Voy al cine menos de lo que me gustaría, por pereza y por prejuicios bastante asentados hacia cierto tipo de películas. De momento he logrado mantenerme al margen del debate Barbie vs Oppenheimer que monopoliza las redes: en estas alturas del año lo que menos me apetece es tomar partido por películas que de entrada no me interesan en exceso. Seguramente en algún momento acabaré viéndolas, pero prefiero que pase un poco el hype, a ver cómo aguantan el paso de los años (al menos, de uno o dos años). En realidad vi el trailer de Oppenheimer en la última ocasión que fui al cine (a ver la estupenda El maestro jardinero, de Paul Schrader) y podría decir qué va a pasar en cada momento, sin necesidad de verla. Es algo que me molesta en general de los trailers, pero que también se agradece en algunos casos, como este en cuestión, puesto que me ayuda a saber qué películas no es necesario ver. En este caso, como decía, se ve venir a una legua lo que va a suceder: una misión épica, a la par que controvertida, en la que tras muchos problemas y obstáculos, algunos de ellos de índole moral, acaba imponiéndose la visión de un individuo único, un tipo con luces y sombras pero también con una anhelo de justicia un tanto asperger: en fin, la típica bazofia americana (aun siendo Nolan británico). Así que prefiero hablar de las películas que he visto en mi casa, en pijama y en mi sofá, en Filmin todas ellas. Lejos de mi interés hacer publicidad gratuita, pero es que a fin de cuentas es la única plataforma salvable.
Blue Collar (Paul Schrader, 1978)
Sinopsis (fusilada de Filmaffinity): Tres obreros de la industria del automóvil deciden atracar la sede de su sindicato. Pero en la caja fuerte, en lugar de dinero, encuentran documentos comprometedores para la organización, que no dudará en usar todo su poder para recuperarlos.
Intérpretes principales: Richard Pryor, Harvey Keitel, Yaphet Kotto.
No esperaba encontrar en el cine norteamericano una película que hablase con tanta implicación de los problemas laborales y de la lucha de clases. Bajo la apariencia de película de costumbres, en la que tres compañeros de trabajo se marchan al bar a tomar unas cervezas después de su jornada en la fábrica y planean un golpe para salir del atolladero, se esconde una película con discurso: el sistema, para perpetuarse, enfrenta a unos trabajadores contra otros. Es bastante evidente el discurso, al igual que imperecedero. Al mismo tiempo, vista con los ojos de hoy es un retrato de una época pasada, la del auge de la industria del automóvil en Detroit, aunque más bien sería el principio de su decadencia. Schrader no solo incide en las penurias económicas de los trabajadores, sino también en las corruptelas del sindicalismo norteamericano. A ello se añade la problemática racial de los Estados Unidos, también reflejada en la cinta. Lo mejor: la manera en la que Schrader se detiene en la cadena de montaje, mostrando el trabajo pero también las tensiones, favores, recelos y colaboraciones entre los compañeros. Sin embargo, algunas escenas tienen el tono de comedia entre amigotes, algo que me repatea bastante, pero que puedo pasar por alto en esta ocasión.
China Girl (Abel Ferrara, 1987)
Sinopsis (fusilada de nuevo de Filmaffinity): "China Girl" es una actualización de la clásica historia de "Romeo y Julieta".Ambientada en el Manhattan de los años 80, la trama gira alrededor de la historia de amor entre Tony, un adolescente italiano de Little Italy, y Tye, una joven de Chinatown, mientras sus hermanos mayores, que forman parte de bandas de delincuentes juveniles, se enzarzan en una lucha por el poder de las calles. De todas sus películas, el director Abel Ferrara ha declarado que su favorita es "China Girl".
Intérpretes principales: Sari Chang, Richard Panebianco, James Russo, David Caruso, Russel Wong, Joey Chin.
No está nada mal esta película de Abel Ferrara, una actualización de Romeo y Julieta entre un chico de Little Italy y una chica de Chinatown. Más bien es una fusión de Mean Streets y West Side Story (sin bailecitos, pero sí con una violencia un tanto coreografiada). También parece ser una respuesta a la racista y machista The Year of the dragon de Michael Cimino, estrenada dos años antes. Bajo mi punto de vista, lo más interesante es la manera en la que Ferrara muestra la geografía de los barrios, con planos que inciden una y otra vez en las calles que sirven a modo de límite entre ambas comunidades. En cuanto a los personajes, más que la pareja de amantes, un tanto sosos, interesa más el conflicto generacional entre los mafiosos viejos, que intentan mantener el orden para no llamar la atención de la policía, y los jóvenes, que buscan pelea y quieren marcar territorio. En ese sentido, el principal protagonismo se lo llevan los personajes más en el límite, el racista italoamericano interpretado por David Caruso y el pendenciero chinoamericano interpretado por Joey Chin, interesado en mantener a su comunidad de pequeños rateros. Lo más olvidable de la película, más allá de alguna cursilada, es algún videoclip metido con calzador y el tono gore de algunas contadas escenas.
Kung-Fu Master (Agnès Varda, 1988)
Sinopsis (again Filmaffinity): Mary-Jane es una mujer divorciada que tiene dos hijas. En la fiesta de cumpleaños de la mayor conoce a Julien, un chico de catorce años, compañero de clase de su hija.
Intérpretes principales: Jane Birkin, Mathieu Demy, Charlotte Gainsbourg.
Era un poco reticente a adentrarme en las películas de Agnès Varda, de modo que el reciente fallecimiento de Jane Birkin ha funcionado a modo de excusa para empezar a ver cosas de esta directoria. Como en otras ocasiones, sin que alguien hablase de la película en twitter no se me habría pasado por la cabeza verla (también ocurrió así con Blue Collar). No me arrepiento de haberlo hecho, ni mucho menos. El estilo de Varda me ha parecido más humilde que el de otros cineastas de la Nouvelle Vague. Coloca también los sentimientos en el centro, como sus compañeros masculinos, con gran sutileza y elegancia a pesar del tema escabroso, que no es otro que una relación sentimental entre una mujer madura y divorciada con un amigo de su hija, menor de edad (interpretado por el propio hijo de Varda). Todo ello tiene un punto retorcido, tanto en la historia como en su puesta en práctica (la amiga de Varda seduciendo a su propio hijo) que, sin embargo, es tratado con mucha naturalidad y empatía. Su enfoque también tiene ese punto de abstracción intelectual común al de otros cineastas coetáneos, pero en el caso de Varda está alejado de egocentrismos, un defecto en el que solían caer algunos de sus compañeros de generación, obsesionados con la autobiografía (y con lo que ello tiene de comparar un poco quién la tiene más larga). Valoro de la película su capacidad para crear planos subyugantes (unos pies, la visión de la casa de Birkin desde el exterior, viéndola hablar por teléfono detrás de la ventana, unas macetas, la playa) y su capacidad para conjugar la modernidad de entonces (los videojuegos, el SIDA) en su historia, con gran naturalidad y simpleza. Vamos, una joya.
King of New York (Abel Ferrara, 1990)
Sinopsis (cómo no, la misma fuente anterior): Violento film de gángsters que relata los intentos de un traficante de drogas por recuperar su "territorio" perdido mientras cumplía prisión. En Nueva York el crimen se hace a la manera de Frank o no se hace. Recién salido de la prisión, Frank White se reúne con su antigua banda para retomar su posición como "señor de la droga" de la ciudad. Se enfrentarán en sangrientas batallas al resto de capos de la ciudad y lucharán por estar en la cima. Incapaces de volver a poner a Frank entre rejas, la policía también les declara la guerra...
Intérpretes principales: Christopher Walken, Victor Argo, Laurence Fishburne, David Caruso, Wesley Snipes, Joey Chin.
Otra de Ferrara, y de nuevo de mafiosos. En este caso es una locura infladísima y exagerada, que supera con creces a las películas de Scorsese, el especialista en la materia. Ferrara no pretende hacer un retrato realista (ni siquiera pseudorealista como los de Scorsese) del mundo de la mafia, simplemente su película va siguiendo la peripecia de un personaje impenetrable, vacío, casi hueco, pero también impredecible y sin escrúpulos: un narcotraficante recién salido de la cárcel que mantiene suficientes contactos y negocios en la sombra como para volverse a colocar en la cima de la pirámide de una estructura mafiosa que le había estado esperando en su ausencia. Los intentos del personaje de Christopher Walken de pasar al terreno de la política parecen una premonición de Donald Trump, por su populismo y su afán justificatorio. Llama la atención la fijación con la que el personaje de Walken observa el skyline nocturno de Nueva York, atraído por este como un vampiro lo sería por una fuerza maléfica. La película intenta romper con los clichés del género para abrirse a un campo más libre y artístico, contradictorio y rompedor, como muestra el carácter afroamericano de la banda de White y las atractivas mujeres guardaespaldas (que no son objetos sexuales). Aun así, recurre a la típica estructura de polis contra malos, con tiroteos y persecuciones, algunas un tanto risibles. Pero el final está muy bien y lo caricaturesco de la película no le resta efectividad. No está a la altura de Bad Lieutenant (una de mis películas favoritas de todos los tiempos), tampoco de Tommaso, pero casi.
Dolls (Takeshi Kitano, 2002)
Sinopsis (no hace falta que lo diga, ¿no?): Tres historias de amor y dolor: Sawako y Matsumoto eran una pareja feliz, pero las presiones de sus entrometidos padres les obligarán a tomar una decisión vital. Hiro es un anciano jefe de la yakuza (mafia japonesa). Treinta años antes, cuando era un pobre trabajador de una fábrica, abandonó a su amada novia para cumplir sus sueños de prosperidad. Ahora vuelve al parque donde ambos se encontraban. Haruna se pasa parte del tiempo mirando al mar, su bello rostro está ahora cubierto de vendas. No hacía mucho tiempo, ella era una cantante de pop de éxito que vivía entre shows de televisión y sesiones de autógrafos.
Intérpretes principales: Miho Kanno, Hidetoshi Nishijima, Tatsuya Mihasi, Chieko Matsubara, Kyoko Fukada, Tsutomu Tageshige.
En realidad estoy haciendo un poco de trampa al incluir esta película: no es la primera vez que la veo. La vi hace casi veinte años, de modo que la experiencia ha sido como verla otra vez de nuevo. Me ha sorprendido recordarla tanto. Es una película que recurre al esquema de las historias entrecruzadas, tan explotado a principios de siglo. ¿Cuántas películas se hicieron entonces con esa misma estructura? Pero en realidad Kitano no las entrecruza completamente. No hace un Pulp Fiction. Ni siquiera intenta hacer una película coral. Simplemente cuenta tres historias, cada una a su ritmo, y con interés desigual (en especial me gusta la del fan un poco creepy de la cantante pop). Kitano se adentra con más seriedad de la habitual en el tema del amor y del destino, trágico en algunas ocasiones, de supervivencia en otros. Sus excentricidades están reducidas al mínimo (aunque aparecen, y se agradecen). Es interesante que Kitano se aleje aquí del personaje del yakuza cascarrabias que tantas veces aparece en su filmografía, interpretado por él mismo. Hay un yakuza, sí, pero aquí parece un afable jubilado. A su manera es una película humilde y notable, que puede hacerse un poco larga por su ritmo contemplativo, muy japonés. Kitano, que iba para pintor antes de convertirse en cómico (o eso dice él), se esfuerza notablemente para crear imágenes sutiles y muy construidas. Quizá ese esfuerzo consciente por hacer una obra poética le resta naturalidad: la que sí tienen Escena frente al mar o El verano de Kikujiro (mi preferida de Kitano). Aun así, la imagen de los amantes unidos por una cuerda, atravesando jardines con cerezos en flor, bosques, ríos o paisajes nevados (a modo de resumen paisajístico de Japón) es de las que se quedan en la memoria. He vuelto a revivir al verla emociones de hace veinte años, cuando era más joven y, por qué no confesarlo, quería dedicarme al cine, o al menos a contar historias. Me ha gustado tanto como la primera vez que la vi; la había olvidado injustamente.
Memories
of murder (Bong-Joon Ho, 2003)
Sinopsis (ya, ya me callo): Corea del Sur, 1986. Una joven aparece brutalmente violada y asesinada. Dos meses después, se producen una serie de violaciones y asesinatos en circunstancias similares. Para buscar al asesino, se organiza un destacamento especial, encabezado por un detective de la policía local (Park Doo-man) y un detective de la policía de Seúl (Seo Tae-yoon), que ha solicitado ser asignado al caso.
Intérpretes principales: Song Kang-ho, Kim Sang-Kyung, Kim Roe-ha, Park Hae-il, Jeon Mi-Seon.
Segunda película del director de Parásitos que veo. No las tenía todas conmigo, ya que tampoco es un director que me atrajese especialmente (de hecho, no la vi del tirón). Me gustó Parásitos, me pareció una película ingeniosa y con una resolución interesante, pero tampoco me obsesionó, como parece que fue la nota predominante en 2019. Esta, por tanto, la veía con cierto recelo, un poco de soslayo, esperándome lo peor. Pero he de confesar que, salvando algún detalle morbosillo y alguna que otra pelea innecesaria, en conjunto es una buena película, que equilibra bastante bien su dosis de comicidad y la de suspense. Es la típica película de investigaciones de asesinatos, pero los policías tienen un estilo chapucero e improvisado que hace a la película creíble (más allá de alguna exageración caricaturesca, como la tendencia de los policías a maltratar a los sospechosos de forma poco ortodoxa para que confiesen, cosa que no me ha hecho excesiva gracia). Pero a ese equilibrio entre comedia y thriller se añade incluso alguna nota de terror auténtico (hay una escena difícil de olvidar en ese sentido). Anticipa además una tendencia, que luego se convertiría en moda debido a su repetición hasta la saciedad: utilizar un color más apagado para las escenas del pasado, y más brillante y luminoso para el presente. Toda la parte final de la película está muy bien, se acumula la tensión y permite que la película adquiera cierta grandeza.
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