viernes, 18 de octubre de 2024

UN DECORADO PARA RICOS

Unos días antes o después de ver Past Lives, volví a ver una película de Woody Allen con la que la que quería comparar, a propósito del apartado de Nueva York como tarjeta postal. Esta película, con la que no comparto ningún tipo de enamoramiento, es A rainy day in New York, película un tanto mediocre y más o menos reciente de Woody Allen. 

De entrada, confieso que nunca he sido un gran admirador de Woody Allen, cuyas películas siempre observo con cierta suspicacia. Algunas me han gustado, no lo niego, como Hannah y sus hermanas, y hubo una época en la que vi toda película que estrenaba. De aquellos años recuerdo Match Point El sueño de Casandra, que me acabaron gustando. Sus clásicos, Annie Hall y Manhattan, nunca me han dicho mucho. La película en cuestión, A rainy day in New York, la vi en el cine, después de mucho tiempo sin ver una película suya. También tengo que decir que no he vuelto a ver ninguna más. La película se estrenó a destiempo, debido a todos los escándalos que rodeaban y siguen rodeando al director, hecho que había provocado que los propios intérpretes abjurasen de su participación en la película. La vi precisamente por eso, un poco por el morbo, lo reconozco. Entonces ya me pareció bastante mala, aunque de visionado amable. Es decir, una película entretenida, sin más. Me reafirmo en esa impresión inicial.  

Profundizando un poco más, y en comparación con otras películas de Woody Allen, me ha llamado la atención la frialdad con la que queda retratada la ciudad de Nueva York. Parece un espacio abstracto, un lugar hecho para un rodaje, pero no para vivir en él. Cuando hizo esta película quizá Woody Allen estaba ya demasiado acostumbrado a hacer películas de encargo con finalidad turística, ya fuese en Barcelona, Roma o París. Esta película adolece de esos defectos: mostrar una ciudad sin más viandantes que los propios actores. El tono almibarado de la fotografía de Storaro tampoco ayuda, aunque su contribución sirva para resolver alguna escena en algún plano-secuencia casi imperceptible (los auténticamente buenos). 

La ciudad de Nueva York no solo parece un decorado, sino que únicamente parece habitada por ricos. Es como si la película hubiese sido concebida como un largo anuncio para magnates rusos o árabes, dispuestos a dejarse la pasta en la ciudad. Esa sensación de ciudad-muerta me recordó bastante a Eyes wide shut, esta sí rodada en decorados. Quizá esa ciudad sea realmente así, un escenario sin autenticidad debido a la turistificación, fenómeno del cual Woody Allen parece un agente bastante activo. 

Si nos centramos en la trama y los personajes, pocas cosas hay que destacar.  El personaje interpretado por Timothée Chalamet es un remedo de otros protagonizados por el propio Woody Allen, pero sin gracia. De hecho, Chalamet hace en ocasiones una especie de imitación de Woody Allen demasiado evidente. El personaje de Elle Fanning tiene algo más de gracia, aunque recibe toda la mirada misógina por parte de su creador. Si bien recaen en este personaje los principales momentos cómicos (un tanto simplones, de enredo), no deja de ser retratada como una chica del medio oeste bastante superficial y predecible. En cambio, el personaje masculino no recibe esa mirada, sino que más bien podría decirse que es una versión idealizada del propio Woody Allen. El personaje de Selena Gómez, más mordaz, es el único que parece propio de 2019, aunque también vive en un casoplón de niña rica. También es un tanto insoportable. Así pues, ante estos personajes puede decirse claramente que el intento de Woody Allen de acercarse a los jóvenes es claramente fallido. 

En resumidas cuentas, la película se puede ver en cuanto que tiene un guion ágil y bien estructurado, mérito de alguien con mucho oficio en la materia, aunque el resultado sea bastante pobre en cuanto a comicidad y profundidad, así como bastante misógino. Muchos chistes están anticuados o son claramente machistas, muchas escenas parecen solucionadas con desgana y los personajes son caricaturas supuestamente sofisticadas. La ciudad, que en tantas otras películas de Woody Allen parecía un personaje más de la trama, es en esta película un escenario muerto, nostálgico y para ricos. Como elementos positivos, algunos diálogos no están mal (aunque suenen ya a otras películas de Woody Allen) y la película tiene un buen ritmo, sin por ello evitar las largas tomas. En resumidas cuentas, el impacto leve pero turbio que deja esta película me hace pensar que el cine previo de Woody Allen fue también así, y solo la pátina de la moda lo encumbró en su momento. 



casoplón

hotelazo


café chic

universidad de niños ricos

museo


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