes, como si los viésemos desde la distancia. En cuanto a la música, si bien algunas veces subraya algunos momentos en exceso, permite unificar escenas en algunas secuencias más largas, como todo el bloque de la relación a distancia, acompañado por una música muy sutil, que no se superpone sobre la imagen. Solo cuando la relación se interrumpe la música cesa. 











También hay algunas rimas visuales o repeticiones de planos. En dos ocasiones aparece el plano de un charco en la ciudad. En dos ocasiones también vemos a Hae Sung mirando soñador por la ventanilla de un coche, primero en la infancia, al inicio de la película, luego en la edad adulta, a modo de plano final. También el interior de un coche, con una sutil panorámica que lleva de un paisaje a un primer plano, anuncia la llega de Nora a Nueva York. Pero quizá el conjunto de planos más efectivo y repetido es aquel que muestra a Nora y Hae Sung de pie, plantados el uno frente al otro, separados por una línea invisible que divide en dos mitades el plano. O la penúltima escena, con una larga toma de ida y otra de vuelta hasta el taxi, casi rodada en plano-secuencia de no ser por el inserto de un breve diálogo en plano-contraplano. 










En cuanto a la trama, en esta segunda visión me ha impactado todavía más el personaje de Arthur, el marido americano. Los dos coreanos tienen su protagonismo, claro está, pero no dejan de ser dos tipos que se aman sin darse cuenta, o dándose cuenta pero sin poder hacer nada para cambiar su situación (un poco como en In the mood for love, la película a la que hacía referencia en el anterior post). Pero el personaje de Arthur rompe con las previsiones iniciales creadas en torno a él, por toda una tradición literaria y cinematográfica previa, que lo esperarían posesivo y superficial. No es así. Celine Song hace que incluso el personaje verbalice esa larga tradición de marido celoso que se interpone en el amor. Arthur tiene miedo, pero sabe que hace lo correcto. Su forma de esperar en los escalones de entrada a su casa, en ese magnífico plano final, con su ida y su vuelta, resumen a la perfección su personaje. Algunos podrían pensar que hay demasiado buen rollo: pero son los tiempos que corren, y me gusta que sea así. 




No ha sido este análisis muy sesudo ni complejo, sino basado en retazos que me han llamado la atención, quizá con más fuerza que la primera vez. La película me ha vuelto a gustar, aun a pesar de haber descubierto un poco su arquitectura interna. Lamento todavía profundamente no haber visto esta película inicialmente en el cine.