domingo, 29 de septiembre de 2024

SEGUNDO PREMIO

Me ha gustado Segundo Premio. La he visto de un tirón, sin parpadear ni sentir cansancio. En ello ha influido que me gustaban Los Planetas, sin llegar a ser un fan; conozco más o menos las canciones del disco (de hecho, lo tengo) e incluso leí un libro sobre su intrahistoria. También hubo una época en que fui muchas veces a Granada, más de las que me gustaría reconocer. Es una ciudad en la que fui feliz. Quizá sin ese contexto la película me hubiese dejado algo más frío. A diferencia de La estrella azul, de la que no me enteré que era un biopic hasta bien entrada la película, en este caso lo sabía desde el principio: y no me suelen gustar en exceso los biopics. En este caso, la película hace bien en centrarse tan solo en un momento de la banda, quizá su momento culminante, sin recurrir a esa aberrante necesidad de envejecer o rejuvenecer a los actores. 




Más allá de lo que retrata, sobre lo que volveré más tarde, querría hablar sobre la forma de la película. Desconozco bastante del cine de Isaki Lacuesta. Intenté ver hace tiempo una película suya, en la tele, pero la dejé de puro aburrimiento, sea dicha la verdad. La leyenda del tiempo se llamaba, como el disco de Camarón. Era una película alabada por la crítica de entonces, pero ahí se quedó mi relación con este director, con un abrupto zapping, de manera que no ha sido esa una de las motivaciones ni intereses para ver la película. Luego leí que Jonás Trueba estuvo en parte en la gestación del proyecto. Los Trueba me generan animadversión personal, así que tampoco ese podría haber sido (de haberlo sabido) un motivo de interés por la película. Pero el resultado no es malo, ni mucho menos. Es una película traviesa, que juega con la forma. Su puesta en escena me ha parecido a años luz de lo poco que recuerdo de aquella película de Lacuesta que dejé a mitad: hay más juego con el relato aquí, una imagen más construida, más barroca. Es una película que dialoga con otras que tratan sobre las drogas, la pérdida de la propia personalidad o su disolución y fusión con otra, en modo doppelgänger: tema este último que me fascinaba en su momento. Hay mucho de Trainspotting (esa levitación), de Arrebato (la bañera), incluso a Persona o Performance (los rostros fusionados), también de Orfeo de Jean Cocteau (el otro lado del espejo). He encontrado poco del cine austero, de corte bressoniano, al que parecía remitir entonces (si mal no recuerdo) aquella película que dejé a mitad.   






La película se estructura en una serie de secuencias, presentadas por un pequeño título, a modo de títulos de canciones (sin serlo en realidad). A modo de divertimento metalingüístico, a veces la voz en off avisa que lo que hemos visto en realidad no fue así, pero que forma parte de la leyenda. Ya digo, es una película traviesa. También algo fantasmagórica. Como buena película musical, dota de mucho tiempo a las canciones, interpretadas aquí por los actores (hecho que permite que las letras se entiendan mucho más que las auténticas). La tesis general de la película es lo que me ha interesado, como seguidor distanciado del grupo en el pasado. El punto de partida es una especie de triángulo amoroso, muy a lo Soñadores, entre Jota, Florent y May, la bajista que abandona el grupo. Una relación casta y pura, todo sea dicho, espiritual casi. Los personajes no verbalizan sus sentimientos, por mucho que pretendan comunicarse telepáticamente. La forma de expresar los lazos que los unen de forma indesligable es la música. La marcha de May deja un vacío, tras ella se abre la noche y la película se carga de oscuridad. La droga comienza a llevarse a Florent por caminos tortuosos (aunque la película, al igual que la música del grupo, romantice bastante su consumo). La única forma de que Jota y Florent vuelvan a encontrarse es la música. Hay una necesidad ahí, una conexión se diría, que trasciende la pura amistad. Más allá de los méritos cinematográficos de la película, que los tiene, ese punto de vista nuevo es lo que más me ha interesado, puesto que ofrece una imagen diferente de la que desprenden las letras pasivo-agresivas del grupo (sin duda, el punto que me impidió siempre conectar plenamente con su música). Así pues, a alguien que no sea realmente un seguidor del grupo, o al menos algo conocedor de ellos, no sé si le podrá interesar realmente lo que se cuente. Más allá del envoltorio, que no es más que la típica aventurilla de grupo musical, con sus grandes ambiciones, sus discusiones con la discográfica, sus flirteos con las drogas, a veces serios, y sus postureos de machitos heridos, lo más interesante es la vulnerabilidad que se intuye en los personajes: dos tipos que se necesitan, pero no saben cómo decirlo.  



(eso sí, ninguna referencia al pedazo de plagio de la canción que da título a la película)

sábado, 28 de septiembre de 2024

PAST LIVES

Finalmente me he decidido a volver a ver Vidas pasadas, la ópera prima de la directora coreano-canadiense Celine Song, siguiendo una idea lanzada en el anterior post. ¿Qué decir de esta película que no apuntase ya? Mi enamoramiento sigue en pie. Me ha seguido pareciendo una película fantástica, aunque quizá ahora, con este segundo visionado, he reparado en lo que tiene de tarjeta postal de Nueva York, de película promocional de una ciudad. La ciudad apenas aparece retratada en su cotidianeidad y sí en casi todas vistas turísticas, algo justificado por la trama del film. 



Aun así, la película no ha perdido su fuerza para mí, la forma en la que apela íntimamente a cosas vividas y a recuerdos borrados. Algunas críticas inciden en que la inmersión en los personajes podría ser mayor, pero yo creo que es más que suficiente para intuir todo lo que hay debajo. Quizá me esté dejando llevar por la emoción de lo nuevo, pero la película me ha seguido conmoviendo, algo que es plenamente subjetivo y no extrapolable a otro espectador. Esa sensación no solo la atribuyo a una historia interesante, emocionante per se, sino a la forma en la que está contada a través de las imágenes y los sonidos. Ahí es donde radican los aciertos de esta película. 



En cuanto a la imagen, en la película abunda las panorámicas que siguen el movimiento de un personaje, o que a veces se desligan de él para encuadrar algún objeto. Predominan igualmente los reencuadres, con marcos de ventanas o puertas introduciendo cuadros dentro del cuadro, espacios recortados a los que se asoman los personajes, como si los viésemos desde la distancia. En cuanto a la música, si bien algunas veces subraya algunos momentos en exceso, permite unificar escenas en algunas secuencias más largas, como todo el bloque de la relación a distancia, acompañado por una música muy sutil, que no se superpone sobre la imagen. Solo cuando la relación se interrumpe la música cesa. 











También hay algunas rimas visuales o repeticiones de planos. En dos ocasiones aparece el plano de un charco en la ciudad. En dos ocasiones también vemos a Hae Sung mirando soñador por la ventanilla de un coche, primero en la infancia, al inicio de la película, luego en la edad adulta, a modo de plano final. También el interior de un coche, con una sutil panorámica que lleva de un paisaje a un primer plano, anuncia la llega de Nora a Nueva York. Pero quizá el conjunto de planos más efectivo y repetido es aquel que muestra a Nora y Hae Sung de pie, plantados el uno frente al otro, separados por una línea invisible que divide en dos mitades el plano. O la penúltima escena, con una larga toma de ida y otra de vuelta hasta el taxi, casi rodada en plano-secuencia de no ser por el inserto de un breve diálogo en plano-contraplano. 










En cuanto a la trama, en esta segunda visión me ha impactado todavía más el personaje de Arthur, el marido americano. Los dos coreanos tienen su protagonismo, claro está, pero no dejan de ser dos tipos que se aman sin darse cuenta, o dándose cuenta pero sin poder hacer nada para cambiar su situación (un poco como en In the mood for love, la película a la que hacía referencia en el anterior post). Pero el personaje de Arthur rompe con las previsiones iniciales creadas en torno a él, por toda una tradición literaria y cinematográfica previa, que lo esperarían posesivo y superficial. No es así. Celine Song hace que incluso el personaje verbalice esa larga tradición de marido celoso que se interpone en el amor. Arthur tiene miedo, pero sabe que hace lo correcto. Su forma de esperar en los escalones de entrada a su casa, en ese magnífico plano final, con su ida y su vuelta, resumen a la perfección su personaje. Algunos podrían pensar que hay demasiado buen rollo: pero son los tiempos que corren, y me gusta que sea así. 




No ha sido este análisis muy sesudo ni complejo, sino basado en retazos que me han llamado la atención, quizá con más fuerza que la primera vez. La película me ha vuelto a gustar, aun a pesar de haber descubierto un poco su arquitectura interna. Lamento todavía profundamente no haber visto esta película inicialmente en el cine.

jueves, 19 de septiembre de 2024

PELÍCULAS DE 2024 (PRIMERA PARTE)

Queda bastante poco para que retome con intensidad mi temporada cinéfila, pero todavía demasiado para que llegue el final de año y su recuento de películas vistas en los cines. En realidad, mis temporadas cinéfilas no son anuales, sino que más bien van desde principios de otoño hasta principios de la primavera. Luego vienen otras distracciones y la verdad es que las carteleras decaen bastante. Así pues, voy a realizar ya un breve resumen de las películas de 2024 vistas hasta la fecha, puesto que al finalizar el año he olvidado algunas de ellas (de hecho, ya lo he hecho en algunos casos) y me es más difícil realizar una valoración más o menos justa. 

Como siempre comento, no se trata tanto de críticas como de impresiones un tanto dispersas, a modo de diario de espectador.   

The Holdovers (Alexander Payne) 7/10

Película navideña de buenas intenciones pero poco sorprendente, con profesor gruñón, pero de buen corazón, y adolescente atolondrado. El envoltorio setentero ayuda a conferirle por momentos un aire wesandersiano. Tiene buenos momentos y se deja ver con disfrute, pero también se olvida bastante rápido. Tendría que volver a verla, porque no me pareció una mala película, ni mucho menos.


The Zone of Interest (Jonathan Glazer) 9,2/10

Ante todo, la obra de Glazer es un ejercicio de estilo acerca del horror. Se ha discutido mucho sobre la forma en la que encarar el Holocausto a través del audiovisual. En un lado de la balanza aparece la espectacularización del horror, llevada a cabo por Spielberg, colocando los sentimientos en primer término (La lista de Schindler). En el otro platillo de la balanza se encuentra el acta notarial llevada a cabo por Lanzmann en Shoah, a partir de testimonios, a modo de monumento a la memoria. Sin pretender igualar a Lanzmann, Glazer se sitúa claramente de su lado, evitando la implicación emocional y el drama. Con ello no quiero acusar a Spielberg de malas intenciones con su película: es un tema difícil de abordar. Al igual que El Hijo de Saúl se centraba solo en el punto de vista del personaje principal, ignorando lo que sucedía alrededor suyo, la película de Glazer se sustenta en el sonido para evocar el horror puro sin mostrarlo, exhibiendo en cambio la otra cara, la de la tranquilidad de los verdugos, más gélida y quizá más salvaje, y sobre todo más inquietante. Es una película articulada a partir de las disonancias, entre lo que se ve y lo que se intuye, y Glazer incluso se toma la libertad de experimentar un poco con la imagen. Con todo, reconozco que la película no me llegó a impactar ni a conmover todo lo que hubiera deseado, aunque reconozco sus méritos artísticos. Quiero pensar que era precisamente eso lo que quería Glazer: evitar a toda costa la implicación sentimental. 

Aprovecho para recomendar el fascinante documental Tres minutos: una exploración, de Bianca Stigter, que aborda también el mismo tema. 



Perfect days (Wim Wenders) 8,2/10

Sobre esta película vuelvo casi de forma reiterada. Es una película sobre la rutina, o mejor dicho, sobre la rutina alterada, a la manera de Jeanne Dielman....Por un lado, es una película que inspira paz y relajación, al adoptar todos los clichés del cine japonés. Pero, por otro lado, aunque es una película que se bebe de un trago, deja un regusto amargo, puesto que insinúa el peso excesivo del pasado, que proyecta todavía sobre la simplicidad cotidiana del presente una alargada sombra. Es quizá una de las películas que más hondo me ha llegado de toda esta primera parte de año. Como anécdota que a pocos debe interesar, me descargué la misma playlist que escucha este afable limpiador de cuartos de baño, y como él la escucho al ir al trabajo (aunque yo no la tenga en cassette). 



Das Lehrerzimmer (Ilker Çatak) 7,6/10

Esta es una película sobre profesores y sobre el mundo educativo, un tema del que muchas veces escapo por excesivamente cercano, o edulcorado, pero que esta vez me atrapó al instante. Recuerdo que fue una película que disfruté de principio a fin sin parpadear, sumergiéndome en el entorno asfixiante, cada vez más complicado, que rodea a la profesora. Como las películas sobre niños de la actualidad, el tema del sistema educativo queda un tanto de lado para ahondar en los terrenos cenagosos de la culpabilidad y la imposibilidad de demostrar la verdad sin cruzar una línea moral. 



Dune, part 2 (Denis Villeneuve) 5,8/10

En relación con la de Lynch, la novela está mejor contada en la película de Villeneuve, en la que hay menos lagunas. En cambio, incurre en el vicio actual de las series: la falta de síntesis. También mejora a la de Lynch en cuanto al arco de los personajes, más claramente explicado y mostrado en la de Villeneuve. Pero, siguiendo con la comparación, a la versión de Dune de Villeneuve le falta un poco de excentricidad estrafalaria, estando mucho más ceñida a los parámetros de una superproducción. El único elemento de humor, quizá involuntario, lo aporta el personaje fanático de Bardem. De hecho, la película puede interpretarse como la gestación de un fanatismo de masas, o la corrupción del poder. Pero las interpretaciones son un tanto pobres y sobran explosiones. La novela en la que se basa tampoco da para más. 



Poor Things (Yorgos Lanthimos) 6,4/10

Una película de bonito envoltorio pero poca chicha. Ciertamente me dejó bastante indiferente la propuesta de Lanthimos, un director del que poco o nada ya esperaba. Al menos, ha contenido su vena sádica y cruel (parece que la ha dejado para su otra película estrenada este año). Apenas la recuerdo, más allá de algún que otro momento más o menos divertido y de su prodigiosa dirección artística. Aun así, me indigné bastante con la visión de Alejandría (ni remotamente semejante a algo real). 



La Bête (Bertrand Bonello) 8,4/10

Ejercicio extrañísimo e insólito, pero que abre un tanto la mente. Es una película que sorprende a cada paso. Tiene momentos realmente desasosegantes. La película combina elementos muy dispares, así como épocas diferentes, unidas por un fino hilo simbólico muchas veces resquebrajado y algo inestable. Todo gira en torno a la incomunicación, la soledad y la búsqueda del amor, a la manera de un El año pasado en Marienbad de ciencia-ficción. Así pues, une cosas del futuro, con su inteligencia artificial y nuevas relaciones humanas, con toda una sección de principios de siglo XX y otra de la actualidad, explorando el universo incel norteamericano (aprovecho para recomendar por aquí el fantástico documental La Mecánique des fluides, de Gala Hernández, también de este último tema).



La Chimera (Alice Rohrwacher) 7,6/10

La película de Rohrwacher vuelve a mostrar un mundo a caballo entre el realismo y lo fantástico, con ese tono de fábula que tanto le es propio. Hay vagabundos, marginados, fiestas nocturnas y misteriosos tesoros ocultos. De nuevo, hay constantes referencias al cine italiano del pasado, a Fellini, a Pasolini, a Rossellini, en cuyas películas Rohrwacher rebusca al igual que sus personajes se adentran en las tumbas etruscas para sacar a la luz sus tesoros. Es, como todo el cine italiano, una película de momentos, de escenas, quizá con una conexión precaria entre ellas, pero de gran belleza. En realidad, la película parece ser una reflexión sobre Italia, un país que vive del expolio de su propio pasado. Aunque en la película no todo se ha perdido, aun hay terreno para la esperanza. 



Alguna mención a películas no vistas en el cine: 

Ya he mencionado previamente dos documentales fascinantes, de lo mejor que he visto últimamente: el primero, Tres minutos: una exploración es un análisis muy detallado de una grabación amateur, de tres minutos de duración, que muestra la felicidad de un día cualquiera en una comunidad judía polaca antes del Holocausto. La película es, al mismo tiempo, toda una reflexión acerca del poder y la capacidad de la imagen. El segundo documental, La Mecánique des fluides, es un ensayo fílmico acerca de los abismos actuales de internet, abordados de forma analítica a la par que empática, acompañado de gran originalidad formal. 






Aparte de estas películas, me gustaría comentar otras tres, que no pude ver en el cine en su momento: 

Past Lives (Celine Song) 8,4/10

Creo que esta película es el In the mood for love de esta década y creo que con ello ya está todo dicho (y todo ello es bueno). Me gusta recordar de tanto en tanto esta película, sus planos tan cuidados (los caminos en los que se bifurcan los niños, el parque de las esculturas, los reflejos constantes de la gran ciudad, que borran los rostros de los personajes). Es una película sincera, sin recovecos, directa como un golpe en el mentón y, al mismo tiempo, suavemente poética. Tengo que reconocer que estoy completamente enamorado de esta película que tan solo he visto una vez (tengo miedo de volverla a ver por si se rompe el hechizo).



La estrella azul (Javier Macipe) 8,4/10

Película sorprendente, de la que ya hablé con detalle en su momento, y que me cautivó sobre todo por su carácter metacinematográfico. 



Evil does not exist (Ryusuke Hamaguchi) 8/10

La película de Hamaguchi, en cambio, me dejó un poco frío. Acepté con gusto su propuesta formal y sonora, con una impecable banda sonora de Eiko Ishibashi y unas planos de la naturaleza y de los bosques ante los que caer rendido de gozo. Hamaguchi es un maestro de esos largos planos, inquietantes a la par que relajantes. Igualmente, me volvió a fascinar la manera en la que Hamaguchi introduce largos diálogos, en esta ocasión en la escena de la presentación del proyecto del camping de lujo ante los vecinos de la localidad. No sé cómo lo consigue, pero en esos largos momentos de diálogo logra captar plenamente mi atención, como si todo lo demás alrededor dejara de existir. A la hora de rodar diálogos, Hamaguchi es un maestro, inigualable a día de hoy. Sin embargo, el final me pareció un tanto sensacionalista y no acabé de encajarlo con gusto: una pena.