viernes, 20 de octubre de 2023

ALGUNAS PELÍCULAS VISTAS, NO EN EL CINE (DE AGOSTO A OCTUBRE)

Sigo con mi diario de espectador, en este caso de espectador de sofá, mantita y tele. Recojo a continuación algunas impresiones, nada exhaustivas, sobre algunas películas vistas en los últimos meses.

Sinopsis extraídas de filmaffinity (algunas de ellas modificadas).

Algunos comentarios pueden contener spoilers, no me hago responsable.

Rio Bravo (Howard Hawks, 1959)

Sinopsis: El sheriff Chance encarcela por asesinato al hermano de un poderoso terrateniente que intentará liberarlo por todos los medios. Para impedirlo, Chance cuenta con la colaboración de dos ayudantes: un alcohólico y un viejo tullido, a los que se une un joven y hábil pistolero llamado Colorado. Todos ellos se encierran en la oficina del sheriff para impedir que el preso pueda ser liberado antes de que llegue la autoridad estatal. 

No suelo ser un gran consumidor de cine clásico, y mucho menos de westerns, género por el que jamás me he sentido atraído, pero con el cine de Howard Hawks suelo hacer una salvedad. Es un cineasta que me cae bien, aun representando valores puramente conservadores norteamericanos. Esta película era de esas que tenía pendientes y, tras ver Cerrar los ojos, en la que se cita una escena concreta de la película de Hawks, creí llegado el momento oportuno de ponerme con ella. No me ha defraudado. Es la típica película para lucimiento de John Wayne, cierto, pero admiro la capacidad de Hawks para cambiar de género, manteniendo al mismo tiempo unas constantes temáticas en todas sus películas: la llamada de la aventura, los toques puntuales de humor, el flirteo y el valor individual siempre reforzado por el compañerismo. Son elementos, cómo no, nada ajenos al cine clásico norteamericano en general, pero que quizá en Hawks encuentran a su mejor exponente. En conclusión, me pareció una buena película, respetable aun teniendo en cuenta mis reticencias hacia el género y la época. Cómo no, termina con un tremendo tiroteo sin muertos, muy a lo Scarface, pero quizá algo más festivo. Destaco principalmente el buen uso del color y la iluminación muy sugerente de las pocas escenas nocturnas. 



Running on empty (Sidney Lumet, 1988)

Sinopsis: Un matrimonio esconde un oscuro pasado. Durante su juventud en los años 60 fueron militantes de un grupo radical violento. Un atentado bomba, que causó un herido grave, los ha obligado a vivir clandestinamente y a cambiar continuamente de domicilio y de nombres para evitar ser localizados por el FBI. Con ellos van sus dos hijos, cursando el mayor el último año de bachillerato. 

Admiro el cine de Sidney Lumet, lo reconozco. Habré visto cinco o seis películas suyas, y es un cineasta al que he ido apreciando con el paso de los años, por su estilo llano y artesanal, su puesta en escena invisible, su interés por los actores y las actrices y por su compromiso social y político, nunca ocultado. En esta película realiza una reflexión, una vez pasados los años, de los jóvenes radicalizados de los años 60 y 70, en lucha contra su gobierno por la guerra del Vietnam, al mismo tiempo que analiza un núcleo familiar. Uno inusual, casi insólito, el formado por dos prófugos de la justicia junto con sus dos hijos. Ello da pie a unir varios temas, de forma muy sugestiva: el replanteamiento de la antigua lucha, por parte de los padres, junto al crecimiento del hijo mayor, que quiere encontrar su propio camino y en él da con su primer amor. En algunos momentos, en los más logrados, la película recuerda a Pastoral americana, novela posterior de Philip Roth. En otros, quizá los más manidos, la cinta adopta la temática característica de una película de tarde. Incluso podría decirse que la única redención para salir de la vida en continua huida parece ser el talento del hijo, un virtuoso del piano formado de forma casi autodidacta: una excepcionalidad que le permite encontrar su destino, lo que remite a la moraleja típica del cine norteamericano, basada en el do it yourself y el éxito individual. De todas formas, lo que más me ha atraído de esta película, aparte de las formidables interpretaciones de todo el reparto, ha sido la puesta en escena. Lumet resuelve escenas breves con planos-secuencia apenas subrayados, a diferencia de tantos directores que recurren a esa estrategia para darse pote. También recurre mucho al plano general, sobre todo en la primera parte de la película, permitiendo que el espectador centre su mirada, de forma democrática, en aquello que más le interese. Hay alguna escena muy conseguida en ese apartado, como la del baile durante el cumpleaños de la madre. Sin embargo, el tono relamido ochentero puede dar a la película, en ciertas ocasiones, ese aire de telefilm del que he hablado antes. Su final abrupto es para mí una virtud: Lumet no se detiene dándole vueltas al tema, lo resuelve y a otra cosa. 




Ovosodo (Paolo Virzì, 1997)

Sinopsis: Piero es un adolescente que vive en un barrio obrero de Livorno (Toscana) con su madrasta y un hermano con trastorno de desarrollo intelectual. A primera vista no parece fácil que salga de ese ambiente. Sin embargo, su profesora de italiano intenta ayudarlo para que salga adelante: es ella quien lo anima a leer, prestándole las primeras novelas, y lo impulsa también a matricularse para estudiar el bachillerato. 

Titulada como Los años dorados en castellano, llegué a esta película un poco por azar. En un libro italiano que tengo sobre localizaciones de películas, encontré el cartel de esta y me llamó la atención: un cartel cutre, propio de una comedia mala, pero efectivo. La película no deja de ser una commedia all'italiana a la que le falta en muchas ocasiones el elemento que debería ser consustancial al género: la gracia. Es una película de aprendizaje, con algunas interpretaciones un poco forzadas y llevadas al límite, en las que al espectador español se le pueden escapar algunas cosas, como por ejemplo la exageración del acento toscano de algún que otro personaje. También se hacen bromas a costa de la contradictoria filiación al PCI de algunos personajes: no en vano, el PCI fue fundado en Livorno, ciudad que es un personaje más de la película. Yendo propiamente a lo cinematográfico, Ovosodo es una de esas películas que recurre a la voz en off para hacer avanzar la trama, ya que de otra forma sería bastante más complicado encontrar cierta fluidez. Recurre igualmente a referencias que son más bien citas en exceso obvias, como por ejemplo la escena que calca la de la estanquera de Amarcord. Sin embargo, hay otras cosas que se observan con cierta simpatía. Sobre todo me gustaron aquellas escenas interpretadas por el Piero mediano, un niño que comienza a ganarse un capital elaborando redacciones para sus compañeros de clase. También caricaturiza muy bien la película al hijo-de-papá de las rastas, que a la postre se convertirá en el mejor amigo del protagonista, y que trazará con este una trayectoria divergente, la propia de dos personas surgidas de ambientes sociales opuestos. En ese sentido es una película que se deja ver, pues predomina el tono amable, de confesión personal y generacional, pero también hay que reconocer que no deja una huella demasiado perdurable. 



Nadie sabe (Hirokazu Koreeda, 2004)

Sinopsis: Dos niños y dos niñas, nacidos y nacidas de diferentes padres, viven felices con su padre en un apartamento de Tokio, aunque nunca han sido escolarizados. Un buen día, la madre desaparece, dejando algo de dinero y una nota en la que encarga al hijo mayor que se ocupe de su hermano y de sus hermanas. Condenados a una dura vida que nadie conoce, se verán obligados a organizar su pequeño mundo según sus reglas, en plena supervivencia. Sin embargo, el contacto con el mundo exterior hace que se derrumbe el frágil equilibrio que habían alcanzado.  

La película de Koreeda exige de un espectador capaz de asumir con entereza los golpes bajos emocionales. Es necesario haber tenido un buen día para digerir la dureza que Koreeda lanza al espectador, aunque adopte muchas veces el tono de una fábula. A pesar de la dureza de la película, si uno busca el caso real en el que se inspira, se dará cuenta de que Koreeda dulcificó un poco la historia, eliminando aquellos elementos más escabrosos, que la hubiesen convertido en algo difícilmente observable. Ya cuesta. Es una película larga, y de hecho a mí me costó un poco entrar en ella. Sin embargo, llegado un determinado punto, es difícil abandonarla: los niños, sumergidos en una espiral de desventuras, comienzan un camino cuesta abajo irremediable. Todavía no se aprecia en esta película la romantización de la pobreza que tratará en Un asunto de familia. En ese sentido, en Nadie sabe todavía no se ve un cineasta tan interesado en captar la atención del público internacional. Formalmente es una película sin efectismos, con esos planos detalle y esos planos vacíos tan característicos del cine japonés. A nivel personal, tengo que reconocer que me atraen notablemente esas películas que plantean una degradación paulatina, ya sea física o ambiental, de los personajes. Me fui sintiendo cada vez más cómodo en ese ambiente irrespirable de vivienda abandonada y lucha básica por la supervivencia. Sí, reconozco que es una tara mía. El final es demoledor y sobrecogedor, y resulta muy complicado evitar las lágrimas. Es difícil transmitir en palabras el punto de quiebra absoluto al que Koreeda conduce al espectador, dándole como atenuante una última escena esperanzadora, en la que se tiene la sensación de que la vida, a pesar de todo, continua.



Moonlight (Barry Jenkins, 2016)

Sinopsis: Chiron es un joven afroamericano con una difícil infancia y adolescencia, que crece en una zona conflictiva de Miami. A medida que pasan los años, el joven se descubre a sí mismo intentando sobrevivir en diferentes situaciones. Durante todo ese tiempo, Chiron tendrá que hacer frente a la drogadicción de su madre y al violento ambiente de su colegio y de su barrio.

Decidí ver esta película al ser escogida en la última lista de Sight and Sound de mejores cien películas de todos los tiempos. Quizá el reconocimiento sea un tanto excesivo, sin parecerme por ello una mala película, ni mucho menos. El tiempo dirá. En el momento de su estreno pasé un poco de ella, precisamente por haberle otorgado el Oscar, un elemento para mí contraproducente. Ahora la puedo valorar con más serenidad. No se equivocaron los de la academia, ya que es una película muy interesante para haber salido del retórico y acartonado cine actual norteamericano. Aprecio que no se detenga a narrar con pelos y señales toda la vida de Chiron, el joven homosexual y afroamericano que protagoniza la cinta (con tres intérpretes diferentes). De forma acertada, se plantea una película a modo de tríptico, con tres escenas emblemáticas que permiten al espectador rellenar los huecos entre parte y parte, completándolos a su manera. Sin ser una película especialmente efectista a nivel visual, consigue algunas escenas interesantes, como la del aprendizaje a nadar o incluso la del viaje, en la última parte, desde Atlanta a Miami, al son del Cucurrucucú paloma de Caetano Veloso, en clara referencia a Happy Together de Wong Kar Wai. De hecho, todo el tramo final es muy deudor de la estética y de los temas visuales del director de Hong Kong: el bar-cafetería parece extraído de alguna de sus películas, con sus neones, sus conversaciones por teléfono o el jukebox. Es una película ligera y densa al mismo tiempo, simple y profunda, lo que es todo un logro. Además, su progresiva intensidad dramática, siempre contenida, va de la mano de un espíritu humanista siempre de agradecer en el cine. 



Las ocho montañas (Felix van Groeningen & Charlote Vandermeersch, 2022)

Sinopsis: Pietro es un chico de ciudad, Bruno es el último niño de una localidad olvidada de montaña. Con el paso de los años, Bruno se mantiene fiel a la montaña, mientras Pietro viene y va. Sus experiencias le harán enfrentarse al amor y a la pérdida, recordándoles sus orígenes y abriendo paso al destino.

Me arrepiento bastante de no haber visto esta película en el cine. Hice demasiado caso a ciertas críticas negativas, y por ello la dejé pasar. El aprendizaje que saco de todo ello es que debo dejar de tener en cuenta el criterio de los cuatro o cinco especialistas de los periódicos nacionales, dejándome llevar más por mi instinto. También es verdad que las dos películas que había visto anteriormente de van Groeningen, Alabama Monroe y Beautiful Boy, no me habían gustado especialmente, resultándome más bien películas de envoltorio bonito y cierta presunción de dureza en lo temático. Esta creo que es un paso adelante en la carrera de van Groeningen, que firma la película con su mujer, cosa que quizá haya influido de forma positiva en el resultado. Así lo quiero creer. Sigue siendo, claro está, una película de envoltorio bonito, que trata de extraer todo el jugo mágico y espiritual de las montañas, pero en esta ocasión no me parece mal que así sea. También sabe captar el lado tierno de la relación de los niños, que luego, en la edad adulta, pierda frescura y, según muchos, química, quizá porque se espera más extroversión de dos italianos, dado el tópico. Es una relación silenciosa la que une a los dos personajes, siempre con la presencia del padre ausente como nexo de unión, e incluso de competición entre ambos. Me gusta la idea, seguramente extraída de la novela en la que se inspira, de encontrar el propio camino, aun siendo radical o alejado de los parajes habituales. Tiene cierto rollito oriental, que personalmente no me molesta, pero que entiendo que para sensibilidades más descreídas y prosaicas levante más de alguna sospecha. La playlist escogida para musicar la película podría ser mejorable, al ser demasiado mainstream, pero agradezco que no tenga tanta presencia como en películas anteriores (es ese un pequeño defectillo de las películas de van Groeningen). En fin, es una película en la que me sentí cómodo y que me resultó inspiradora. 



 



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