El beso, tan banalizado y sin embargo todavía sorprendente, parece ser la columna vertebral del cine desde sus comienzos. Y en todos ellos, como en aquel encadenado de Cinema Paradiso, pervive tanto la sorpresa como la soterrada anormalidad. Pues bien mirado, un beso parte de la aproximación de dos cuerpos que entran en contacto a través de una prolongación carnosa muy sensible, los labios. Para ello hay que sortear narices, a veces flequillos; muchas veces cohibiciones. La mayoría de las veces se prefiere cerrar los ojos, no se sabe si para prescindir durante un instante de la realidad o para fingir estar inmerso en un amor romántico o cortés que está muy por encima de lo exclusivamente carnal.
Detengámonos en uno de tantos besos de la gran pantalla. Después de unos tímidos encontronazos, parece que los dos amantes quisieran devorarse el uno al otro, lentamente, ejemplificando aquel amor antropófago del que hablasen en su día los surrealistas y que plasmase en un magnífico cuadro Picasso. Muchas veces el beso va acompañado de un abrazo, que casi siempre es más un choque de extremidades y pechos que una fusión dorada como la de la obra de Klimt. Y la mayoría de las veces, el beso encierra la promesa de un encuentro más profundo, que o bien puede ser inmediato o bien se puede postergar para más adelante.
El código Hays acabó explotando a finales de los cincuenta. Su defunción, si no real sí efectiva, casi tiene fecha concreta: 1959, con el parsimonioso beso de Cary Grant y Eva Marie Saint en
North by northwest. A partir de ese momento, los besos entraron con particular descaro en las pantallas, especialmente de los nuevos cines. En ellos, la irrupción de la juventud y de nuevas pautas en las relaciones entre chicos y chicos hicieron de los besos especiales juegos de malabarismo visual. Ahí están los besos "con obstáculo" de
Pierrot le fou, La infancia de Iván y
Trenes rigurosamente vigilados, tres besos (el último
interruptus) que por su originalidad deben aparecer en todo listado sobre besos cinematográficos.
El beso es pues anticipo y conquista a la vez, espera y anuncio del frenesí, y por ello el cine, hasta hace poco tiempo el gran vehículo de las aspiraciones y anhelos de la cultura contemporánea, está plagado de besos.
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Beso bajo la puerta dorada (detalle), Giotto, 1304 - 1306 |
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El beso, Constantin Brancusi, 1907 |
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El beso, Pablo Picasso, 1925 |
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Los amantes, René Magritte, 1928 |
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La luna (Bernardo Bertolucci, 1979)
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Les beaux gosses (Riad Sattouf, 2009) |
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Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012) |
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La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) |
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El Padrino II (Francis Ford Coppola, 1974) |
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Eyes wide shut (Stanley Kubrick, 1999)
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Domicilio conyugal (François Truffaut, 1970)
Dune (David Lynch, 1984)
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Barry Lyndon (Stanley Kubrick, 1975) |
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En la casa (François Ozon, 2011)
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My blueberry nights (Wong Kar Wai, 2007)
Call me by your name (Luca Guadagnino, 2017) |
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El diputado (Eloy de la Iglesia, 1978) |
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Casablanca (Michael Curtiz, 1941) |
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Trenes rigurosamente vigilados (Jiri Menzel, 1966) |
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Pierrot el loco (Jean-Luc Godard, 1965) |
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La infancia de Iván (Andrei Tarkovski, 1962)
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Fellini Satyricon (Federico Fellini, 1969) |
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Mes petites amoreuses (Jean Eustache, 1974) |
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La doble vida de Verónica (Krzysztof Kieslowski, 1990)
Belle du jour (Luis Buñuel, 1967) |
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North by northwest, Alfred Hitchcock, 1959
El mar (Agustí Villaronga, 2000) |
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La favorita (Yorgos Lanthimos, 2018)
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El cuarto hombre (Paul Verhoeven, 1984)
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Un verano con Mónica (Ingmar Bergman, 1953)
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Velvet Goldmine (Todd Haynes, 1998)
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Total eclipse (Agnieska Holland, 1995)
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Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma, 2019) |
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La quimera (Alice Rohrwacher, 2023) |
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Casanova (Federico Fellini, 1976) |
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Elephant (Gus Van Sant, 2003) |
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A bout de souffle (Jean-Luc Godard, 1960) |
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Les chansons d'amour (Christophe Honoré, 2007)
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