lunes, 8 de diciembre de 2025

YI YI (EDWARD YANG, 2000) O LA VIDA

La entrada de hoy va a ser especialmente breve. No pretendo distraer la atención con análisis sesudos de la película, pues todo lo que no sea ponerse a verla ahora mismo es perder el tiempo. Como se dice en un determinado momento de la película, el cine nos hace vivir la vida de forma tres veces más intensa. En Yi Yi esa afirmación tiene un valor especial, sabiendo el propio Yang que iba a ser su última película. 

Yi Yi empieza con una boda. Y con unos globos, que reaparecerán más tarde.


Yi Yi es la vida, como también lo fue su precedente más claro, Cuentos de Tokio de Yasujiro Ozu. Ambas películas podrían encuadrarse dentro de la categoría de dramas familiares, pero de baja intensidad. No hay nada, o casi nada, que escape a lo que una familia puede de normal experimentar. Celebraciones, amores, desilusiones, pequeñas decepciones y nuevas esperanzas, el simple discurrir de una generación tras otra. 

La curiosidad del niño...

...y los dilemas del padre.

Lo reconozco: me gustan las películas de interiores domésticos. Especialmente si son desordenados, con vida. 

La hija adolescente espera su turno para entrar en el ciclo de amores de la vida.


Mi amor incondicional por esta película no fue uno a primera vista. En su momento, cuando la vi por primera vez, hará casi veinte años, me pareció lenta y plana. No había vivido suficiente, esa era la razón de mi incomprensión. 


La relación entre la abuela y la nieta. Los lazos más estrechos a veces se saltan una generación.


En su fondo, la película habla del carácter cíclico de la vida. Quizá un instinto animal latente, el de la mera perpetuación de la especie, incita a repetir códigos inconscientes. Esas repeticiones se hacen explícitas en una secuencia muy elocuente, en la que se emplea el montaje paralelo. Toda la película está construida sabiamente desde el guion, iniciando de la misma manera que acaba, empleando los raccords sonoros y visuales para enlazar escenas, en alguna ocasión de forma bastante llamativa. Otro de sus puntos fuertes es la construcción de los planos. Estos ofrecen el máximo de información, aprovechando los reflejos de ventanas y escaparates para introducir en el plano el fuera de campo. Porque, en realidad, esta película es una invitación a hacernos ver lo que de normal no podemos ver. 

Dentro y fuera. Un recurso habitual de Edward Yang. 


martes, 2 de diciembre de 2025

DIEZ CAPÍTULOS DE LOS SIMPSON

Los Simpson marcaron mi niñez y mi adolescencia, y aún hoy siguen formando parte de mis referencias diarias, casi de forma preocupante. Aquí va una selección de diez capítulos, los diez primeros que me han venido a la cabeza, todos ellos pertenecientes a la edad de oro, entre 1993 y 1997. 


10. A Star is Burns, 5 de marzo de 1995 Dir: Susie Dietter, Guion: Ken Keeler. 

Springfield acoge un festival de cine, en el que la superproducción de Montgomery Burns y el cortometraje de autor de Barney Gumble se disputan el primer premio. 

La superproducción de Burns parodia, entre otras, a Ben Hur

No llores por mí, ya estoy muerto.


9. Bart of Darkness, 4 de septiembre de 1994, Dir: Jim Reardon, Guion: Dan McGrath. 

Bart sufre un accidente en la piscina portátil del jardín y, obligado a permanecer escayolado en su habitación, desarrolla patologías al mismo tiempo que intenta resolver la misteriosa desaparición de Maude Flanders. 

Todo el capítulo es una parodia de La ventana indiscreta.


Bart es especialmente misántropo en este capítulo. ¡Incluso escribe una obra de teatro!




8. Mother Simpson, 19 de noviembre de 1995, Dir: David Silverman, Guion: Richard Appel.

Homer se reencuentra con su madre, en paradero desconocido desde 1969. 

Homer de nuevo acaba abandonado, en un bello plano final. 

En cambio, el peinado de Johnny Unitas sí que inspira confianza. 


7. Raging Abe Simpson and His Grumbling Grandson in "The Curse of Flying Hellfish", 28 de abril de 1996, Dir: Jeffrey Lynch, Guion: Jonathar Collier.  

Bart descubre que el Abuelo pertenece a una hermandad de excombatientes, creada en la II Guerra Mundial en torno a un tesoro artístico robado en Europa. 

...es otra forma de matar a un hombre, pero es tan intrincada y precisa como una estudiada partida de ajedrez.

El cuadro en torno al cual gira el misterio es una pintura de Rafael. 



Finalmente el caprichoso heredero alemán se queda con la obra de arte. 

6. You Only Move Twice, 3 de noviembre de 1996, Dir: Mike B. Anderson, Guion: John Swartzwelder. 

Homer tiene un nuevo jefe, el súpervillano Hank Scorpio, y toda la familia se muda a un lujoso barrio residencial. 

Homer cumple su sueño: comprar el sombrero del entrenador de fútbol americano Tom Landry. 

Hank Scorpio intenta torturar a James Bond (caricatura de Sean Connery).


5. The Mysterious Voyage of Homer, 5 de enero de 1997, Dir: Jim Reardon, Guion: Ken Keeler.

Homer se pasa con el chile y sufre una alucinación mística en la que se encuentra con su espíritu-guía. 

En su viaje de peyote/chile, Homer se encuentra con un coyote (en el original, con la voz de Johnny Cash)

Serpientes gigantes, pirámides, desierto...

La realidad empieza a distorsionarse una vez Homer ingiere el chile de Quetzeltenango, cultivado en un manicominio guatemalteco. 

Uno de los capítulos más atrevidos en el plano formal. 


4. The Springfield Files, 12 de enero de 1997, Dir: Steven Dean Moore, Guion: Reid Harrison.

Los agentes Mulder y Scully llegan a Springfield a desvelar el misterio que rodea a un extraño personaje resplandeciente que aparece todas las noches de sábado. 

Aquella noche, en el club de caballeros...

Caricatura de Gillian Anderson y David Duchovny, entonces la pareja de moda. 

Leonard Nimoy presenta el episodio. 

Los agentes someten a Homer a todo tipo de pruebas: de resistencia, del polígrafo...


3. Homer the Great, 8 de enero de 1995, Dir: Jim Reardon, Guion: John Swartzwelder. 

Homer es elegido el líder supremo de la orden masónica de los Canteros. 

Sutil homenaje a El último emperador. 

Homer, el líder supremo abandonado, se divierte recreando la batalla de Gettysburg con monos. 

Homer jura respetar el pergamino sagrado (luego lo utilizará como servilleta). 

Who keeps the metric system down? We do! We do!



2. $pringfield (or How I Learned to Stop Worrying and Love Legalized Gambling), 16 de diciembre de 1993, Dir: Wes Archer, Guion: Bill Oakley & Josh Weinstein. 

Montgomery Burns abre un casino en Springfield. 


Smithers, he diseñado un nuevo avión, le llamaré Alce Pulcro y trasladará a 200 pasajeros desde el aeropuerto de Nueva York al Congo belga en 17 minutos!  (Burns como Howard Hughes)

Homer recrea cómo fue el pleno municipal en el que Marge, según él, se opuso a la apertura del casino. 

Lisa, completamente desatendida, luce este infame disfraz de Florida en la gala de la escuela. ¡Yo soy Idaho!

Cameo de Dustin Hoffman y Tom Cruise, recreando la película Rain man


1. Last Exit to Springfield, 11 de marzo de 1993, Dir: Mark Kirkland, Guion: Jay Kogen y Wallace Wolodarsky. 

Homer se convierte en líder sindical y convoca una huelga en la central nuclear. 


¡Romped átomos!

Lisa in the sky with diamonds

mmm...el sindicato del crimen...(homenaje a El Padrino II)

El increíble libro de la sonrisa británica. 



domingo, 9 de noviembre de 2025

PELÍCULAS VISTAS EN EL CINE Y EN LA TELE (OCTUBRE/NOVIEMBRE).

He dejado el habitual título de "en el cine y en la tele", pero, para ser sincero, han sido todas en la tele. Pero, a cambio, ofrezco un siete por uno, siete críticas (breves) en una única entrada. O siete experiencias de espectador, como prefiero llamarlas.  

Frankenstein (Guillermo del Toro, 2025).  6,5/10

Nunca he sido un gran admirador del cine de Guillermo Del Toro. En ocasiones anteriores, lo había intentado con alguna película suya, dejándola a los pocos minutos. Sin embargo, esta película me ha gustado en su conjunto, aun a pesar de contar con elementos no del todo de mi agrado. No me convencen los excesivos efectos especiales, ni la breve duración de los planos, ni tampoco ese toque disney que arrastra un poco consigo toda la trama. Pero me parece notable la recreación del monstruo, su fisonomía, sus andares, así como toda la parafernalia de bibliotecas, ruinas románticas y paisajes helados a lo Caspar David Friedrich. Con todos esos elementos de puro gozo estético le doy mi aprobado alto.



Il Mostro (Leonardo Fasoli y Stefano Sollima, 2025, miniserie de 4 capítulos). 5/10

Otro producto de Netflix, que en este caso esperaba mejor. La miniserie trata sobre el caso real de il Mostro di Firenze, un asesino en serie que aterrorizó a la población de la Toscana con ocho brutales asesinatos de parejas en sus coches, desde 1968 a 1985. En los noventa se dio con el posible monstruo, Pietro Pacciani, que fue juzgado, condenado inicialmente y absuelto después por falta de pruebas, poco antes de morir. A pocos convenció que el campesino viejo, colérico, histriónico y brutal que fue llevado a los tribunales, un paleto acompañado de dos secuaces medio deficientes, fuese en realidad el Monstruo, surgiendo a partir de entonces toda una serie de teorías conspiranoicas, muy italianas. La miniserie se centra en una de las pistas iniciales, la llamada pista sarda, que fue descartada a finales de los ochenta. 

Más allá de los detalles de verosimilitud histórica, la serie tiene un ritmo lento, centrándose en cada uno de los cuatro capítulos en un posible sospechoso, siguiendo de esta manera una mecánica que se hace algo tediosa y predecible, hasta el cuarto capítulo, el mejor de todo el conjunto. Por lo demás, tiene todos los estilemas de Netflix, desde la fotografía oscurísima y apagada, hasta algunos detalles temáticos. Lo realmente interesante de la miniserie es que explore los asesinatos del Monstruo en un contexto más amplio, de explotación, sumisión y violencia contra las mujeres, en la Italia rural, machista y atrasada. 



Ran (Akira Kurosawa, 1985). 10/10

Vamos ahora con una auténtica obra maestra. Es una película que ya había visto hacía bastante tiempo, pero no está de más volver de vez en cuando sobre estas obras consagradas. Kurosawa dedicó a esta película toda la atención de sus últimos años y, sin embargo, no suele figurar a la altura de otras obras maestras suyas, como Rashomon o Los siete samuráis. Para mí sí que se sitúa con ellas, al igual que Trono de sangre, su anterior película shakespeariana. Ran es, ante todo, un gran ejercicio de composición de planos y juego de colores. Pero, además, es una obra que trata los temas tan japoneses de la ambición desmedida y la destrucción total, temas que para la generación de Kurosawa significaban algo más que meros recursos retóricos. En resumen, es una película conmovedora, estética, que cuenta además con una brillante banda sonora de Toru Takemitsu y una gran interpretación, muy teatral, de Tatsuya Nakadai. Si con algo me tengo que quedar, es, indudablemente, con el flautista ciego. 



Vive l'amour (Tsai Ming Liang, 1994). 7/10

Seguimos en el cine asiático, en este caso con cine taiwanés. Llegué a esta cinta de Tsai Ming Liang al descubrir en las redes sociales que compartimos día de nacimiento. Me hizo gracia, así que volví a dar una oportunidad a esta película, que en su momento inicié en un día con pocas ganas. La película se centra en tres jóvenes de Taiwán, que comparten piso sin saberlo. Una trabajadora de una agencia inmobiliaria, algo despistada, se deja las llaves puestas en uno de los pisos que tiene que vender, hecho que aprovecha un joven trabajador de una empresa de pompas fúnebres para colarse en su interior. Otro día, la chica lleva a un joven, con pinta arrogante y chuleta, al piso, y este le roba una de las llaves después de acostarse con ella. De esa forma, los tres jóvenes van viviendo en el piso, pero a diferentes horas, sin apenas cruzarse. Es una premisa interesante, que sirve de punto de partida para una relación a tres bandas, marcada por los silencios (apenas hablan en toda la película) y la incomunicación en general. Es una película que requiere algo de esfuerzo por parte del espectador, sobre todo por la casi total ausencia de diálogos, pero que merece la pena. 



Gotas de agua sobre piedras calientes (François Ozon, 2000). 8/10

Interesante película de François Ozon, de cuando era un director joven apenas conocido, basada en la adaptación de una obra de teatro que Rainer Werner Fassbinder escribió cuando tenía 19 años. Es una película que se desarrolla únicamente en un espacio, el apartamento del señor Bluhm. Es este un maduro corredor de seguros que atrae a un joven estudiante de 19 años, Franz, y con el que mantendrá una relación bastante tóxica, de dominación y sumisión. Las cosas se complican cuando aparecen dos personajes femeninos, la exnovia de Franz y una antigua amante de Bluhm. Es una película muy teatral en fondo e intenciones, con muchos diálogos y esa tendencia fassbinderiana, que Ozon hace suya, del análisis de las retorcidas relaciones de pareja, con sus equilibrios de poder inherentes. Además, Ozon se adapta incluso al estilo visual de Fassbinder, con una estética muy setentera, evitando en todo momento la monotonía en la disposición de la cámara y sus movimientos. Francamente me gustó mucho, tanto que la anterior entrada (un intento de creación literaria) está inspirada en ella.



Las amargas lágrimas de Petra von Kant (R. W. Fassbinder, 1972). 9/10

Y una vez vista la copia, mejor volver al original. He vuelto a ver, después de muchos años, esta fantástica película de Fassbinder y me ha seguido pareciendo portentosa. Me sigue sorprendiendo aun hoy la capacidad de Michael Ballhaus para evitar la monotonía en un único escenario, con múltiples colocaciones de la cámara y travellings imposibles en un espacio tan reducido. La película trata sobre la diseñadora de moda Petra von Kant (Margit Carstensen), una mujer endiosada, egoísta y depresiva, un personaje aterrador que, aun así, busca ternura y amor, y no lo encuentra. Es una película triste pero que, como sucede en las películas de Fassbinder, y también en las de Rohmer, se ve con cierta ligereza, por la capacidad que ambos directores tienen para diseccionar los sentimientos humanos con la frialdad de un entomólogo y la frivolidad de un moralista del siglo XVIII. 


La pianista (Michael Haneke, 2001). 8,5/10

Pero la frialdad tiene un límite (retomando la crítica anterior). He vuelto al universo de Haneke, a revisitar esta película que ahora sé por qué mantuve tanto tiempo alejada de mí. Ha sido una experiencia dura volver al mundo del director austríaco, con su violencia latente, su sexo pocho y desagradable, y su carácter gélido y distanciado. De todas formas, es esta una de sus mejores películas. A destacar la notabilísima interpretación de Isabelle Huppert, maestra rigurosa de día y exploradora de todos los vicios, de noche. Pero su exploración del mal, o del dolor autoinfligido, es más bien mental, artística, y no tanto real. Ella como mujer sueña, pero no ejecuta. Será el hombre, aparentemente digno, comedido y con una fachada impecable de respetabilidad y carisma, el que realmente oculte en sí al demonio. (Tendría que leer la novela de Elfriede Jelinek, pero no sé si me apetece).



lunes, 3 de noviembre de 2025

BORRARSE DE LA LISTA

Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que escuché tu voz que hoy sería incapaz de reconocerla. Y resulta paradójico, puesto que un día me vi reflejado en tu voz como el que se mira en un espejo. 

Hubo un tiempo en el que, todavía joven y sin oficio, hubiese podido vivir casi todo a través de ti, como un animal que espera pacientemente la vuelta de su amo a casa. Hubiera planchado tu ropa, te hubiera preparado la cena, hubiera masajeado tus pies cuando te hubieses recostado en el sofá, después de una extenuante jornada. Te hubiera traído las pantuflas, algo de beber, un café o una infusión, el periódico. Hubiera regado tus plantas, ordenado tu ropa, vigilado tu salud. Hubiera hecho de todo, sin salir de casa. Me hubieras contado cómo estaban las cosas fuera, cuáles eran las novedades, los sucesos, los cambios. Yo, sin más interés que oír tu voz, hubiera escuchado atentamente tus palabras, envolviéndolas en un algodón mental para que no se quebrasen al entrar en contacto con el aire externo, y las hubiera tomado por verdad absoluta. 

Hubiera visto el mundo exterior a través de tus ojos. El paso de las estaciones se hubiera manifestado en tu cuerpo, en las sutiles variaciones de la tonalidad de tu pelo. La ropa, en cantidad menguante o creciente, hubiera anunciado el paso del tiempo. Unos días, al cruzar el umbral de la puerta, hubieras vestido un abrigo: habría llegado el invierno. Otros, pantalones cortos: por fin sería verano. Solo hubiese sido capaz de sentir el calor a través de la tibieza de tu piel, o el frío con la visión de tus labios cuarteados y tus manos enrojecidas y algo ásperas.  

Hubiera asumido las expresiones cambiantes de tu rostro como valores absolutos, pudiendo así interpretar la evolución positiva o negativa del mundo. Una sonrisa tuya, al volver del trabajo, hubiera significado alianzas, tratados de paz, victorias del campeonato de liga. Por contra, una expresión alicaída, significaría guerras, devastación, muerte. Incapaz de sentimientos autónomos, no me hubiese atrevido a sonreír en un día aciago para ti; o, al contrario, a llorar en uno de tus días benignos. 

En resumen, tú hubieses sido los límites del mundo, con todo lo que ello comporta. Tú hubieses sido mis manos, mis orejas, mi nariz, mis ojos, mi mente. En la proyección sumisa me hubiera disuelto, habría huido de mí mismo, habría por fin desaparecido. 

¡Bien hubiera sido tu esclavo, arrodillado o de pie, velando tu sueño junto al lecho! Hubiera sido tu animal doméstico, tu gato. Pero ni siquiera ese miserable placer me fue concedido. Mi voluntad me lo impidió, bien es cierto. Todo fue ficción, por supuesto. Un día me hiciste la maleta y la encontré junto a la puerta. O fui yo quien hizo tu maleta, con la que te marchaste a un país lejano, ya no recuerdo. Lo que es bien cierto es que intuiste mi deseo más íntimo: el de borrarme, de una vez por todas, de la lista. 

MI CIUDAD

Añoro mi ciudad, sus formas y sus calles, pero, en realidad, soy prisionero de ella. La sueño desde uno de sus más remotos calabozos. A veces me siento extranjero por sus calles. A veces, demasiadas veces, me resulta un sitio inhabitable, hosco, terrible. Miedo me da franquear la puerta de mi casa, enfrentándome a un exterior desconocido. Otras veces pienso que es capaz de depararme sorpresas todavía, pero es ingrata. Conozco sus costumbres y me aterrorizan. 

Seguramente mi ciudad es como otra cualquiera, ni más ni menos bella. Hace tiempo que la odio en silencio, inconscientemente, como un niño que odia sin querer a la madre porque le castiga a permanecer en su cuarto hasta que no haya recogido todos los juguetes. 

¿Cuándo se quebró mi relación con ella? Fuimos uña y carne, ella y yo, pero hace tiempo que sucedió este desencuentro. Demasiado tiempo. Hoy sé que sería feliz en cualquier lado. Pero, de pronto, llega una brisa desde el mar, o intuyo en el horizonte plano algunos perfiles de mi niñez y adolescencia, o, pasando junto a un solar mucho tiempo abandonado, entre dos casas viejas, recuerdo una fotografía hecha por mí hace mucho tiempo. Entonces algo de mi antiguo amor por ella parece renacer, aunque sea una impresión pasajera. Me gustaría entonces ahogarla con mis propias manos, aunque no tengo fuerzas suficientes ni voluntad para hacerlo. 

Ella ha anulado mi capacidad de pensar. No quiero que me vinculen a ella. Me gustaría que mis escritos no tuvieran ni espacio ni tiempo, pudiendo escapar de sus garras al menos en ese apartado. Mis ídolos literarios murieron en ciudades convertidas en laberintos mentales. Mi ciudad va camino de convertirse en algo parecido, un puzle, un carnaval ilimitado y grotesco, aturrullado, con ruidos que no reconozco. Ella solo me adormece, me borra, me aparta de la fiesta que brinda a otros, día sí, día también. Ella me ahoga y no la soporto, representa todo lo que odio en mí, por herencia o de forma adquirida. 

¡Es un penal! ¡Es una taberna inacabable! ¡Un edificio voraz con entrada y sin salida, como las fauces de un monstruo marino! Pero también es la casa donde nací, las casas donde viví, con sus viejos muebles y sus obsoletos aparatos, sus teléfonos de rosca, sus vídeos 2000 y vhs, sus televisores, sus tocadiscos. Son las gasolineras que ya no existen en el perímetro de las antiguas murallas. Son los descampados convertidos en nuevas casas. Son las cabinas de teléfono arrancadas, los espacios que han cambiado de función, los edificios que amaba y a los que ya no voy. Todo esto hace que, en realidad, la ame todavía un poco, aunque me cueste reconocerlo. 

jueves, 18 de septiembre de 2025

PELÍCULAS VISTAS EN EL CINE Y EN LA TELE (AGOSTO / SEPTIEMBRE DE 2025): EL CAUTIVO, LICORICE PIZZA, MATERIALISTAS

El cautivo (Alejandro Amenábar, 2025) 4/10

Un film romo, sin sustancia, sin deseos de provocar, sorprender o trascender, así calificaría yo a El cautivo, la última película del ex-niño prodigio Alejandro Amenábar. Un telefilm, una rai-fiction, una película digna del eslogan de rtve con el cine europeo. El joven Cervantes de Amenábar es un personaje que juega a Sherezade para salvar la vida, pero en el que es difícil percibir un trasfondo de gracia o talento; más bien es un héroe juvenil de serie de Netflix, vestido al estilo del siglo de Oro. A pocos creo que pueda ofender o escandalizar un romance homosexual a estas alturas, aunque el protagonista sea en esta ocasión un hito de la cultura hispánica. Al menos, Amenábar parece haberse informado, aunque sea en wikipedia, un poco como hizo en Mientras dure la guerra. Aquí ha intentado que cada ocurrencia de la trama esté sustentada al menos en una teoría cervantina, así que no está nada mal en ese sentido. 

Un poco telenovela turca. 


Otra cosa es su validez como obra cinematográfica. La película es plana y aburridilla por momentos, predecible en tantos otros, peliculera en muchos, y sin-más en la mayor parte de su duración. Su tono neutro y equidistante, con perlas para todos, hace que sea una película que podría hacer las delicias de un votante medio del PSOE y también de Pérez Reverte. En fin, todo muy mitigado, con cero riesgos, una película para poner en los institutos (*) o para ver en una tarde de domingo en la tele. 

Llega un momento en que Cervantes se cansa de contar historias. O nosotros de él, quién sabe. 


(*) totalmente en contra de poner películas en los institutos. 

Licorice Pizza (Paul Thomas Anderson, 2021) 7/10

Esta película ya tiene sus añitos, pero yo la he visto ahora. Se habló mucho de ella en su día, presentando, como tantas otras veces, a PTA como el nuevo Kubrick. Aquí más desenfadado, más juvenil, más nostálgico. También un poco random, como en Inherent Vice, uniendo tramas absurdas, al modo de una película de momentos. Su película es un poco su Amarcord particular, ambientado en los setenta, aunque PTA aluda a otros referentes americanos.  

La crisis del petróleo irrumpe de pleno en la historia.


Reconozco que la película tiene su gracia, algo que tiene un gran mérito, puesto que tanto el chico como la chica resultan bastante odiosos. La película es un romance, con personajes al parecer normales: un niño prodigio, que juega a ser empresario, y una joven desorientada, de unos 25 años, un poco alocada, con la que es bastante difícil empatizar. El salto de edad entre ambos apenas es perceptible, puesto que el chico no parece tener 15 años, sino más bien veintitantos. La historia de ambos es un tanto peñazo, para qué engañarnos, con demasiadas carreras: se acercan y se separan, se ponen celosos mutuamente, y se reconcilian siempre. Un poco cansino todo.

Ahora digo esto, pero quizá, si la vuelvo a ver, diga lo contrario. 

Pero mira por dónde, las escenas aleatorias son curiosas. Me quedó con algunos momentos de extraña tensión: el descenso en un camión sin gasolina por una revirada carretera desde una colina de ricachones del mundo del espectáculo; el momento del salto en moto sobre una pira en llamas, protagonizado por Sean Penn; las camas de agua y los pinball; la efímera detención; los niños trabajando, de aquí para allá, como emprendedores de poca monta. Tienen su gracia y remiten a otro mundo (cuando la gente se divertía sin móviles, dice la parte boomer de mi mente). Paul Thomas Anderson se ha convertido en un director de momentos, de destellos casi, de instantes de puro disfrute, como sucedía un poco en Phantom Thread, la película que me reconcilió con su cine (y con Daniel Day Lewis) y de la que siempre recuerdo la interminable lista de platos que el personaje del modisto encarga para desayunar. 

El talento y entusiasmo inagotable de los niños de 15 años.

Descender en punto muerto. 


En resumen, es una película que vive de la época que retrata, un poco como Once upon a time in Hollywood o algunas de Linklater. Las elecciones musicales son correctísimas y ayudan a que la película crezca. Valoro su voluntad de crear una película que encapsule el aroma de la década de los setenta, pero la historia tampoco tiene mucho recorrido, más allá de cuatro o cinco momentos de gozo visual y narrativo. 

La película tiene planos muy interesantes. Este PTA más sosegado, menos trasgresor, me gusta algo más que el de los 2000. 

Materialistas (Celine Song, 2025) 6/10

Película un tanto decepcionante, después de la magistral Vidas pasadas. Si en aquella parecía que la directora quería contar algo de verdad, casi de primera mano, aquí ha caído en los clichés de la comedia romántica más sosa, más predecible también, ofreciendo al espectador un buen producto pero sin el carácter memorable de su ópera prima. La película trata sobre una empresa de citas, en la que los candidatos se miden en cuanto a criterios puramente materialistas: edad, estatura, sueldo...En fin, una típica dicotomía entre el amor superficial, entendido como inversión, y el amor auténtico, entendido como negociación y punto de encuentro entre extraños. La premisa no está mal, pero no es original. 

Una comedia romántica, pero también una película sobre las diferencias sociales en una gran ciudad. 


En cuanto a la materialización de la idea y de la trama, Celine Song consigue de nuevo imágenes interesantes, con cierto difuminado de los fondos en ciertas ocasiones, para que sean los actores los que ganen importancia. De nuevo es Nueva York protagonista, un lugar que alterna, según a la clase a la que pertenezcas, entre el mundo de las alturas, con sus fiestas sofisticadas, exclusivos restaurantes asiáticos y apartamentos interminables, y el mundo de abajo, con sus atascos, pisos compartidos y teatros de poca monta. Valoro la capacidad de la directora para seguir en su propio mundo referencial con una historia en la que logra reinventarse, con un tono más ligero y accesible. Pero desafortunadamente su propuesta no me acabó de convencer del todo. 

De nuevo una escena con ristras de bombillas, como en Past Lives.